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Han superado lo más complicado, vencer al cáncer de mama. Sin embargo, en esa lucha se han dejado mucho por el camino. Ya no son las mismas mujeres vitalistas y aguerridas que eran. Les atenaza el miedo a la recaída, se sienten inseguras y, en ocasiones, carecen de ilusión para reconstruir las personas que fueron. La enfermedad les ha dejado cicatrices imborrables, algunas se ven y en otras, la procesión va por dentro. Y en esa labor de recuperación y de acompañamiento para lograr que estas pacientes superen las secuelas físicas y emocionales que arrastran se encuentra un grupo de profesionales de la unidad de Oncología Médica Intercentros de los hospitales Regional y Clínico 'Virgen de la Victoria' de Málaga, con Emilio Alba y Bella Pajares a la cabeza.
Impulsado con el apoyo de Novartis y bajo el lema 'Mueve montañas', este programa pionero persigue la recuperación integral de estas pacientes (que ya han sido dadas de alta) en talleres semanales que se apoyan en tres pilares fundamentales: el ejercicio físico, los hábitos de vida saludables y el apoyo emocional. En ellos, durante tres meses, dos veces a la semana, las pacientes realizan ejercicios terapéuticos, adaptados y supervisados, que complementan con formación en alimentación para evitar el sedentarismo y la obesidad. Actualmente, este 'club de salud' tiene tres grupos de diez pacientes cada uno, que cuentan también con un taller de apoyo emocional, donde se les da las herramientas necesarias para que puedan afrontar con fortaleza esta etapa del proceso oncológico. «Se trata de pacientes de entre 25 y 65 años, sin evidencias del tumor en la actualidad, pero afectadas por las consecuencias del mismo», aclara la coordinadora del programa, Bella Pajares.
En este sentido, admite que los tratamientos conllevan secuelas físicas, como dolores articulares, fatiga, falta de equilibrio o de concentración, pero también emocionales para los que hace falta una rehabilitación. En su opinión, se trata de un programa que no debería solo ceñirse a las pacientes de cáncer de mama, sino a todos aquellos que conviven con el tumor u otro tipo de cánceres.
Y es que, según Pajares, en general, las afectadas responden muy bien: mejoran su calidad de vida; son más capaces de tolerar la incertidumbre; se aferran más al momento presente; aprenden a deshacerse de todo lo que no les hace crecer y a decir 'no'; se fomenta la unión de grupo al compartir los mismos deseos y al haber empatía, y se convierten en unas abanderadas y portavoces de la salud.
Este programa se desarrolla semanalmente en el gimnasio del área de Rehabilitación del centro de especialidades San José Obrero (antiguo Barbarela) gracias a la colaboración de la dirección de enfermería con Pablo Fernández, María Victoria del Moral, Ana Rosa Durán y Alejandra Acedo a la cabeza.
Hasta allí se desplaza cada semana Mari Carmen (Alicante, 1962), que con 43 años sufrió su primer cáncer de mama. Se lo detectó ella en la ducha tras notarse un dolor punzante en el costado derecho. Pero fue cogido a tiempo y tras la extirpación, una cirugía reparadora, radioterapia y durante un tiempo terapia hormonal, todo quedó en un «mal recuerdo». Hasta hace tres años en que nuevamente en la ducha, volvieron los fantasmas del pasado y, esta vez, con peor pronóstico: había dos tumores y al intervenirla comprobaron que estaban extendidos.
El miedo que sintió solo ella lo sabe; también, el que sigue bloqueándola a veces, el que le impide vivir tranquila. «Creía que ya había pagado mi cuota de enfermedad con el primer tumor, por eso, encajé mal el segundo años después». Viuda y con una hija mayor, sumó al drama de la enfermedad la desazón del confinamiento y de la pandemia en general.
Ahora pasa revisión cada seis meses después de que en 2021 recibiera el alta. Había superado por segunda vez el cáncer, pero la enfermedad ya había hecho mella en Mari Carmen, que siente que es una herida aún por cerrar. «Mi estado anímico no era bueno y la doctora Pajares me recomendó estos talleres, donde ahora me siento muy arropada por los profesionales que hay. Estoy bien, pero sé que puedo estar mejor, que puedo trabajar por ser la mujer positiva que fui antes de la enfermedad», admite esta paciente no sin reconocer que tras lo ocurrido se siente muy insegura y que le falta ilusión después aislarse mucho durante la pandemia.
¿Lo mejor de estos talleres? Cree que la meditación está siendo de gran utilidad, que le ayuda a pensar en el ahora cuando el miedo la paraliza. Pero también el ejercicio físico que realiza para tratar un linfedema (inflamación por la acumulación de líquido) en su brazo izquierdo y para mantenerse activa. «Con la enfermedad y la pandemia todo se paró a mi alrededor y con estos talleres entras en una espiral positiva que te ayuda a sentirse cada vez mejor», indica.
Como ella, Elvira Sánchez (Buenos Aires, 1963) ha encontrado en este programa el acompañamiento y la empatía que estas pacientes necesitan, «porque nadie mejor que alguien que ha padecido lo mismo que tú o que trata con esta enfermedad directamente para que te entienda», expresa Sánchez. En su caso, una autoexploración en 2021 la puso en lo peor. No se equivocó, pero la rápida actuación de su médico de Atención Primaria posibilitó que en tres meses ya estuviera operada. «No tengo palabras para agradecer la rapidez y el buen hacer de la sanidad en Málaga; nadie lo sabe hasta que pasa por algo así», expresa.
Ahora ha entrado en el programa 'Mueve montañas', donde la meditación le ha enseñado a gestionar el miedo, «a no crear fantasmas y a no pensar en el futuro, que es lo que nos hunde». Y solo tiene palabras de admiración para su nutricionista «cañera» María José de los Ríos. «Nos enseña qué es cada alimento y cómo la interacción de unos con otros puede bloquear la utilidad de alguno de ellos. Nos da la regañina a veces si no lo hacemos bien, pero es súper amorosa con nosotras. Es la cocina de siempre, pero utilizada con inteligencia y, aunque, es divertida, es todo un desafío», confiesa esta paciente que ya piensa en ser voluntaria de la Asociación Española contra el Cáncer «para devolver todo lo que yo he recibido», subraya.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Ignacio Lillo | Málaga
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