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Aunque nació en Bilbao, con tan solo un año se trasladó junto a su familia a León. Allí creció hasta que con 18 años tuvo ... que elegir dónde hacer el grado en Ingeniería de Telecomunicación y optó por Málaga. Pero un viaje de intercambio a México, donde trabajó como voluntario de Cruz Roja, despertó una vocación tardía, que ahora le ha permitido participar como enfermero investigador en un proyecto sanitario trascendental, como es la vacuna del coronavirus que han desarrollado científicos de la Universidad de Oxford y la farmacéutica británica AstraZeneca.
Fernando Ramos (39 años) estudió en la Escuela de Enfermería de la Diputación de Málaga (hoy ya cerrada) y, antes de hacer las maletas, compaginaba sus estudios con una gran pasión, el balonmano. Durante más de diez años estuvo arbitrando partidos y llegó a hacerlo con equipos de segunda nacional. Pero su interés por las vacunas le llevó a poner sus ojos en el Jenner Institute, uno de los dos grupos de investigación de la Universidad de Oxford. El próximo mes de marzo hará cuatro años que empezó a trabajar allí. Nunca imaginó la trascendencia de esta experiencia profesional.
-¿Cómo acaba un enfermero de Málaga trabajando para en un ensayo clínico histórico?
Ha sido casualidad, jamás lo imaginé. Desde que acabé en la Universidad de Málaga el máster en Salud Internacional sobre enfermedades infecciosas, salud pública y salud en países en desarrollo, una de las cosas que más me interesaron fueron las vacunas. Éstas y el agua potable son las intervenciones de salud que más vidas han salvado y yo quería trabajar en eso. En España, no había posibilidad de hacerlo, pero sabía que la Universidad de Oxford tenía un grupo de investigación en el Jenner Institute que trabajaba en vacunas para el tratamiento de enfermedades relativamente olvidadas, que afectan, sobre todo, a países de bajos ingresos. Ese era mi objetivo, por eso empecé a trabajar primero en el departamento de enfermedades infecciosas del Hospital de Oxford, para conseguir cierta experiencia, e hice un postgrado en medicina tropical en la London School of Hygiene&Tropical Medicine hasta que tuve la oportunidad de entrar como enfermero investigador en la Universidad.
-¿Qué expectativas tenía en ese momento?
La idea inicial era trabajar en ensayos clínicos con vacunas para luego poder hacerlo en campañas de vacunación en países de bajos ingresos o seguir investigando con vacunas. De hecho, las vacunas en las que trabajábamos en el Jenner Institute antes de que irrumpiera el Covid-19 eran la malaria, zika o chikungunya, que son endémicas en esos países. Mi idea este año era haberme pedido un permiso para irme a trabajar a Sudamérica, pero llegó el Covid.
Empecé trabajando en el grupo de malaria, luego en el de patógenos emergentes, donde se hacían pequeños ensayos clínicos en fase 1 de vacunas contra esas enfermedades. En ese momento, la inventora de este laboratorio, Sarah Gilbert, que desarrolló la vacuna para el MERS CoV (un tipo de coronavirus) ya estaba trabajando en diciembre en una para el Covid-19. Ya sabía que iba a trabajar en ella, pero pensando en que la enfermedad permanecería localizada en China. Sin embargo, cuando a primeros de año se extiende a otros países y se convierte en una pandemia, se le empieza a dar prioridad y los investigadores más seniors de vacunas en Oxford de todos los grupos empiezan a trabajar en la vacuna del Covid-19 y ya se crea todo el equipo de investigación. En realidad, hay dos grupos principales trabajando en vacunas en la Universidad de Oxford, uno es el Jenner Institute y otro el Oxford Vaccine Group.
-Si echa la vista atrás, ¿cómo ha vivido todo este proceso?
El problema es que lo que he vivido ha sido debido a una desgracia, que ha provocado un desastre económico y ha acabado con miles de vidas. En cuanto a mi experiencia personal, posiblemente coincida con la experiencia grupal de todos los que trabajamos en investigación. Yo creo que nos ayudará a estar preparados si algo similar sucede en el futuro y creo que se ha conseguido poner también el foco en la importancia de la investigación. Era como esa cosa olvidada de la que todo el mundo hablaba pero que a la hora de darle fondos nunca había. Si hay algo bueno en todo esto, es la experiencia adquirida y que ha puesto de relieve que la investigación es importante.
-¿Cuál ha sido su labor en el ensayo de la vacuna Oxford?
Habitualmente, en los estudios en los que trabajo somos un equipo de diez personas y ahí estoy involucrado desde el principio. En el laboratorio desarrollan la vacuna, hacen toda la investigación pre-clínica, ven si hay una respuesta inmunitaria, si la vacuna es segura y todos esos datos nos los pasan al equipo clínico. A partir de ahí, diseñamos el estudio: el protocolo, qué procedimientos hay que hacer, cuántas personas van a participar, cuántas pruebas van a realizarse o cómo se va hacer la recogida de datos de los efectos secundarios y síntomas que puede causar la vacuna. Luego, durante el estudio en sí se hacen las visitas, se cuida que los participantes estén bien y, posteriormente, se hace un análisis de esos datos recogidos.
