Estudió Biología «por casualidad» y la ciencia hizo su 'magia' y unió a esta sevillana (nació en Lora del Río en 1969 ) con un malagueño cuando éste hacía Física en la universidad hispalense. Una beca de su marido sobre Oceanografía la trajo hasta Málaga, donde ... ahora afronta el reto de dirigir el Centro Oceanográfico, inaugurar su nueva sede en el muelle de San Andrés, tras una inversión cercana a los siete millones, y consolidar su integración en el CSIC (Centro Superior de Investigaciones Científicas) como un instituto más.
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–¿Cómo recala en la dirección del Centro Oceanográfico de Málaga?
–Fue hace dos años. Estaba de vacaciones en Huelva cuando me llamó mi director para hacerme la propuesta. Fue una sorpresa tremenda, porque no esperaba que se pensara en mí para ocupar un puesto como éste. Después de hablarlo con la familia, acepté y el 14 de octubre de ese año se produjo mi nombramiento oficial. Fue un orgullo, pero sentí un poco de miedo y de incertidumbre por el futuro. Sabía que teníamos por delante grandes retos, entre ellos, dejar de ser un instituto independiente, un organismo público de investigación, para integrarnos en una estructura más grande como el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Además de eso, que ha conllevado grandes dificultades y muchos cambios administrativos, me ha tocado vivir el proceso final del nuevo edificio en Málaga, con todo lo que eso implica. Ha sido un periodo algo convulso y sigue siéndolo, pero ya veo la luz al final del túnel.
–Pues la pregunta es obligada: ¿cuándo abrirán las nuevas instalaciones en el muelle de San Andrés?
–Ojalá pudiera darle una fecha exacta, pero la desconozco. Se está haciendo todo lo necesario para que el edificio esté dotado a la mayor brevedad posible y estamos a falta de cerrar algunos trámites administrativos.
–¿Cuáles son esos trámites?
–En cuanto Endesa certifique las obras que ha realizado para tener la acometida eléctrica y se firme el contrato con ellos, podremos obtener la licencia de primera ocupación. A partir de ahí se empezará a trasladar parte del personal, principalmente, de administración, mientras terminan de dotarse el resto de los laboratorios. El mobiliario de oficina ya lo tenemos aquí pendiente de instalación y el del laboratorio está en plataforma de contratación del Estado a falta de su adjudicación.
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No me atrevo a dar una fecha, porque lo hemos anunciado muchas veces, pero estoy segura de que, y esto es una opinión muy personal, que no nos iremos más allá del primer trimestre del 2024 para hacer los primeros traslados. Quiero pensar que las cuestiones administrativas se resolverán en breve y a partir de ahí será simplemente montar y trasladar a todo el personal. Para eso habrá que esperar hasta que esté el mobiliario de laboratorio, que yo espero que sea dentro del primer semestre de 2024.
–¿Qué cambiará cuando empiecen a trabajar en Málaga?
–Sin duda vamos a tener unas instalaciones que son de vanguardia, unos laboratorios que nos van a permitir crecer, abrir nuevas líneas de investigación y atraer talento. Creo que Málaga tiene mucha capacidad de atraer talento, pero faltaba sumar el científico en las áreas en las que nosotros trabajamos. Somos ambiciosos, queremos atraer inversión, investigadores jóvenes para que realicen aquí sus tesis, y también científicos de otros institutos. En definitiva, convertirnos en un centro de referencia nacional.
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–Ahora que ya tiene las llaves y puede entrar al edificio. ¿Cuál ha sido su primera impresión? ¿Cumple con las expectativas?
–Lo primero que ves es una enorme mole que hay que acondicionar. Hay que pensar a lo grande, en cómo queremos que sean nuestras salas, cómo de dinámicas, porque eso sí que lo hemos trabajado muchísimo. Queremos que todos los espacios sean muy interactivos, donde la gente se sienta muy a gusto. Que el que venga a trabajar tenga un espacio donde sentarse a leer, a reunirse, a hablar tranquilamente, pueda disponer de alguna terraza donde se pueda poner un rato a pensar o a escribir.
–40 años parecen muchos para un traslado a Fuengirola que se planteó como 'provisional' ¿se ha resentido la investigación?
–No lo creo. Tenemos unos investigadores entusiastas y trabajan muy por encima de sus posibilidades. Le dedican un esfuerzo tremendo y son terriblemente ingeniosos. Y cuando hemos pasado por épocas difíciles, donde la investigación estaba paralizada porque no podíamos ni siquiera ejecutar nuestros recursos, hemos seguido haciendo ciencia como hemos podido. Podríamos haber hecho mucho más si hubiéramos tenido más financiación, más espacio y más laboratorios. Pero con los mimbres que teníamos hemos hecho unos cestos estupendos.
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–Y ahora, con cierta perspectiva, ¿diría que ha sido positivo perder parte de esa autonomía de la que disfrutaban?
–Esta pregunta tiene muchas aristas. Somos un instituto que tiene más de 100 años de historia, que nos integramos en una megaestructura que se creó en los años 40. Somos incluso más antiguos que el propio CSIC. Ha sido como meter en un edificio con todos sus vecinos, otro, en el que hay que deshacer todo lo que había dentro, hacer una obra sin que nada se caiga y alimentar una buena convivencia entre los diferentes vecinos. Es verdad que veníamos de una situación muy complicada, con muchos problemas que casi nos llevó al colapso administrativo, y con enormes dificultades para poder desarrollar nuestros proyectos de investigación. Dados estos problemas, pues se tomó una decisión política de integrarnos en el CSIC, que se hizo efectiva el 1 de enero del 2022.
