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José Manuel Villa. Sur
«Me contagié al cuidar de mi padre y ahora él hace lo mismo por mí desde el cielo»

«Me contagié al cuidar de mi padre y ahora él hace lo mismo por mí desde el cielo»

Chema, al que en el hospital llaman «el último eslabón» porque fue de los primeros en infectarse, ha recibido la visita sorpresa de sus compañeros de la Policía Local para animarlo

Miércoles, 15 de abril 2020, 01:52

Las noches siempre han sido suyas. Acostumbra a exprimirlas subido en un coche patrulla, donde la sangre bombea al ritmo de la sirena y la adrenalina le hace sentirse «más vivo que nunca». Una oscuridad que desde hace un mes ha dejado de iluminarse de destellos azules, para tornarse negra como el hollín y mostrarle el precipicio. El coronavirus se ha encerrado en su cuerpo y a él en una habitación de hospital desde la que, completamente aislado, intenta recuperarse de la enfermedad, pero también del duro golpe de perder a su padre, del que se contagió mientras lo cuidaba durante sus últimos días de vida y del que nunca pudo despedirse.

José Manuel Villa, Chema para sus compañeros de la Policía Local de Málaga, no siempre quiso ser agente. El gusanillo por la profesión, que se ha convertido en su vocación, le entró en Tarifa durante el servicio militar. Tenía que ahorrar para poder opositar, por lo que, al acabar la mili, empezó a trabajar con su padre, José Villa, un prestigioso ebanista malagueño. Perchelero, siempre ha estado muy ligado a la ciudad y a su cofradía, la de la Esperanza, para la que incluso llegó a restaurar la cruz de Jesús Nazareno del Paso. «Allí tenemos el columbario familiar y allí descansará cuando esto pase», señala Chema.

Estaba convencido de que quería estar un coche patrulla, le gusta «la acción», y no continuó con la profesión de su padre, esa que se coló en los pulmones de su progenitor. «A los 72 años le diagnosticaron fibrosis pulmonar, que es como la enfermedad de los mineros, por haber respirado durante años los productos químicos con los que trabajaba. Le dieron dos años de vida y desde entonces demostró lo fuerte que era. Ha aguantado hasta ahora, que ha fallecido con 76, era un luchador, mi héroe, siempre lo llevaré por bandera», afirma emocionado Chema.

Recuerda como, después de la cena de Nochebuena, José comenzó a sentirse mal. Empezó con unos problemas respiratorios que empeoraron cuando se resfrió a finales de enero, y que lo llevaron al Clínico el 19 de febrero. Iba acompañado por su hijo, inseparable, que lo cuidaba junto a su hermana, ya que su esposa sufre una patología y no pudo ir al hospital.

Tras recibir el alta el 7 de marzo, el día 10 regresó con su padre al hospital. Pasaron diez horas en urgencias, donde ya se notaban las medidas de seguridad por el coronavirus, hasta que José quedó ingresado. Pero empeoró. «Me turnaba con mi hermana para cuidarlo y mi madre pasó los últimos días junto a él después de que ella mejorase», explica.

40ºC de fiebre

Chema se marchó del Clínico un día con intención de regresar al siguiente para ver a su padre, algo que nunca pasó. El 14 de marzo se encontraba «muy mal», con 40ºC de fiebre, mucha tos y problemas respiratorios. El 15 le ingresaron en el hospital HLA El Ángel y allí le hicieron la prueba del coronavirus, en la que dio positivo.

No supo que su padre también tenía el virus hasta que falleció. «Me enteré por teléfono. Me llamaron de la funeraria y me dijeron que mi padre tenía COVID-19. Estoy convencido de que me contagié en el hospital con él, el foco de infección está allí. Los primeros días no había muchos medios y yo estaba sin mascarilla», afirma.

Por las medidas adoptadas para frenar los contagios, Chema no pudo despedirse de su padre. Él permanecía aislado y su progenitor fue incinerado sin que su hijo le diera el último adiós: «Es una gran frustración, es algo impensable para mi, irreal, como una pesadilla que me supera...»

Recibe ánimos de su madre y de su hermana, que permanecieron en cuarentena y no mostraron síntomas. Su familia es su gran sustento en estos momentos tan duros en los que el policía lucha en un hospital en el que fue uno de los primeros pacientes en ingresar con COVID-19.

Bautizado cariñosamente por el personal sanitario como 'el último eslabón', ellos se han convertido en otro de los principales apoyos de Chema: «Son mis protectores, en la vida los voy a olvidar». Le cuidan y le acompañan en las interminables horas que pasa en esa habitación de apenas 20 metros cuadrados.

La lectura, durante la que bucea en las páginas de un libro de economía, y la tablet, para ver películas, se han convertido en grandes aliadas. También el móvil, con el que hace constantes videollamadas con su hija de seis años, Esperanza, que tiene el reto de sorprenderle cada día. «Lo consigue siempre», admite con una sonrisa, a la vez que recuerda las palabras que la pequeña le repite constantemente: «Papá, te vas a curar».

Homenaje de los compañeros

Él no lo duda y se centra en luchar contra el virus y la monotonía de su encierro, que se rompe a diario a las ocho de la tarde. Este lunes sus compañeros le dieron una sorpresa y aprovecharon esta hora de homenajes para hacerle uno a él. El sonido de las sirenas y los aplausos de los policías locales le atravesaron el alma. «Me desboqué, fue increíble, una inyección de energía y un gesto que quedará para siempre grabado a fuego en mi memoria».

Algunos de esos policías locales también han pasado por el hospital HLA El Ángel afectados por el coronavirus. Llegaron más tarde que él y se marcharon antes. «Cada vez que uno se va me alegro mucho, veo que hay una salida. Cuando dan negativo me fortalece, me anima mucho», asevera.

Ellos no han tenido la gran carga viral que Chema ha soportado. Ahora ya ha bajado mucho y espera poder recibir el alta en los próximos días. Él prefiere no pensar en ello. Lo ha pasado muy mal, ha perdido nueve quilos de peso afectado por la neumonía: «No podía respirar, no sabía si era mi final».

Libra una batalla constante contra el nuevo virus, pero también contra su cabeza. Una lucha que empieza a remontar, ya que con el paso de los días su salud ha mejorado. Ahora espera que todo esto acabe, aunque insiste en que siempre quedará el no haberse podido despedir de su padre, José, que ahora le «cuida desde el cielo». Por las noches, en vez de enfundarse el uniforme, pide una tila que le ayuda a conciliar el sueño, reza y pone alguna película en Netflix. Le gustan las de acción, como sus días de patrulla, y también las de superhéroes, en las que el villano siempre acaba derrotado. Como él, que no duda en que, al final, vencerá al coronavirus.

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