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Antonio Soler y Ana francis silva
«Muchos compañeros no han aguantado y han recaído»

«Muchos compañeros no han aguantado y han recaído»

Antonio Soler y Ana Sánchez ·

Sobrevivieron a su propia pandemia, la adicción a las drogas, y ahora son voluntarios en Proyecto Hombre: ambos cuentan cómo echaron una mano

Sábado, 13 de marzo 2021

Los que viven la primera línea de adicciones parten de una realidad que termina igualando, por abajo, todas y cada una de las historias: «Da igual dónde hayas nacido, cuál sea tu realidad o qué te haya llevado a consumir... al final te das cuenta que el camino ha sido similar y el resultado, el mismo». El de Antonio Soler (52 años) y Ana Sánchez (May para todos, 51) compartió descenso a los infiernos y patada a lo más profundo para salir de ahí. Por lo demás, no hubo nada en común: él, de familia desestructurada, «nacido y criado en la Cruz Verde», contempló desde crío como algo natural que a los 14 «ya anduviéramos con los porros y el alcohol». «Y el que no lo hacía –recuerda– era un bicho raro». Aquellos tonteos con las drogas no tardaron en convertirse en un problema que ha arrastrado durante décadas: «Sí, me casé y mi mujer me veía, pero lo de la cocaína no lo supo hasta el final», recuerda Antonio, cuya hija llegó a decir que «no tenía padre» después de que éste abandonara el hogar «para poder consumir todo lo que quisiera». Su trabajo como transportista tampoco ayudó: «Me pasaba todo el día fuera de casa y en mi camión no me faltaba de nada».

May, en cambio, llevó una vida normalizada en su Melilla natal hasta los 30. Auxiliar administrativo en un hospital, la soledad y los complejos la empujaron, casi din darse cuenta, a la heroína. «Soy de una ciudad donde se mueve mucho eso», admite May, a quien llegaron a ascender en su trabajo sin saber que estaba «completamente enganchada». Primero fue la heroína y luego la cocaína, hasta que su madre, con la que vivía, la echó de casa. «Era salir a las tres del trabajo y desbocarme completamente», recuerda.

La carrera desenfrenada de ambos hacia el abismo paró en seco hace algo más de dos años. A Antonio ni siquiera le sirvieron de toque de atención dos infartos y una operación a corazón abierto, «porque en cuanto me recuperé un poco seguí igual o peor». May también se dio cuenta que, viviendo sola, el dinero «cada vez se gastaba más rápido, porque no podía parar». Los caminos de ambos encontraron en Proyecto Hombre la casilla de salida desde la que reconstruir sus vidas. Ambos llevan algo más de dos años «limpios»: él en casa con su mujer y sus hijos; y ella empezando de cero desde una vivienda familiar en Huelin. También son voluntarios en el programa de ayuda a los que fueron llegando detrás y en este último año han sido el espejo donde se han mirado las personas con problemas de adicción que han hecho frente a su doble pandemia: la del Covid y la de las drogas.

Desde esa realidad extrema, Antonio dibuja un diagnóstico basado en la experiencia: «Ha habido muchos compañeros que por las dificultades de este año no han aguantado y han recaído en sus adicciones. Aunque no ha sido mi caso, el confinamiento y lo que ha venido después ha sido muy difícil». May comparte esa visión sobre el complicado equilibrio de las terapias a distancia en los peores días del encierro pero deja el mensaje en positivo: «Hablar las cosas ayuda porque todos tenemos un mal día, y ese contacto nunca ha faltado». Al fin y al cabo «sientes que todo el mundo está igual y que hemos pasado por lo mismo. Pero también –insiste– que de esto se sale».

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