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Al frente del área científica de Enfermedades autoinmunes, infecciosas, inflamación y alergia del Instituto de Investigación Biomédica de Málaga (IBIMA) y recién acreditada como catedrática de la Universidad de Málaga, María José Torres (Málaga, 1964), resta importancia a ser una de las mejores científicas de ... España, tal y como fue reconocida el ranking elaborado por el grupo DIH (Grupo para la Difusión del índice h), «porque esto es un trabajo de equipo». Son más de 30 personas, entre investigadores y especialistas clínicos, los que trabajan para dar respuesta a los muchos desafíos que les presentan las enfermedades alérgicas y para buscar tratamientos más rápidos, baratos y sin riesgo.
–¿Qué conocemos de las enfermedades alérgicas a día de hoy?
–Sabemos que están adquiriendo un tinte que se denomina epidémico, porque están aumentando de forma exponencial. Y no solo es un crecimiento en número, sino que, además, los casos son más graves. Este aumento está directamente relacionado con el estilo de vida moderno, donde no son solo los aspectos genéticos los que están influyendo, sino también algo que se denomina 'exposoma'. Eso es a lo que estamos expuestos, lo que comemos o inhalamos; sufrimos la contaminación y tenemos un tipo de vivienda diferente a la de hace años. Además, ahora hay una hipótesis que es muy novedosa e interesante, que es la ruptura de la barrera epitelial. Eso significa que estamos expuestos a detergentes de forma continua y a otro tipo de sustancias que pueden romper esa barrera epitelial digestiva o respiratoria y provoca que sustancias que no deben pasar a nuestro organismo (alimentos, fármacos o pólenes) ahora lo hagan. Al estar ese epitelio como roto y permitir el paso de esas sustancias que no deberían hacerlo, es lo que puede provocar que nos volvamos alérgicos.
–¿Explicaría eso que personas que nunca han sido alérgicas a nada lo sean ya en edad avanzada?
–Sin duda ese puede ser el motivo. Sin embargo, aún no sabe bien por qué este aumento tan grande. Creemos que tiene que ir ligado a la forma de vida actual, porque en comunidades que viven aisladas (en EE UU, hay algunas que aún lo hacen como en el siglo XIX) no desarrollan este nivel de alergias que, sin embargo, sí se registra a pocos kilómetros donde llevan un estilo de vida completamente desarrollado.
–¿Cuáles han sido los mayores avances en los últimos años y cuáles son los desafíos en los que hay que seguir trabajando?
–Los desafíos son muchísimos. Uno de los principales es intentar llegar a tener diagnósticos simples y sin riesgos para los pacientes. Por ejemplo, un paciente que tiene una alergia a algún medicamento tiene que venir a hacerse una historia clínica, pruebas cutáneas y de exposición controlada, que consiste en darle el medicamento y ver si lo tolera. Lo mismo ocurre con los alimentos. Todo ello supone un enorme gasto para el sistema sanitario, pero también para el paciente, con pérdida de días de trabajo, desplazamientos y, además, un aumento de las listas de espera y un riesgo para el paciente. Por eso, si fuéramos capaces de diagnosticarlo con una muestra de sangre eso sería un avance importantísimo y a eso nos estamos dedicando. Otra opción es el tratamiento, por ejemplo, los alérgicos a alimentos vegetales en nuestra zona pueden serlo a múltiples de ellos. Cuando uno es alérgico lo es a una proteína y ésta puede ir en muchos alimentos, de tal manera que alguien que es alérgico al melocotón puede serlo también a otros muchos relacionados, incluso a alguno que ni imagina, como puede ser la lechuga. Eso dificulta mucho su día a día. Si fuésemos capaces de desarrollar alguna vacuna (en estos momentos ya se está ensayando alguna) que permitiese que se curasen serían un avance brutal para su bienestar.
–Insectos, alimentos, polen, medicamentos, fragancias, pelos de animales, moho... Trabajo no les falta a los investigadores con tantos frentes abiertos...
–No, no nos falta, porque en el caso de los medicamentos, a medida que se desarrollan nuevos fármacos son nuevas posibilidades de reacciones alérgicas. Tenemos muchos retos y de ahí la diversificación de las líneas de investigación para dar respuesta a lo que le ocurre al paciente. Al fin y al cabo las líneas que desarrollamos, aunque haya mucha investigación básica, surgen de preguntas clínicas y buscan la solución a problemas reales. Por eso una de las grandes fortalezas de nuestro grupo es que trabajamos en el mismo edificio del Hospital Civil y eso favorece la interrelación entre investigadores y especialistas clínicos.