Tengo que reconocer que el CSIC ha hecho un esfuerzo ingente por esta integración. Ha puesto muchísimos recursos y mucho personal a trabajar, pero el Instituto también lo ha hecho. ¿ En qué punto estamos? Pues hemos ganado en autonomía de gestión y somos más eficaces a la hora de poder ejecutar nuestros propios proyectos científicos con los recursos que captamos. Uno de mis grandes temores era quedar diluidos como un instituto dentro de los 125 que tiene el CSIC, pero creo que el IEO tiene la suficiente historia y envergadura como para que no haya sido así. Somos de los institutos dentro del CSIC que más visibilidad pública tiene. Estudiamos los océanos y damos asesoramiento científico, que es uno de nuestros grandes pilares, y eso permite que la sociedad nos conozca bastante. Todavía es pronto para evaluarlo, pero mi sensación ahora es que no hemos perdido nuestra identidad.
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–Convertirse en la primera mujer directora de esta sede territorial en sus 110 años de historia, ¿le imprime un plus de responsabilidad al puesto?
–Yo creo que sí, pero no porque se me mire de una forma diferente a mis compañeros. Somos un centro paritario y resulta sorprendente que no hubiera habido antes otras directoras. Al final, es un hito histórico que siempre se va a recordar y eso es lo que me da cierto pudor; es una enorme responsabilidad pensar que siempre seré la primera mujer que ocupó este puesto.
La nueva sede del Centro Oceanográfico de Málaga aguarda el día de su ansiada inauguración en el muelle de San Andrés. El edificio está terminado y la dirección ya tiene la llave, pero carece de la licencia de primera ocupación para poder acondicionar los casi 5.000 metros cuadrados de espacio. En un amplio almacén, se apila el mobiliario de oficina (300.000 euros) a la espera de poder trasladarlo a las distintas estancias en un ascensor que, aunque funciona, no se puede usar hasta obtener ese permiso. El inmueble, de planta baja más tres, se distribuye entre la parte sur, donde van los despachos de dirección, administración y la biblioteca, todos ellos abiertos al mar y con una luminosidad cegadora. Y los laterales este y oeste, donde están los despachos y los laboratorios, cuyo mobiliario está pendiente de contratación con un presupuesto de 900.000 euros. «Después hay otro expediente de vitrina de gases, que son para su extracción, con un presupuesto de 300.000 euros», precisa su directora Mari Carmen García. El inmueble está coronado con una terraza de casi 360 grados e «inspiradora» para los 90 investigadores que forman este instituto.
–¿Cuánto de vocación y cuánto de profesión tiene la biología para usted?
–Lo mío siempre ha sido amor por la ciencia, por cualquiera, no específicamente por la biología, porque de hecho yo opté por la genética y la microbiología, que era una especialidad completamente alejada de aquella. Sin embargo, por circunstancias de la vida, me encuentro un día trabajando en el Instituto Español de Oceanografía, que me permite salir al mar, muestrear y ver nuestro ecosistema con unos ojos completamente diferentes. Siempre digo que somos afortunados los que nos dedicamos a esto, porque a los que nos gusta estudiar, que te paguen por ello es un auténtico privilegio.
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–¿Qué granito de arena aporta el Centro Oceanográfico de Málaga a la investigación nacional?
–Nuestros investigadores están divididos en nueve grupos que trabajan en un serie de líneas científicas. Hay una parte muy importante que hace investigación de recursos pesqueros, porque somos organismo asesor, por ley, en materia de pesca. En el Centro Oceanográfico de Málaga se trabaja en líneas como, por ejemplo, las pesquerías del Mediterráneo, es decir, se hace una evaluación del boquerón, la sardina, el pulpo, salmonete y el jurel. Otros se dedican a la investigación del Atlántico centro Oriental (la merluza) o a la evaluación de túnidos y especies afines del atún rojo; al estudio de las geociencias, es decir, de los fondos marinos y de la fauna asociada a esos fondos (fauna bentónica), a analizar el agua en sí misma, o sea, los ecosistemas pelágicos, como el Grupo Mediterráneo de Cambio Climático, en el que yo estoy, o al estudio de la de eutrofización.
–¿Debemos preocuparnos por el estado de nuestra costa?
–El Mediterráneo es uno de los mares más amenazados del planeta, porque es pequeño, semicerrado y está rodeado de gente. El 47% de la población vive cerca de los mares y, por tanto, sufren los impactos no solamente de la gente que vive del turismo, sino también del tráfico marítimo. Y por supuesto, sufre los efectos del cambio climático. Sus principales amenazas son por todos conocidos: la contaminación que llega desde los efluentes procedentes de la agricultura; los plásticos; el incremento de la temperatura de nuestras aguas y el aumento del nivel del mar, que se constata exactamente igual que en otras zonas del planeta.
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La ventaja del mar Mediterráneo es que al ser pequeño nos permite estudiarlo con mayor facilidad que cualquier otro. Son amenazas que conviene recordar, porque en Málaga, vivimos frente al mar, pero un poquito también de espaldas a él. No nos damos cuenta de que los mares empiezan en nuestras casas.
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