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Existe un resorte mucho más poderoso que la fría estadística para medir la temperatura de ciertos dramas sociales: la experiencia en primera línea de calle. Lo sabe bien Pablo Mapelli, director del comedor de Santo Domingo, que a diario hace ese pequeño ejercicio de análisis ... en directo cuando abre las puertas de este espacio donde los fogones llevan meses funcionando a destajo. El reparto de las bolsas de alimentos –comida y cena– es a la una de la tarde, y unos veinte minutos antes comienza a ordenarse la cola en la acera que abraza el edificio, en el corazón de la Trinidad. Es ahí cuando Mapelli hace los cálculos que luego se convertirán en cifras pero que siempre tienen el rostro de las personas. Y en los últimos meses ha detectado que la presión «ha bajado un poco». O que, según esa experiencia cotidiana desde el umbral, hay menos gente en la cola.
«Eso sí, tenemos bastante más trabajo que en un verano habitual», aclara antes de entrar de lleno en la radiografía de una temporada que se prometía casi normal pero que aún sigue arrastrando los efectos de la gran crisis social que llegó de la mano de la sanitaria. En el caso particular del comedor, con el servicio habitual en las instalaciones aún suspendido por la pandemia. Y en un plano más general, porque la cuarta y la quinta ola se han llevado por delante la esperanza de una recuperación más intensa a pesar de las vacunas y de los últimos datos del paro en Málaga, que en el mes de julio registró la segunda mayor bajada del país por detrás de Barcelona, sobre todo en el sector servicios. Con esa foto fija desde la orilla, Mapelli prefiere mantener el equilibrio entre el «estamos mejor» y el «aún queda muchísimo por hacer».
Y entra de lleno en un diagnóstico que podría resumirse en que el verano ha servido de anestesia a la crisis social pero que, a la vez, esconde el riesgo de que ese calmante sea sólo un placebo: «La activación de la temporada turística es un hecho, pero también es cierto que los sectores que más trabajo generan en verano siguen estando muy castigados», explica.
El director del comedor de Santo Domingo incluye además en su análisis los tres motivos por los que la presión en las colas se ha reducido en los últimos meses, dejando atrás los picos históricos de demanda de ayuda que se registraron entre enero y marzo, cuando se superó la cota de los 14.500 servicios mensuales. En primer lugar, «hay gente que ha encontrado trabajo; el que sea, y aunque las condiciones no sean las mejores, sí sirve para tener la capacidad de prescindir de esta ayuda al menos por el momento». Mapelli también se refiere al hecho de que «muchas personas que dependían del comedor ya han cobrado, al fin, las ayudas del Ingreso Mínimo Vital o la Renta Mínima de Inserción», y, por último, expone un tercer fenómeno que ha contribuido a esa leve mejoría en las cifras: «Hemos detectado que hay un número importante de usuarios que han decidido regresar a sus países de origen, sobre todo latinoamericanos, nacionales de Europa del Este o marroquíes, que en este caso también se han marchado a países como Francia o Bélgica». Ese cóctel de trabajo-ayudas-retorno ha tenido un efecto inmediato en el perfil de las personas que se acercan a diario al comedor de Santo Domingo, ya que a juicio de su director «ahora hay muchas menos familias». A cambio, vuelve a estar en el centro de la necesidad «el vulnerable de siempre».
Si a Mapelli le basta abrir la puerta del comedor a diario para hacerse una idea de lo que hay y de cómo van evolucionando las cosas, el papel de Rafael Salcedo bien podría compararse con el de un gran director de orquesta capaz de detectar al momento dónde se han logrado afinar los datos y cuáles, en cambio, siguen dando la nota. Como adjunto a la presidencia de Bancosol (Banco de Alimentos de la Costa del Sol), está al frente del trabajo minucioso que implica el atender las necesidades básicas de cerca de 200 entidades sociales que trabajan y ayudan en la provincia. Desde su centro logístico de 1.900 metros cuadrados en el polígono de Trévenez han repartido más de dos millones de kilos de alimentos entre los meses de junio y julio y siguen asistiendo a 55.628 personas «de forma permanente y diaria».
2 millones de kilos de alimentos ha repartido Bancosol entre los meses de junio y julio. A pesar de la leve mejoría en los datos, siguen atendiendo a más de 55.000 personas a diario
90.000 servicios de comida se dieron en comedor de Santo Domingo entre el 1 de enero y el 1 de agosto. El pico máximo fue en marzo, con 14.500 en ese mes.
700 familias reciben asistencia cada mes en el economato de la Fundación Corinto, un centenar más que antes de la pandemia.