–Málaga es referente en el estudio de las alergias a medicamentos. ¿Qué factores pueden influir en que un paciente desarrolle una reacción alérgica a un fármaco?
–A día de hoy, se desconoce. Hay fármacos que tienen más capacidad de producir reacciones alérgicas que otros, probablemente, por su estructura química. Pero también depende de la forma que recibimos los tratamientos. Nos volvemos alérgicos a aquello que recibimos o consumimos con más frecuencia, como los antiinflamatorios y determinados antibióticos. El hecho de ser alérgico a un fármaco conlleva una gran complejidad para el paciente, porque los antibióticos, con las resistencias bacterianas, hay veces que esa persona necesita específicamente ese antibiótico. Lo mismo ocurre con los quimioterápicos o los biológicos para tratar enfermedades graves, como las oncológicas. Afortunadamente, en el hospital tenemos una unidad de desensibilización, en donde pacientes con enfermedades que precisan específicamente un fármaco, como un paciente oncológico que ha desarrollado una reacción alérgica a un quimioterápico, pueda recibir ese fármaco de una manera especial. Lo administramos aquí como si fuera una vacuna y así el paciente puede tolerar ese fármaco al que es alérgico y que es de vital importancia para afrontar su patología.
–Mucho se habla de la resistencia bacteriana que puede existir cuando se administra mucho un antibiótico, pero aquí en España, tan dados a la automedicación, no se conoce tanto que el abuso de un fármaco puede desencadenar una alergia...
–Así es. Puede ser responsable de la alergia, pero además hay un problema aún más importante. Por suerte en Europa, y no tanto como en EE UU, se ha hecho algún tipo de campaña hablando de que es el momento de actuar sobre el 'etiquetado de alergia al medicamento'. Esto es, por ejemplo, cuando a un niño pequeño se le administra un antibiótico durante un cuadro viral y desarrolla un exantema (una reacción en la piel), pero no está producido por el antibiótico, sino por el propio cuadro viral. El problema es que a esa persona ya se le etiqueta de por vida como alérgica a ese medicamento. Imaginemos que años después necesita tomar amoxicilina, pero no podrá hacerlo porque está etiquetada de alérgica a ese antibiótico, aunque en realidad no lo es, porque en su infancia lo que tuvo es un cuadro viral. Por eso, uno de los grandes problemas no es solo el aumento de alergias, sino también el número de pacientes etiquetados como alérgicos sin serlo realmente. Por eso, es el momento de actuar desde la Atención Primaria y de las facultades de Medicina para que el médico esté perfectamente formado en identificar una reacción alérgica y no se pongan etiquetas de forma gratuita.
–En ese sentido, la Sociedad Española de Inmunología Clínica, Alergología y Asma Pediátrica concluyó en un informe que los antibióticos constituyen la primera causa de alergia a medicamentos en niños, siendo el más frecuente la amoxicilina.
–Sin embargo, menos del 10% de los niños catalogados como alérgicos lo son verdaderamente. Es decir, hay un 90% que tiene esa etiqueta y que la lleva arrastrando toda su vida sin que ni siquiera se sepa por qué la tiene.
–Además de los antibióticos, ¿Cuáles son los principales medicamentos que producen alergia?
–Lo son también los antiinflamatorios, como el ibuprofeno, que es un fármaco que se consume muchísimo. Luego hay también muchas reacciones a nuevos contrastes yodados, a los quimioterápicos (tratamientos contra el cáncer) y al omeprazol.
–¿Qué pasa en el organismo para que de un día a otro se desencadene esa reacción?
–Lo que ocurre es que el organismo empieza a desarrollar unos anticuerpos, que son los IgE, que reconocen una determinada proteína. Al reconocerla, se produce una liberación de mediadores en determinadas células y esos mediadores, como son las histaminas, es lo que producen los síntomas. Pero la clave es la producción de IgE en la mayoría de reacciones que se denominan inmediatas y que son la base del asma, de las reacciones alérgicas alimentarias y muchas de los fármacos.
–¿Se puede hacer algo para prevenir ser alérgico?
–En principio, hay que intentar entender bien los mecanismos que producen la alergia. No podemos ir contra la vida moderna pero sí intentar hacer cambios para evitar la contaminación o plantar cipreses en las autovías, algo muy perjudicial porque el polen se modifica con las partículas diésel. En muchos países, el alergólogo forma parte del diseño de los jardines de las ciudades para que en las zonas con alta contaminación las plantas sean menos alergénicas.
