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'Tu segway no me deja caminar', 'tus decibelios no me dejan dormir' o 'tu Airbnb era mi hogar' son algunos de los mensajes (en castellano y en inglés) con los que cerca de un centenar de personas han querido denunciar este jueves en Málaga los efectos negativos del turismo de masas. El lugar elegido, a los pies del Teatro Romano y la Alcazaba, no ha sido casual, ya que es paso prácticamente obligado para todos los que visitan la ciudad; y tampoco la fecha de la convocatoria, porque hoy se conmemora el Día Mundial del Turismo. En una iniciativa conjunta desarrollada en una veintena de destinos europeos organizada por la Red de Ciudades del Sur de Europa contra la Turistificación, la plataforma abierta 'Málaga no se Vende' que integran una veintena de colectivos de la ciudad ha protagonizado esta tarde una concentración para reivindicar un turismo sostenible y de calidad. «No estamos en contra del turismo, estamos en contra del turismo que destruye nuestra ciudad, el que expulsa a los vecinos de sus barrios», ha insistido en dejar claro Ana María Salas, una de las representantes de Ecologistas en Acción que se han sumado a esta acción reivindicativa.
En la misma línea se ha expresado el portavoz de 'Málaga no se Vende', Antonio Somoza, quien ha puesto el acento en la proliferación de las viviendas turísticas, «que lo han desmadrado todo llenando de turistas el Centro y los barrios del entorno y haciendo que los alquileres de larga duración sean imposibles y se pongan por las nubes». La Casa Invisible, Stop Desahucios, el Sindicato de Inquilinos y asociaciones vecinales del Centro, Lagunillas o El Bulto han participado en esta concentración que ha concluido con la lectura de un manifiesto en el que, tras mantenerse un minuto de silencio por la última víctima de la violencia machista (la mujer fallecida en Torrox), se ha abogado por que «Málaga y su Centro sigan siendo un lugar para vivir y no un parque temático, donde puedan convivir habitantes y visitantes, con espacios dedicados al encuentro, el arte y la cultura, y donde no todo sea consumo».
«Lo único que pedimos es poder vivir en nuestro barrio, sin vernos obligados a mudarnos a otro sitio porque nos suban los alquileres o porque el ruido y las molestias de las viviendas turísticas sean cada vez más insoportables», afirmaba David, un joven que reside en un edificio del Centro en el que la mayor parte de los pisos han sido reconvertidos como alojamientos turísticos.
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