
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El viento rola a poniente. Arriba, inexpugnable la Alcazaba. En esta jornada se asoman un reguero de visitantes. Lo habitual. Abajo, el Teatro Romano, el ... museo Picasso y el Museo de Málaga. En la milla de oro monumental de la capital se alza la milenaria fortaleza como el espacio más visitado y más reconocido por foráneos y oriundos. La Alcazaba, que domina la montaña desde la que se divisan todos los puntos cardinales, y que les puso bien difícil la conquista de la ciudad a los Reyes Católicos, registró su año récord de visitas en 2018, con un total de 1.194.740 personas, un espectacular 16% más que en 2017. Pese a a todos los museos de nuevo cuño, con su atractiva oferta cultural, lo cierto es que este palacio que empezara a construir la dinastía hammudí en el siglo XI lleva décadas siendo la favorita, un periodo en el que sólo se han invertido las migajas de la inversión en Cultura frente a los grandes museos, que también han situado a Málaga en el panorama internacional. A cada uno lo suyo.
La concejal de Cultura, Noelia Losada (Ciudadanos), y los asesores del área Alejandro Carballo y Berta González de Vega visitan el monumento de la mano de la jefa de Patrimonio del Ayuntamiento de Málaga, Fanny de Carranza; a la que le hacen llegar sus inquietudes de que la Alcazaba reciba las inversiones que requiere y hacen suya una idea que lleva rondando muchos años la fortificación y la mente inquieta de esta entusiasta arqueóloga: la rehabilitación del barrio de viviendas. Hoy día, este espacio se encuentra en la cara oculta de la Alcazaba, la mitad que no es visitable. Nada más subir por las fortificaciones de ingreso sale a colación el insigne arquitecto conservador de la Alhambra, Leopoldo Torres Balbás, para quien la Alcazaba de Málaga es el prototipo de arquitectura militar del periodo taifa del siglo XI, con su doble recinto amurallado y gran cantidad de fortificaciones, siendo su único paralelo el castillo del Crac de los Caballeros (fortaleza levantada por Siria por los Cruzados entre los siglos XII y XIII). La nuestra es BIC, ésta segunda, Patrimonio de la Humanidad.
La Alcazaba empieza a construirse en el periodo de taifas, del que se conserva la triple arquería con alfiz, uno de los símbolos del palacio; pero se iría implementando en siglos posteriores, como explica De Carranza en su libro sobre el monumento, pasando por los almohades y los almorávides, y llegando al periodo nazarí hasta que los Reyes Católicos conquistaron la ciudad el 19 de agosto de 1487, izando la cruz y el pendón de Castilla en la Torre del Homenaje. Justo debajo de esta singular torre, la historiadora se detiene para introducir a la comitiva en el lado desconocido de la fortaleza, el que no es visitable por el público, que viene a ser casi la mitad del enclave. En esta zona se encuentra el barrio de viviendas, que a juicio de la jefa de Patrimonio es una pieza excepcional en el monumento, «no sólo por su conservación sin construcciones que lo hayan desvirtuado, sino por sus propias características», como indica explicando que se encuentra en el segundo recinto de murallas.
Esta zona es justamente la que la concejala de Cultura, Noelia Losada, pone en su punto de mira para futuras inversiones en el monumento, en el que ya, de hecho, ya se están empezando a invertir parte de la recaudación de las visitas, cuyo precio subió de 3,55 euros a 5,50 euros la entrada común para ver la Alcazaba y Gibralfaro, lo que ha supuesto unos ingresos de 2,4 millones de euros en 2018, que son finalistas, ya que con la subida se diseñó un plan cuatrienal con vistas a su reinversión, con un servicio de atención al visitante y la implantación de las audioguías así como las nuevas máquinas expendedoras para pagar en la entrada con tarjetas, que presumiblemente se presentarán en el próximo mes de septiembre, como indican.
En el tesoro mejor guardado, el barrio de viviendas de los servidores del palacio se pueden observar cómo, sin apenas conservación, han sobrevivido al paso de los siglos ocho viviendas distribuidas en dos calles muy estrechas distribuidas en dos pequeñísimas calles; y otra, de distinta estructura, que ahora es el taller de restauración. Cuentan con la característica entrada de recodo que construían los árabes para preservar la intimidad de la familia, y en ellas se pueden observar los patios, letrinas, escaleras e incluso un aljibe en uso, de unos 25 metros cuadrados, construido por bóvedas de cañón sobre dos arcos fajones. Es más, se conserva en los patios las atarjeas (precioso vocablo árabe que significa desagüe) en unos cubículos cuadrados, con una pequeña altura enlosada para evitar que en las casas entrara el agua de la lluvia.
El barrio está casi intacto, aunque se han perdido buena parte de los zócalos pintados con almagra (óxido rojo de hierro), como explica De Carranza durante la visita. La estrechez del espacio, la fragilidad de las paredes y su singularidad lo mantienen cerrado al público, lo que no quita para que los interesados pudieran disfrutarlo, una vez restaurado, a través de una visita virtual dados los nuevos medios que ofrecen las tabletas. Un barrio de la misma época, Taifa, que el que hoy se muestra en las obras del metro de El Corte Inglés, del que se conservará una parte. «Vamos a apostar fuertemente por la restauración de la Alcazaba, que será la piedra angular de Cultura los próximos cuatro años», explicaba la edil del área, Noelia Losada. Yañadía: «Los museos están muy consolidados;ahora toca poner en valor y dar lustre a nuestro patrimonio». Entre sus objetivos, tras su primera toma de contacto, restaurar el barrio de viviendas y recuperar la Coracha original árabe.
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