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Hay profesores que salvan vidas, dicen. Pero en la Asociación de Enfermos del Corazón del Hospital Regional Universitario de Málaga (CHAEC), que estos docentes salvan vidas no es una metáfora: es un hecho. Esta organización, nacida en 2011 con el objetivo de mejorar la calidad ... de vida de los pacientes cardíacos más allá del hospital, se ha convertido en un pilar para la comunidad malagueña. Desde enseñar maniobras de reanimación cardiopulmonar (RCP) hasta visibilizar enfermedades desconocidas, cada curso, cada taller, cada charla, es una batalla ganada contra la ignorancia, el miedo y el tiempo, los grandes enemigos de las emergencias cardíacas. «Son sus manos y su cabeza lo que pueden salvar vidas, y eso la sociedad lo tienen que tener claro», asegura Antonio Benítez, secretario de la asociación.
El malagueño, enfermero durante 43 años y ahora secretario de CHAEC, conoce de primera mano lo crucial que es actuar rápido. «En mi carrera he dado de alta a jóvenes con secuelas severas porque no recibieron una reanimación inmediata adecuada. Más del 50% de las muertes por fallos cardiorrespiratorios en Europa se podrían evitar si alguien supiera qué hacer en los primeros minutos». Es un dato tan alarmante como motivador para quienes, como Benítez, dedican su tiempo a enseñar a otros que salvar vidas no es solo responsabilidad de los médicos.
Sin embargo, el conocimiento no basta. Pepe Gemar, voluntario de la asociación, lo resume con una mezcla de frustración y esperanza: «Son muchas las personas que conocen las técnicas de reanimación, pero pocas las que se atreven a aplicarlas. El miedo a hacer daño o a equivocarse es paralizante. Pero lo que intentamos enseñarles es que lo peor que puedes hacer es no hacer nada». Y ese mensaje está calando en la comunidad. CHAEC ha formado a miles de personas desde su creación: policías, profesores, cuidadores, adolescentes y jubilados, todos con un objetivo común: estar preparados para actuar. «Este año hemos vuelto al ritmo de un curso por mes, tras el parón de la pandemia», explica el secretario. «Cada taller reúne entre 80 y 100 participantes. Y para el próximo, el 18 de enero, ya estamos preparando todo».
El éxito de estos cursos no es casualidad. Cada sesión está diseñada para ser práctica, accesible y, sobre todo, inspiradora. «Imagínate lo que significa para mí recibir un email de alguien que dice 'gracias a su taller pude salvar una vida'. Eso no tiene precio,» proclama Antonio Benítez, claramente emocionado. Y no es el único testimonio que conmueve. Según Luis Plaza, presidente de CHAEC, el impacto de su labor trasciende las aulas: «No es solo que enseñemos técnicas; también estamos cambiando mentalidades. Cada vez más gente entiende que esto no es algo opcional, es esencial».
La labor de CHAEC no se limita a enseñar RCP. En los últimos años han ampliado su alcance para incluir la visibilización de enfermedades poco conocidas. Un ejemplo reciente fue un taller sobre el Síndrome de Williams, que combinó formación técnica con la misión de dar voz a una patología rara. «Fue espectacular», comenta el presidente de la asociación. «No solo enseñamos, también tocamos la conciencia de la gente. Este tipo de actividades muestran que la educación puede transformar no solo a las personas, sino a comunidades enteras».
CHAEC no elige sus escenarios; son los escenarios los que los eligen a ellos. Desde colegios como Campanilla y Salesianos hasta empresas como Famadesa, pasando por el obispado, donde han formado a profesores de teología, la asociación va allí donde haga falta. «Donde haya interés, allí estaremos», asegura Plaza. Y el interés sigue creciendo. «Después de cada curso recibimos mensajes de agradecimiento y peticiones para volver. Nos piden que vayamos a más colegios, más institutos, más empresas. Es una señal de que estamos haciendo algo necesario».
Pero si algo está claro, es que salvar vidas no es solo una frase para CHAEC. Es su misión, su propósito, su legado. «Queremos que cada persona que pase por nuestros talleres salga con las herramientas para enfrentarse a una emergencia vital, pero también con la confianza de que puede marcar la diferencia», resalta Plaza.
La asociación malagueña también quiere ser un espacio de apoyo para pacientes cardíacos y sus familias, tal y como exterioriza Antonio Benítez: «La formación es una parte, pero también queremos recoger las inquietudes de la gente, darles herramientas para afrontar su día a día, que sientan que no están solos». En este sentido, la asociación colabora estrechamente con el Hospital Regional de Málaga y otras entidades para ampliar su impacto.
El futuro está lleno de retos, pero también de esperanza ya que su meta, como explica Luis Plaza es «estar allí», donde se les necesite. «En cualquier necesidad relacionada con enfermedades cardíacas, puede que se escape de nuestra misión inicial, pero si podemos ayudar, allí estaremos», ya que para ellos, no hay fronteras cuando se trata de salvar vidas.
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