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Terminaba el debate del estado de la ciudad de casi cuatro horas, y los concejales escalaban posiciones hasta la sillería, donde se sienta buena parte de la prensa, para esperar el veredicto e incluso intercambiar opiniones. Es como los artistas que esperan las críticas culturales ... en su estreno, pero en este caso con una reciprocidad imbatible. La del directo. Llegaba, con su tono de seminarista el concejal de Vivienda, Paco Pomares, cuya cartera había sido la protagonista de la sesión. Nada nuevo bajo el sol en este aspecto porque la vivienda viene siendo el punto de flotación del equipo de gobierno del PP desde que empezase el mandato municipal en junio de 2023.
Pero, a lo que íbamos, Pomares, que suele hacer suya la homilía, se acercaba con cara de que no iba a regañar en esta ocasión. «Muy bien, muy limpio», decía. Era su parecer sobre el debate del estado de la ciudad, que es cierto que había sido limpio, con sus tomas y dacas por supuesto, pero que en esta ocasión, y mira que no se celebraba desde el año 2022, ha tenido bastante menos punch que en ese encuentro en el que Málaga salía de la pandemia y los partidos políticos se elevaron para estar a la altura del momento político e histórico. No es que no hubiese zascas, lo normal de cualquier debate, sino que ese espíritu de reconstrucción de la ciudad imperó cuando nadie pensaba que iba a volver la normalidad. Qué época más chunga.
Como resumen, el alcalde ha hecho sus esperados anuncios, un plan de choque de vivienda, un centro de vanguardia FP en la antigua cárcel y un polo de microelectrónica, pero esta vez tampoco han tenido el relumbrón que en 2022, y casi mejor, porque ni el Astoria está ejecutado ni a Málaga llegó la Copa América, como vendió en aquella ocasión, y recordamos en esta sección ayer. La oposición mantuvo con dureza que Málaga estaba en venta, en el caso de Toni Morillas; o que se expulsaba a los malagueños, que recalcó el socialista Dani Pérez, o que Milei le estaba poniendo solución al problema de la vivienda en Argentina, que afirmaba el portavoz de Vox, Antonio Alcázar.
El alcalde, Paco de la Torre era el centro de todas las miradas y de las críticas, como es obvio. Unas miradas que acapara desde hace 25 años cuando se hizo con el bastón de mando de la ciudad, lo que se cumplirá en mayo. Para ser justos, en esta ocasión, el regidor ha estado más comedido en el tiempo de lo habitual, de tal manera que su proyecto de ciudad lo ha explicado en una hora, un ejercicio de concisión teniendo en cuenta de que la última vez dedicó 1,20 minutos. En total, y con un turno que le prestó Pérez de Siles, al final se fue a cerca de una hora y tres cuartos. Una cosa importante: a los grandes anuncios le ha dado un tono más mitinero, y el desarrollo de los apartados ha estado más claro y sin circunloquios. Tuvo gracia que al final, como se comentaba en la sillería, hasta hizo su minuto de oro, como en las elecciones y acabó diciendo: «Quiero que los malagueños se sientan orgullosos de la Málaga maravillosa y que también sea maravillosa en un futuro».
El portavoz socialista, Dani Pérez, se creció en la réplica, que es cuando sacó su tono irónico e incluso llegó a decirle al alcalde que no se «pusiera histriónico» porque el primero defendía con mucha vehemencia su política de vivienda.
El portavoz de Vox, Antonio Alcázar, se tiraba en esta ocasión al ruedo de los debates el estado de la ciudad, y se hablan tantas cosas y tanto tiempo, que al final tuvo la sensación como que se le habían quedado muchos asuntos en el tintero. Se le notaba que era novato, pero pese a todo aguantó el tipo. La oposición de izquierdas e incluso algunos populares no fueron tan benevolentes. Pero siempre hay una primera vez; esa es la verdad.
Las oradoras más pasionales fueron, sin duda alguna, la portavoz popular, Elisa Pérez de Siles, y la líder de Con Málaga Toni Morillas. Pérez moderó el tono de su discurso, generalmente de poli mala para dejarle a su jefe, el alcalde, el de poli bueno, y se subió al carro del malagueñismo, tocó los sentimientos de la sillería, que la aplaudió entusiasmada, aunque no dejó de arrearle estopa a la oposición como viene siendo su deber.
De la sillería hay que decir que el hecho de que sólo aplaudiese al alcalde y a Pérez de Siles despertó las suspicacias de los asesores de los grupos de la oposición, que hablaban, con ciertos datos, de que los populares habían traído a sus palmeros. Puede ser cierto, pero también lo es que son ciudadanos, más allá de las siglas, y que si les gusta el PP pueden aplaudirles a rabiar; la libertad de expresión está para eso. También podían los demás partidos haber invitado a sus afiliados o simpatizantes como aplaudidores. Seguro que para la próxima lo tienen en cuenta.
Por cierto, a los invitados habría que recordarles que deben silenciar sus móviles porque el ruido incesante de las llamadas, e incluso algunos que las cogían y se ponían a charlar tan contentos llegaba al punto de parecer la plaza del pueblo.
Se hacía raro que De la Torre no presidiera la sesión plenaria extraordinaria, que es el formato del estado del debate de la ciudad, aunque al final no se vote nada. El alcalde se sentaba en el lugar reservado para la portavoz popular, en la bancada de la derecha si se mira desde el lugar de la presidencia (al modo de la asamblea francesa) y el viceportavoz popular, Carlos Conde, ejercía de presidente. Lo cierto es que Conde fue implacable con los tiempos, menos con el alcalde, obviamente, porque no tenía tiempos estipulados. Es cierto que cuando De la Torre habla de flexibilidad en los plenos es porque la practica, mientras que Conde fue taxativo.
Un minuto antes de que se le acabasen los turnos, Conde avisaba a los oradores, y luego les insistía si se pasaban de los 15 minutos en la primera vuelta, y 7 en la segunda. Morillas fue una de las amonestadas porque ocupó dos minutos más en el primer turno.
El alcalde se dirigía tanto a los portavoces de la izquierda, Pérez y Morillas, que en una de las ocasiones hizo un particular compuesto, Pérez Morillas, y se quedó tan pancho. Lo cierto es que no están tan unidos el PSOE y Con Málaga en este mandato municipal como para que tenga cabida ese remix. Ha habido épocas mejores.
Es histórico, y así se puede leer en las crónicas y ver en las vídeoactas que De la Torre tenía por costumbre inventariar la ciudad cada vez que había un debate del estado de la ciudad. Esto no es una exageración andaluza, es una realidad: el regidor se dedicaba a dar la cifra de las nuevas papeleras, farolas, e incluso hubo un año que también incluyó las alcantarillas. Afortunadamente, ha ido limando esa tediosa etapa y este discurso estaba mucho mejor armado, haciendo un repaso exhaustivo a la ciudad, pero sin caer en el puntillismo.
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