En este ensayo de la vacuna Oxford éramos 300 personas y los investigadores principales trabajaban en él, con lo que esa carga de diseño del estudio y análisis de datos lo han desarrollado los científicos más senior. Además, como hemos tenido enfermeras de otros grupos, mi trabajo era, sobre todo, coordinar que se siguiera el protocolo y que la recogida de datos y todos los procedimientos se realizasen de acuerdo a él.
-¿Entraba en contacto con los voluntarios?
En la vacunación, cuando preparaba las vacunas, no. Ahora, durante las visitas, al encargarme de coordinarlas sí tengo más contacto. Cuando algún voluntario tiene alguna duda, soy el que se la resuelve. Al ser un ensayo ciego, la vacuna había que prepararla en una habitación aparte para que ni la persona que la recibía ni la que la inyectaba supiesen si era la vacuna en investigación o la vacuna de control (en nuestro caso no es placebo, sino otra vacuna, la de la meningitis)
-¿Cómo viven los voluntarios ser conejillos de indias?
He tenido contacto con algunos y el perfil es muy parecido al de otros estudios. La diferencia es que hemos tenido muchas más solicitudes. Son personas que quieren ayudar y que tienen plena confianza en un proyectoque consideran serio. Es un ensayo clínico al que se ha llegado tras superar muchos filtros de seguridad y agradecen la transparencia que se tiene con ellos, ya que están informados de todo lo que vamos viendo. Una gran mayoría son investigadores de la Universidad de Oxford, enfermeros y médicos, que están familiarizados con el tema.
-¿Ha sido usted uno de ellos?
No, no era posible. Fue lo primero que preguntamos todo el staff del grupo, pero al ser un ensayo ciego (ni los voluntarios ni quien la pone saben qué vacuna están usando), no se podía participar porque podría haber habido un sesgo. Sí lo he hecho en los ensayos de otras vacunas.
-Aunque inicialmente la vacuna Oxford se presentó con una eficacia media del 70%, ahora se ha visto que alcanza el 90% si en lugar de inyectarse las dos dosis completas en un intervalo de un mes, se pone en el primer pinchazo solo la mitad. ¿Cómo se explica?
Está aún por estudiar. En cuanto se supo el resultado, el equipo de laboratorio se puso a trabajar en diferentes hipótesis. Es inusual, pero tampoco es raro. La respuesta inmunológica en los diferentes de grupos de edad y dosis se ha publicado recientemente (https://www.thelancet.com/journals/lancet/article/PIIS0140-6736(20)32466-1/fulltext), y es muy similar entre ellos. Por eso, en cuanto se supo la diferencia en eficacia, el equipo de laboratorio se puso a trabajar en diferentes hipótesis, y en una ampliación de ese grupo para estudiarlo en profundidad.
-¿Cuáles son las verdaderas ventajas de la vacuna Oxford?
En la vacuna Oxford, con dos dosis, la efectividad es del 70 por ciento y, al conservarse entre 2 y 8 grados, su distribución es más fácil y puede llegar a una población más grande en menos tiempo. Sin embargo, en el caso de las otras, con una eficacia más alta, se tardaría más en vacunar a muchas personas. En realidad, no hay una mejor que otra. Esto no es una carrera, porque una vacuna sola no serviría. Es necesario más de una para poder producirlas y poder vacunar a toda la población que hay que vacunar.
-¿Puede estar la población tranquila con las vacunas que se están desarrollando cuando muchos expertos han repetido estos meses atrás que se necesitan años para comprobar su eficacia?
No nos hemos saltado ninguno de los pasos empleados en otras vacunas. Hay diferentes factores que alargan el desarrollo de una vacuna, obstáculos que en este caso no nos hemos encontrado. Normalmente, uno hace los estudios pre-clínicos, obtiene unos datos y tiene que diseñar el estudio de la fase 1. A continuación, pedir fondos para realizarlo y encontrar una compañía que pueda manufacturar los viales necesarios y todo eso lleva tiempo. Pero en este caso, como esta vacuna era importante, cuando se mandaba una solicitud a los organismos reguladores se le daba prioridad, cuando normalmente tenemos que esperar semanas. Además, una vez acabado el estudio en fase 1 y se tenían los datos, ya estaban preparados los recursos para empezar la fase 2. Si en otros proyectos somos habitualmente ocho personas en el ensayo clínico, en éste hemos sido 300. La clave ha estado en que disponíamos de los recursos económicos, materiales y humanos de los que normalmente no se dispone para otras vacunas.
-¿Se plantea regresar a España?
Sí, pero a largo plazo. Mi intención es regresar a Málaga y asentarme allí. Esto es una buena experiencia laboral, que te enseña muchas cosas, pero tengo claro que volveré.
-¿Pese a la temporalidad y la precariedad de los contratos que sufren muchos sanitarios?
Tengo compañeros que están en diferentes situaciones. Los hay con experiencia y mejores contratos, sobre todo, los que trabajaron un tiempo en Inglaterra y tienen más puntos en la bolsa de trabajo, y otros con los típicos contratos de un mes. Pero mi idea cuando vuelva a Málaga es hacer el doctorado y seguir dedicándome a la investigación. Me marché con la idea de adquirir una experiencia que en España no iba a conseguir, pero no de quedarme en Inglaterra. De momento, me pesan más las ganas de volver que las de quedarme.
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