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Hay una circunstancia que se viene repitiendo con demasiada asiduidad en la calle Oropesa, situada en la urbanización San José, ubicada al final de Ciudad Jardín.
En la citada vía, que ya ha salido en alguna ocasión en este periódico por la quema de contenedores y la falta de uno de vidrio – que ya ha sido repuesto de nuevo –, siguen habiendo problemas con la suciedad y comportamientos incívicos que molestan, y mucho, a los vecinos.
Hay restos de basura por doquier, además de contar con podas que se depositan los días no indicados, ya que hay carteles en los contenedores que explican las jornadas y horas exactas para hacerlo dependiendo de la zona en la que se encuentren.
«Este enclave se encuentra debajo de unas escaleras que comunican con una zona de arboleda que en ocasiones son la bajada de muchas personas que pasean a sus mascotas y algún que otro grupo de jóvenes. No obstante, ese no es el gran problema principal, pues no son restos de quedadas o botellones como en otras zonas de la ciudad. Aquí la queja reside en el comportamiento incívico de los vecinos a la hora de dejar sus desperdicios», explica un vecino muy molesto, que adjunta pruebas gráficas de la situación normal del enclave, y hace un llamamiento al compromiso vecinal, pero también a las autoridades para que vigilen de cerca las normas incumplidas para poder poner sanciones.
Esta vez, la queja proviene de un lugar muy conocido por todos los malagueños, y que es, entre otras muchas cosas, espejo de la ciudad por la gran cantidad de turistas –cruceristas casi todos– que desembarcan en la ciudad. Muelle Uno, efectivamente, tiene algunos detalles que arreglar. Así lo explican algunos viandantes, como por ejemplo Marina, que pasa con cierta frecuencia por la zona, poco iluminada en muchos puntos. El que más problemas da es la rampa que comunica el Muelle Uno con la zona del paseo de los Curas, muy cercano al Centro Pompidou, que desde que anochece –desde hace unos días una hora antes– se convierte en un lugar considerado inseguro que evitan muchas personas mayores por el temor a ser asaltadas o simplemente por miedo a dar un traspiés que les haga caer al suelo.
En la calle Mimosas sigue habiendo problemas. Es el único reducto que le queda a los jóvenes para sentarse y ver el mar. Por ello, el famoso «murito» se ha convertido en un foco de basura y restos de botellones, que unido a algunos desprendimientos hacen de esa zona un enclave poco agradable.
Además, debajo del citado muro hay una obra olvidada que cuenta con escombros, entre ellos barrotes oxidados de gran tamaño. Cualquier traspiés podría ser mortal.
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