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Siempre tiene una sonrisa y una palabra de aliento para todo aquel que se dirige a él para contarle una preocupación o una necesidad. Andrés Merino es de esos curas que transmiten optimismo, y mucho más ahora. Como el resto de sacerdotes de Málaga, se siente apenado y preocupado por esta crisis que le impide compartir cada día la celebración de la misa con sus feligreses, pero su espíritu alegre y emprendedor le ha llevado desde el primer momento a no dejarse vencer y a poner su granito de arena para hacer que los demás puedan pasarla lo mejor posible.
Fue de los primeros párrocos malagueños en retransmitir la misa desde la cuenta de Facebook de su iglesia, que es la de Virgen Milagrosa y San Dámaso Papa, en el barrio de El Molinillo. Este templo, desconocido para muchos malagueños por ubicarse al fondo de una calle sin salida, la calle Almona, junto al colegio de La Goleta, cuenta en estos días con un buen número de feligreses virtuales que llegan a quintuplicar en algunos casos a los que solían acudir diariamente a la misa, en su mayor parte personas mayores, como sucede en otras iglesias. «Ha habido días en que hemos tenido casi cien personas conectadas y hemos contabilizado unos dos mil 'me gusta'. Nos han enviado mensajes de gente que nos ve desde Argelia, Argentina, Méjico, varios pueblos de Málaga y de otras parroquias«, explica Andrés.
«Es muy bonito ver que la gente te da las gracias por llevarles el mensaje de Jesús a sus casas y por ser signo de esperanza», destaca este sacerdote que, lamentablemente, ya empieza a recibir también mensajes de fieles que le piden que aplique las misas por personas que han fallecido a consecuencia de coronavirus en Málaga. «Siempre pedimos por todos ellos y por los enfermos, pero por desgracia ya me empiezan a llegar casos particulares de personas mayores que han fallecido por esta pandemia«, relata.
A pesar de que no ha tenido una vida fácil en el terreno de lo familiar, Andrés siempre ve el vaso medio lleno y anima a todo el mundo a contemplarlo de la misma forma. Por eso, su labor en estos días no solo se limita al altar, sino también a transmitir alegría a los vecinos de la calle en la que se encuentra la parroquia. Él vive en la casa parroquial junto con su sobrina Esperanza, de 12 años, a la que ha criado como una hija desde que tenía cuatro años, y con Ramón, un estudiante de ingeniería mecánica de 20 años que lleva ya tres formando parte de la familia.
«Como Ramón veía que la gente estaba poniendo música cuando se sale a las ventanas para aplaudir a las ocho de la tarde, se le ocurrió colocar un altavoz grande que tiene para poner el himno nacional y, por qué no, algunas canciones», desvela Andrés. La iniciativa ha tenido muy buena acogida por parte de los vecinos de los bloques que rodean la iglesia, hasta el punto de que muchos de ellos solicitan los temas musicales que quieren que suenen tras el himno nacional, enviando mensajes a la página de Facebook de la parroquia (Parroquia Virgen Milagrosa y San Dámaso). Así lo recuerda cada tarde por el micrófono Esperanza, animándolos a que dirijan sus peticiones como si se tratara de un programa de radio de música dedicada.
«A petición de los vecinos ya hemos puesto temas del Barrio, Fangoria, Chenoa... el famoso 'Resistiré' e incluso 'Paquito El Chocolatero'. Siempre buscamos que sean canciones motivantes, e incluso algunas dedicadas a los niños«, afirma el párroco. Gracias a su iniciativa, la calle Almona se convierte cada tarde en una suerte de espectáculo en el que las luces de las pantallas de los móviles se agitan al son de la música para contagiar un optimismo que ahora hace falta más que nunca.
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