
Buena parte de la generación de nuestros abuelos se crio en casas como las que dibujaría un niño: una puerta flanqueada por sendas ventanas, una ... cubierta de teja. Eran las llamadas casas matas, edificadas sobre solares estrechos y profundos que se extendían por todos los barrios de la ciudad. En esos mismos solares, la generación de nuestros padres construyó edificios de muchas plantas, ganando densidad a costa de sacrificar la tipología edificatoria y también, hay que decirlo, la visión del cielo.
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Con la misma longitud de fachada, ahora la altura se multiplicaba por seis, siete u ocho. Resultó así un modelo urbanístico desconcertante que, a falta de un nombre específico, designaremos aquí como «de dentadura mellada» pues, mientras se produce la sustitución total, las casitas que todavía subsisten entre los altos bloques interrumpen el horizonte enladrillado de una forma que al observador le recuerda una pieza dental ausente.
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