Por esa autoridad que le da el estar en primera línea, como Mapelli, Salcedo confirma esa «leve mejoría» que trae la burbuja del verano, pero la acompaña de un aviso claro a navegantes, en este caso, a gobernantes: «La situación a finales de año va a volver a ser muy difícil, y si no se ponen en marcha ya políticas y planes de empleo, nos enfrentamos a lo mismo que ocurrió en el año 2008».
Con esa proyección a futuro, el presidente de Bancosol vuelve su discurso al presente para celebrar que, al menos, «se nota que hay menos presión dramática. Ya no hay tanta desesperación como en meses anteriores». De nuevo, la 'vacuna' que representa el encontrar un trabajo con el que mantenerse tiene el mismo efecto que la de Pfizer o Moderna contra el Covid; y en esa estrategia de dar cañas y no sólo peces lleva trabajando Bancosol desde el año 2014. Precisamente los datos recientes de su programa de inclusión sociolaboral son los que hacen que Salcedo sume a su análisis otro motivo más para la esperanza: en todo el año 2020, esta iniciativa logró que 107 personas pudieran regresar al mercado laboral y dejar de depender de la ayuda alimentaria; y en los siete primeros meses de 2021, esta cifra ha escalado hasta las 166 personas, 75 de ellas en Málaga capital y el resto en otros diez municipios de la provincia.
Con esos datos en la mano, el presidente adjunto de Bancosol avanza que, más allá del motor del turismo y del sector servicios, existen otros dos capítulos capaces de acelerar la recuperación y, con ella, la paulatina conversión de personas vulnerables en personas autónomas: «La inserción de nuestro programa ha tenido dos pilares fundamentales en la atención sociosanitaria y en el sector de la logística; y además es algo común en toda la provincia, que se mueve más allá del efecto del verano y de la industria turística», explica Salcedo.
pablo mapelli
Director comedor de Santo Domingo
rafael salcedo
Adjunto a la presidencia de Bancosol
amalia gutiérrez
Junto con los comedores sociales y el banco de alimentos, el tercer gran pilar de la ayuda social para el sustento básico está en los economatos. Amalia Gutiérrez es la gerente de la Fundación Benéfico Asistencial Corinto, una iniciativa que nació en el año 2010 de la mano de una veintena de cofradías y hermandades de la ciudad y que tiene en su economato de la Alameda de Capuchinos el epicentro de la ayuda. A pesar de que ha cerrado en agosto para cumplir con las labores imprescindibles de mantenimiento, el trabajo en las últimas semanas para cubrir este mes de descanso y las necesidades de las 700 familias que atienden cada mes «ha sido intenso».
Gutiérrez echa sus propias cuentas para ilustrar por qué, en su caso, también parece que el verano da un respiro en la crisis social. Y no sólo entre usuarios; también entre el colectivo de voluntarios que, parados o en ERTE, decidieron que mientras no pudieran engancharse de nuevo al mercado laboral, lo mejor era ser útiles de otra manera: «Algunos han tenido que darse de baja porque los han llamado para volver a trabajar en estos meses; y en nuestro programa de familias no especialmente vulnerables, como autónomos o afectados por ERTE, también hay unas 4 de 40 que ya pueden valerse por sí mismas». La gerente de Corinto asume que estas cifras no dan para echar las campanas al vuelo, pero sí celebra como un éxito mayúsculo «cada persona que es capaz de volver a retomar su vida, aunque sea con un sueldo bajo».
Que en verano «hay un perfil de vulnerabilidad que también descansa» es algo que comprueba, año tras año, el edil de Derechos Sociales del Ayuntamiento de Málaga, Francisco Pomares, acostumbrado a que en estos meses «siempre baje la atención en los centros sociales». Más allá de los tímidos datos que maneja el sector que ayuda a los que van quedando por el camino, el concejal también destaca que los meses estivales traen un cambio en los hábitos cotidianos, y que eso al final tiene un impacto directo en la demanda. De hecho, Pomares sostiene que «esta leve recuperación puede ser, en realidad, un placebo». Y se explica: «En verano, en general, hay menos preocupaciones, las comidas se organizan con menos y la tensión desciende porque se vive más en la calle». Eso sí, también está convencido de que «en septiembre, con la vuelta al cole, crecerán de nuevo todas las peticiones de ayuda, por eso todos los programas municipales siguen activados para atender la demanda que llegará», zanja su análisis sobre un verano que tiende más al «espejismo» que al reflejo real y que no alivia el bochorno de ver que, a estas alturas, las colas siguen llamando a la puerta.
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