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La pandemia del coronavirus ha supuesto el mayor reto al que ha hecho frente el Hospital Regional de Málaga (antiguo Carlos Haya) en sus 64 años de vida. En esa guerra, los profesionales han combatido unidos como una piña, sin fisuras, todos a una, como en una Fuenteovejuna sanitaria. Luchar juntos era la única forma de enfrentarse a un enemigo invisible y nuevo, tan peligroso como desconocido. El sacrificio diario de miles de trabajadores, que se jugaron la salud por el riesgo de contagios, permitió que el coronavirus no lograra derrumbar las murallas defensivas del hospital, que no solo resistió el ataque del SARS-CoV-2, sino que durante un duro asedio consiguió doblegar al virus y evitar el colapso. Para ello, tuvo que darse la vuelta como un calcetín y reorganizarse sin descanso ni tregua. En este reportaje algunos protagonistas de los hechos cuentan su testimonio de una victoria que es un éxito colectivo de un centro a cuyo frente están la gerente, María del Mar Vázquez; el director médico, Ismael Herruzo; la directora de enfermería, Carmen Bustamante, y el director económico- administrativo y de servicios generales, Valentín Cobalea.
«El primer caso de Covid-19 diagnosticado en el hospital fue el 26 febrero. Desde entonces hemos tratado de ir siempre por delante de la infección para no llegar al colapso», hace hincapié el responsable del servicio de enfermedades infecciosas, José María Reguera, que subraya que el hospital tuvo hasta 180 pacientes con SARS-CoV-2 ingresados la vez. Para poder con ese incremento, se habilitaron siete plantas para atender a los enfermos. «Ha sido un trabajo agotador física y emocionalmente. Esto ha sido una guerra. No tiene otro nombre. Hemos luchado contra una enfermedad desconocida con pacientes muy graves», puntualiza el doctor Reguera.
«Afrontar la pandemia del coronavirus ha sido una experiencia única y muy enriquecedora cara al futuro», afirma el director de la unidad de gestión clínica de medicina interna, Ricardo Gómez Huelgas. Este experto señala que «en un tiempo récord» los profesionales del hospital supieron adaptarse a la situación y tomaron decisiones organizativas, algo que, a su juicio, resultó muy útil y eliminó una serie de barreras. «El hospital se ha reorientado y se ha centrado en dar respuestas a las necesidades de los pacientes de forma dinámica y flexible. La pandemia nos ha enseñado que podemos y debemos trabajar de otra forma en el futuro», precisa el doctor Gómez Huelgas, que también incide en el valor de la telemedicina, que ha servido para resolver muchas cuestiones durante esta crisis sanitaria.
La llegada del virus hizo que el servicio de anestesiología, que es uno de los más grandes del hospital, tuviese que reorganizarse y amoldarse a una situación nueva. Entre otras cuestiones, los anestesiólogos asumieron la atención de pacientes críticos para ayudar a los médicos intensivistas. «Convertimos el área de reanimación postanestésica en una UCI de enfermos no Covid-19 del hospital y nos hicimos cargo de la UCI del Hospital Civil, en la que duplicamos el número de camas disponibles», explica el director de la unidad de gestión clínica de anestesiología, Juan Carmona, que destaca la implicación que han tenido los anestesiólogos en la atención pacientes críticos «con muy buenos resultados». Asimismo, refleja que el bloque quirúrgico hubo que remodelarlo y rediseñarlo en función de las necesidades. Y hacerlo de una semana para otra, con un incremento de actividad. «En Málaga, hemos podido con la pandemia a nivel hospitalario por la gran organización de los profesionales», señala Juan Carmona.
José Antonio Ponce, subdirector de infraestructuras y mantenimiento, asegura que lo más complicado fue vaciar el antiguo Carlos Haya para dar cabida a los enfermos de Covid-19. Así, todo el pabellón A, a excepción de la planta sexta, donde está hematología, se dedicó a personas con coronavirus. Ponce recuerda muchos momentos importantes, entre los que está el trabajo para transformar la cafetería del hospital en una UCI con 21 puestos, aunque no hizo falta utilizarla. Ahora se usa como observación de urgencias.
Para el subdirector del Hospital General (los dos pabellones del antiguo Carlos Haya), Miguel Ángel Ramírez, lo más destacado del complejo proceso que han tenido que superar ha sido la implicación de todos los profesionales, tanto sanitarios como no sanitarios. «En un tiempo récord tuvimos que cambiar la organización. Nunca imaginé que iba a vivir una situación así. El coronavirus ha puesto en jaque al sistema sanitario; si no ha logrado saturarnos ha sido gracias al esfuerzo de los profesionales», dice Ramírez.
Y es que la única forma de combatir al Covid-19 era apoyarse en el trabajo en equipo, comenta Soledad Jiménez, subdirectora de enfermería, que añade que el trato humano a los pacientes es lo que más preocupaba al personal de enfermería, ya que, por el aislamiento en el que estaban, no podían ser visitados por sus familiares. «La pandemia ha supuesto la creación de unos vínculos especiales con los enfermos», recalca Soledad Jiménez.
