Antonio Aguilera es el deán de la Catedral de Málaga desde hace cinco años. MIGUE FERNÁNDEZ
La Granizada

Antonio Aguilera: «No poner el tejado a la Catedral de Málaga sería ayudar a su deterioro, ¿qué gobernantes van a querer eso?»

El deán del primer templo de la diócesis confía en que la Junta autorice el proyecto para dotar al templo de la cubierta a dos aguas que quedó sin realizar en el siglo XVIII

Jesús Hinojosa

Málaga

Domingo, 15 de agosto 2021, 00:36

La bondad y la cercanía son las tarjetas de presentación de Antonio Aguilera, el sacerdote que desde hace cinco años es deán de la Catedral ... de Málaga, que viene a ser el párroco del primer templo de la diócesis. De origen humilde, pasó su infancia en los cortijos en los que trabajaron sus padres en Archidona y Villanueva del Rosario, y con apenas 12 años sintió la llamada de Dios e ingresó en el Seminario, en el que ha transcurrido gran parte de su vida de servicio a la Iglesia Católica y del que fue rector. Hoy observa con alegría que empiezan a recuperarse los visitantes al monumento, y espera que la Junta dé luz verde para un tejado que vendrá a solucionar sus goteras.

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–¿Qué queda de aquel niño que ayudaba a misa en una escuela rural de Villanueva del Rosario?

–Queda la misma ilusión y los mismos deseos, pero matizados por la historia que uno ha ido viviendo. Aquel niño tiene casi 75 años, hay una maduración, una experiencia, la necesidad de gracias a muchas personas y también la de pedir perdón, porque uno habrá metido la pata bastantes veces.

–¿Qué recuerda de su vida en un cortijo junto a sus padres?

–Recuerdo que siempre estabas haciendo algo. Había animales que cuidar, álamos que había que plantar, la huerta... mi abuelo era el hortelano y me iba todo los días con él a cuidar los tomates y los pimientos. La vida del cortijo era dura, desde que amanecía hasta la noche, pero había muy buen ambiente entre todos los que trabajaban allí, cada uno en su tarea.

–¿Cómo fue aquello de trabajar dos veranos en un restaurante de Cambridge?

–Muy sencillo: necesidad y afición. Necesitaba ganar algo de dinero en verano para pagarme mis gastos y tres meses de vacaciones no era lógico ni bueno, en el Seminario nos animaban a llenar bien los veranos. Así, algunos trabajé en la fábrica de Braun en Málaga, otros de profesor en un colegio en Trayamar... Lo de Cambridge fue porque para la licenciatura de Teología Bíblica en la facultad de la Cartuja de Granada necesitaba pasar un examen de dos lenguas extranjeras. Yo podía pasar francés, pero apenas si sabía inglés, así que me fui con tres amigos a trabajar a Inglaterra. Fue de camarero, en el restaurante del Addembrookes New Hospital de Cambridge.

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–¿Qué es lo mejor y lo peor que le ha tocado vivir como sacerdote?

–La vida de un cura es muy agradable si intentas tener una vivencia religiosa diariamente con el Señor y un trato cordial con la gente. Eso te facilita entrar en la vida de muchas personas. Lo peor... ver a alguna familia rota por una circunstancia mala, el paro, y esas personas a las que intentas hacer salir de una mala situación pero que ya están tan encasillados en ella que no hay manera.

–¿Cómo fue la elección para el cargo de deán?

–Un poco de sorpresa. Cuando falleció el deán anterior, yo estaba de párroco muy a gusto en la iglesia de Santa María de la Amargura, y también era canónigo de la Catedral, donde participaba poco porque la parroquia me absorbía bastante. Pensaba que el mejor para el puesto era otro compañero, Felipe Reina, por su buen talante y conocimiento de todo... Le hice toda la campaña que pude, pero él me la hizo a mí (risas).

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–¿Cómo es el proceso?

–Los compañeros hablamos un poco y se hace una votación secreta. En esta ocasión no se presentó ninguno, se hizo la votación y el resultado se pasó al obispo, que es quien nombra al deán.

–¿Cree que los malagueños son suficientemente conscientes de la gravedad de las filtraciones del primer templo de la ciudad y de la grieta que parte en dos la iglesia del Sagrario?

–Se va tomando conciencia. Se toma conciencia fácilmente cuando se ven los cubos, cuando tenemos goteras, pero luego pasa la tormenta. No obstante, en los dos últimos años he visto que los grupos políticos, la gente en general y los medios de comunicación están de acuerdo en que hay que hacerle un tejado a la Catedral. El proyecto que se ha presentado a la Junta ha gustado a todo el mundo.

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–¿Cree que la Consejería de Cultura lo autorizará?

–Creo que sí, es lo normal. El tejado, seguro, que tarde unos meses más o menos, pero sí. Es sencillamente continuar lo que ya estaba previsto en los planos originales con los materiales y las posibilidades de hoy. No poner el tejado sería ayudar a su deterioro. ¿Qué gobernantes van a querer eso?

–Desde su actual cargo se ha tenido que medir con políticos, ¿qué tal ha sido hasta ahora la experiencia? ¿Qué ha encontrado?

–He sido una persona de suerte donde quiera que he estado, tengo que dar muchas gracias a Dios. Que yo sepa no he tenido un enemigo, me ha ido bien. Por principio, el político tiene vocación de servicio y eso hace buscar puntos de encuentro con otros que también quieren prestar un servicio. A veces hay discrepancias, pero la disponibilidad es buena.

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–¿Cómo va la recuperación de las visitas turísticas y de la afluencia de fieles?

–Va recuperándose. En el mes de julio del año pasado tuvimos 8.000 visitantes y en este julio hemos tenido 25.000. Está bien, pero todavía estamos a la mitad de los 51.000 visitantes que se registraron en julio de 2019.

–El periodo de cinco años por el que le eligieron en 2016 acaba el mes que viene. ¿Le gustaría seguir en el cargo de deán?

–A partir de los 75 años estamos invitados todos los sacerdotes a presentar al obispo una carta para pedir el relevo. Yo los cumplo en enero. Me puedo presentar ahora, me pueden reelegir si quieren, pero en enero estaría en el aire... No sé, estamos viendo qué vamos a hacer. Si esto es así, sí le pediría al obispo que no me nombrara por cinco años, porque estar de deán con ochenta años no sería bueno para mí ni para nadie.

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