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La Casona está estos días envuelta en un halo de melancolía por los que ya no están. Como ese verano que no se quiere ir, pero que tiene que dejar paso al otoño. Si el pasado fin de semana decía adios el exconcejal socialista y ... arquitecto Carlos Hernández Pezzi, ayer tocaba despedir, aunque falleciera el 17 de junio, el que también fue edil del Ayuntamiento José García Castillo que, como enamorado del papel de la sociedad civil en el devenir de las ciudades y su desarrollo, también fue decano emérito del Cuerpo Consular, presidente de Unicef y de la Cruz Roja, de la Orquesta Filarmónica, vicepresidente del Ateneo y delegado regional de Nestlé, como ayer enumeraba con tesón Rafael O'Donnell, presidente del Club Liberal Málaga 1812, del que García Castillo también fue presidente cuando se refundó.
En un acto entrañable en el salón de los Espejos, O'Donnell, que presidía la mesa junto al abogado Antonio Garrigues Walker y el alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, glosó la figura de un exedil de 1976, de la época del también fallecido alcalde Cayetano Utrera Ravassa, y del que todos coincidieron que la bonhomía era su gran característica vital, así como «una actitud intelectual inquieta e insaciable» que le llevó a estudiar Derecho cuando tenía 45 años, una espinita clavada que tenía de no haber podido antes porque quedó huérfano a la edad de 14 años. Acabó doctorándose con una tesis sobre la historia de la institución consular en Málaga desde el siglo XVII hasta la actualidad, que en palabras del acual decano del Cuerpo consular, Rafael Pérez Peña, es un estudio tan exhaustivo, que no tiene parangón en España en estas lides.
Jovial y entretenido, como siempre, estuvo el conocido abogado Antonio Garrigues Walker, con el que tanto el fallecido como el decano del Cuerpo Consular y el propio alcalde de Málaga coincidieron en Partido Reformista Democrático (PRD), del que subrayaban que tenían muchas anécdotas una vez ya finalizó el homenaje.
La esposa de José García Castillo, Sofía López, y sus dos hijas Gabriela y Sofía, así como los nietos del exedil escuchaban atentamente en primera fila como Garrigues Walker hablaba del extraordinario sentido del humor de Pepe –al que todos referían así cariñosamente–, una virtud que en España se valora poco, como matizó. «Tener un amigo con el que te ríes es una fuente de salud», explicaba campechano. Y de ahí relató su trabajo en pos de la sociedad civil, así como por la cultura como valor máximo e idea máxima de la democracia. De García Castillo explicó que era un liberal que no aceptaba reduccionismos, «si se es liberal se es en lo cultural, en lo religioso y en lo político, si no no se es liberal», explicaba el letrado para pasar a decir que también había que aceptar que el otro «puede tener algo de razón; no se puede poseer toda la verdad».
Tras animar al público a participar y que intervinieran espontáneamente dos de los asistentes muy al estilo 'british', Gabriel Corrales y Alejandro Ponce, De la Torre definió el acto como muy hermoso, después de que Garrigues Walker afirmara que el encuentro no podía ser triste, al tiempo que el primer edil subrayaba que era una deuda que tenía el Cuerpo Consular con el que fuera su decano emérito. Subrayó su figura poliédrica, y coincidió con los demás, en el amor que le profesaba a Málaga el exedil.
La familia y los amigos finalizaban el encuentro visiblemente emocionados mientras en pequeños grupos ensalzaban la figura del fallecido, así como su sencillez y su capacidad innata para ayudar a los demás. Lo que viene siendo un filántropo. Hay actos que reconfortan y que nos reconcilian con el ser humano. Ayer fue uno de ellos.
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