Detectar si un paciente sufre el Covid-19 corresponde al servicio de microbiología, que ha hecho de 500 a 600 PCR diarias, la prueba más fiable para diagnosticar el coronavirus. Desde el comienzo de la pandemia, en el Hospital Regional se han realizado de 30.000 a 35.000 PCR, indica la directora de la unidad de gestión clínica de microbiología, Begoña Palop, quien expresa lo importante que es para el centro hospitalario malagueño contar ya con un robot que puede realizar hasta 2.400 PCR diarias.
Uno de los retos fundamentales era evitar que el estado de gravedad de los pacientes los llevara a la UCI. Para evitarlo, sobre todo en el caso de enfermos que no iban a soportar ser intubados, el hospital habilitó dos quirófanos a modo de unidad de cuidados críticos intermedios (UCRI) con todas las medidas de seguridad para poder ingresar y tratar allí a esos pacientes, subraya el jefe del servicio de neumología, Julio Torres. Al final, solo fue necesario usar uno de los dos quirófanos. «Han sido unas semanas de trabajo muy intenso en todos los aspectos, pero también muy satisfactorio. Hay que reconocer la agilidad del equipo directivo para reorganizar todo el hospital en general y, en nuestro caso, para crear la UCRI Covid», dice Torres.
En la unidad de cuidados intensivos (UCI) del Regional no ha habido tiempo para el respiro. «El trabajo de los profesionales de la UCI ha sido encomiable, esforzado y sin reservas. Lo han dado todo y mas, sin un reproche y ninguna queja. Se merecen la admiración de todos los ciudadanos», recalca el director de la unidad de cuidados intensivos, Guillermo Quesada.
Otro punto donde hay que estar en tensión en todo momento es el de las urgencias, en las que han sido atendidos más de 3.900 pacientes con sospecha de Covid-19. La jefa en funciones de las urgencias del Regional, Eva Fragero, pone en valor el «excelente trabajo realizado por los profesionales», que han tenido que redoblar sus esfuerzos para atender a los enfermos en las mejores condiciones posibles.
El servicio de medicina preventiva ha desarrollado, asimismo, una labor importante, bajo la dirección de su jefe, Salvador de Oña, encargado de supervisar la tarea preventivista que se ha llevado a cabo para que la seguridad de trabajadores y pacientes estuviese garantizada. En esa actividad ha jugado un papel destacado el material de prevención con el que se ha dotado al personal. Cómo gestionar los EPI y atender las peticiones de los profesionales que los necesitaban lo sabe de primera mano la enfermera Elena Garmendia, jefa de bloque de accesibilidad. Ella era la responsable de ese asunto. «En los primeros días se pedían alrededor de 5.500 mascarillas a diario», recuerda. Por su parte, Marta Pérez, supervisora de neumología, relata que las unidades de hospitalización, una vez declarada la pandemia, se reorganizaron para crear un ambiente seguro de trabajo, una correcta protección del personal y, sobre todo, para atender a los pacientes manteniendo la calidad de los cuidados durante el ingreso.
En esta historia de lucha continua y de superación ante la adversidad, los más de 6.000 profesionales del Hospital Regional se han dejado la piel unos juntos a otros. Esa ha sido la clave para plantar cara a un virus duro de pelar.
Cuando al subdirector de infraestructuras y mantenimiento del Hospital Regional, José Antonio Ponce, le dijeron que había que crear un hospital en una cancha de baloncesto en una semana, en el pabellón de Carranque, supo que era uno de los mayores retos de su vida profesional, así que dio el paso adelante y se puso manos a la obra; no había tiempo que perder. Entre otras cuestiones, hacía falta un gran tanque de oxígeno, que se consiguió en Asturias. Además, fue necesario dotar al pabellón de la suficiente potencia eléctrica y de aire acondicionado.
Otro escollo fue disponer de un suelo que sustituyera al de parquet de la pista de baloncesto. El problema se solucionó merced a que una empresa donó 5.000 metros de suelo, que llegaron desde Irún gracias al apoyo del Ejército. En cuanto a los 175 puestos de hospitalización que se instalaron, se copió el modelo de una habitación de hospitalización. Las 10 camas de UCI se situaron en el gimnasio. Además de establecer dos circuitos diferenciados de sucio y de limpio, se montó una zona de triaje en una gran tienda de campaña. En una semana, el hospital auxiliar estaba listo para recibir enfermos, algo que no ocurrió al no ser necesario. Sin embargo, las instalaciones siguen habilitadas por si en los próximos meses hubiera un repunte del coronavirus e hiciese falta utilizarlas.
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Paco Griñán | Málaga
Encarni Hinojosa | Málaga
Cristina Cándido y Álex Sánchez
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