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Hace dos años, la irrupción del coronavirus obligó a los Gobiernos a confinar a la población en casa para protegerla de la infección. No había con qué protegerse y tocó retirada. La epidemia los pilló desarmados para hacer frente a la guerra sanitaria que se avecinaba y para frenar la avalancha de ingresos en los hospitales. Había que ganar tiempo y pensar cómo afrontar la pandemia; seguir viviendo corriendo el menor riesgo posible.
Con restricciones y toques de queda se afrontaron las sucesivas olas, que tomaban como referencia la incidencia acumulada, la presión hospitalaria y los fallecimientos para flexibilizar más o menos la interacción social. Pero sin medicamentos específicos y una vacuna para minimizar el impacto mortal de la enfermedad, los casos graves se multiplicaban y muchos acababan en muertes.
Hoy, un año después de que se pusiera la primera vacuna contra el coronavirus en Málaga y con un 78 por ciento de los malagueños con la pauta completa de vacunación, la situación difiere mucho de aquella con la que se arrancaba 2021. La olas de la pandemia siguen sucediéndose. Si en enero del pasado año se vivía la tercera ola (aunque aún lejos del pico de contagios) y había una creciente preocupación por la irrupción de la cepa británica, actualmente, el país trata de superar la sexta y el envite de la enormemente contagiosa cepa Ómicron, que irrumpió hace ya dos meses y con la que se siguen marcando récord de positivos en esta primera semana de 2022.
En la provincia de Málaga, se contabilizan de media casi diez veces más contagios de Covid-19 en estos primeros siete días del año que en el mismo periodo del año pasado: 292 frente a los 2.886 ahora. Un explosión de infecciones diarias por el SARS CoV-2 que preocupan, pero que no alarman del mismo modo, debido a que el incremento de hospitalizaciones e ingresos en UCI no se producen en la misma proporción, apenas el doble con respecto a hace un año. Así, si en el arranque de 2021, la cifra media de enfermos por Covid hospitalizados en la provincia se situaba en torno a los 171, este año roza los 300. Y lo mismo ocurre con los pacientes en UCI: 23 el pasado año frente a los 47 de ahora.
Y eso se debe, además de que esta esta nueva variante es menos virulenta de lo que inicialmente se esperaba, al efecto de la vacunación. A este respecto se refería esta misma semana el consejero de Salud y Familias de la Junta de Andalucía, Jesús Aguirre: «El virus ha mutado con sintomatología más leve. Tenemos un 80% de menos hospitalizados en proporción a los positivos que tenía Andalucía en las anteriores olas». Según el consejero, la razón está en cómo impacta ahora el virus en el organismo: «Afecta más a vías altas y bronquios que a vías bajas y por eso son más frecuentes los resfriados y catarros en los positivos y menos las neumonías, que era lo que se registraba con las anteriores cepas». «La vacunación es muy alta y la inmunidad ha cambiado», ha subrayado, y eso también ha contribuido a que el volumen de ingresos sea mucho menor. «Esta inmunidad de grupo que se está alcanzando poco a poco, junto con la vacunación es lo que llevará finalmente a que esta cepa no sea tan perniciosa como las anteriores», indicó Aguirre.
Y es que la primera función de los sueros, que era evitar el riesgo de que se siguieran multiplicando los cuadros graves de coronavirus, con las consecuencias sanitarias, sociales y económicas y las duras decisiones que eso conllevaba, se ha conseguido. Tanto es así que los fallecimientos, pese a la explosión de contagios es similar a la de la primera semana de enero de 2021: 16 el pasado año y 13, en estos primeros días de 2022.
Detrás del éxito de la campaña de vacunación española están los expertos en epidemiología, salud pública, atención primaria y enfermería. «La llegada de la vacuna fue el claro más luminoso del año. El momento más oscuro es que, a pesar de que nos hemos convertido en el país con las coberturas más poderosas del mundo, nos hemos visto con una sexta ola que está pegando duro, muy duro, y que se va a traducir en un mes de enero muy complicado», resume el presidente de la Asociación Española de Vacunología (AEV), Amós García Rojas. Asegura que las vacunas funcionan «pero llegan hasta donde llegan» y hay que que poner el acento en el discurso preventivo «que se ha ido perdiendo: mascarilla, distancia física, higiene y ventilación».
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