–¿Y en Málaga se han hecho bien los deberes?
–Es cierto que hay menos plátanos de sombra si nos comparamos con Barcelona, ciudad muy similar en condiciones de temperatura. Esa especie influye en muchas reacciones alérgicas. Quienes tenemos una edad nos acordamos de la cantidad de plataneras que había en el parque y que ya han disminuido. Tenemos que tener cuidado con los cipreses, que son árboles ornamentales que producen niveles importantes de alergia. También, con los olivos, que son autóctonos y ahí poco podemos hacer y, por último, con las gramíneas, que crecen por cualquier sitio.
–¿Cómo está siendo esta primavera en Málaga?
–Hay bastante sintomatología porque llovió y hay polen. Eso, unido al viento en periodo de floración, la empeora aún más. Si le sumamos que nos hemos quitado las mascarillas, la exposición es mayor.
–¿Es partidaria de que los alérgicos sigan usándola?
–Sí. Aquí no estábamos acostumbrados, pero por ejemplo en Córdoba, Jaén o Granada, durante la polinización del olivo, los pacientes llevaban su mascarilla.
–En esa confluencia de factores perjudiciales para los alérgicos, ¿hasta que punto la calima ha venido a poner la puntilla?
–El problema de la calima es que es un irritante de vías aéreas. Son partículas en suspensión que empeoran la parte inespecífica de una rinitis o un asma bronquial o, incluso, de una conjuntivitis. Si esa calima ocurre en época de polinización, al inhalar el polen un alérgico y encontrarse con una vía aérea que ya está irritada le va a hacer más daño que en una normal.
–¿Qué probabilidad hay de morir de una alergia?
–En Málaga, tenemos una unidad de alérgicos a himenópteros (abeja y avispa) y pueden tener una reacción importante y fallecer, igual que a un medicamento o alimento. Todos hemos oído alguna noticia de alguien que ha fallecido por una reacción alérgica a un cacahuete o un fruto seco y además de forma inadvertida en algún helado o tarta. Aún así, el porcentaje no es elevado.
–¿Comparte usted la sensación de que la población no le da suficiente importancia a las alergias, que la percibe, en general, como un proceso inocuo?
–Totalmente. Existe un gran desconocimiento. Se tiende a llamar alergia a lo que no lo es. Se confunde alergia con intolerancia o con una irritación ocasional. Hay muchísimo diagnóstico que no es real y eso confunde a la población, incluso llevar la etiqueta de alérgico es hasta moderno, cuando las enfermedades alérgicas son algo muy serio. Hay que ser muy preciso en el diagnóstico y de ahí que el paciente sea atendido en una unidad de alergia. Los tratamientos actuales para abordar las enfermedades alérgicas, sobre todo aquellas que afectan a las vías respiratorias, hacen más efecto cuanto antes se trate.
–Y quien es alérgico, ¿tiene que resignarse a padecer toda la vida síntomas tan molestos?
–Por supuesto que no. Hoy en día hay medicación y tratamientos con vacunas que son suficientemente seguros para que la enfermedad pueda desaparecer. Estamos planteando pedir un proyecto europeo para analizar cómo ese tratamiento puede ser incluso preventivo en pacientes que tengan un cuadro leve. Hay muchos caminos en los que actuar y nadie se tiene que resignar a padecer una alergia o a que el tratamiento le dé sueño. Ya no tiene por qué ser así.
–¿Las alergias se heredan?
–Tienen un componente genético importante, por eso se concentran en algunas familias. Sin embargo, no se sabe exactamente el tipo de herencia que hay. Es complicado porque depende mucho del estilo de vida y la exposición.
–Actualmente las vacunas actúan como tratamientos para algunas alergias, pero ¿podrían llegar a ser la solución definitiva?
–De hecho ya lo son en algunos casos. Para los alérgicos a venenos de abejas y avispas, la vacuna tiene una eficacia cercana al 100%. En la alimentaria, también, y en el caso de los pólenes y ácaros, son de gran utilidad. De ahí la importancia de que el diagnóstico sea preciso y la vacuna esté bien indicada por ser necesaria para el paciente.
–¿Está indicada en todos los casos?
Para un porcentaje muy importante de pacientes es una solución magnífica, como para quienes sufren de rinitis y asma o cualquiera de los alérgenos referido a pólenes, ácaros y animales.
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