Chicho Marín ha traspasado generaciones como un cometa desde los 80, organizando fiestas para los más mayores, y campamentos de verano para los niños. No ... se puede ser más transversal, por cierto la palabra más cursi del momento. Dice lo que piensa y no se casa con nadie. Es un alma libre y aunque siempre lleva la sonrisa puesta tiene carácter. Pero también 'se desnuda' y ofrece su 'yo' más íntimo en esta entrevista: «Mi primer beso fue una noche de verano en las famosas verbenas del Candado, donde íbamos allí en los años 70 y casi 80».
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–Lleva surcando la ola desde los 80, pero también ha cautivado con sus fiestas a los más jóvenes. Ahora me toca exprimirle. Difícil tarea.
–Qué va si yo soy accesible. Tú pregunta lo que necesites, que yo te cuento lo que haga falta.
–De lleno, pues. Noche ochentera, ¿la noche entera?
–Sin duda. (Risas).
–Icónicos ochenta, ¿es cierto que no ha habido una década mejor en el último siglo?
–Creo que no, yo creo que la década de los ochenta fue la que nos dio todo lo que tenemos ahora y todo lo divertido que puede ser salir con los amigos y vivir. Fue una generación donde se abrió todo, donde no había hora, donde no había que pedir permiso para todo. Veníamos de una época oscura, y fue una apertura muy bonita en la sociedad.
–¿Difícil que se repita?
–Yo creo que sí porque ahora hemos llegado al otro extremo. Ahora nos quieren prohibir hacer de todo, debíamos acordarnos de los años 80.
–¿Mucho ofendidito?
–Mucho. Ahora molesta todo. Yo creo que la pandemia creó la figura del policía de balcón y eso continúa, ¿no?
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–Había un chiste de nuestra época, que ahora estaría cancelado seguro, y que le viene al pelo: usted trabaja donde los demás se divierten.
-Sí. (Risas). Me acuerdo. La verdad que desde mis orígenes siempre he trabajado donde la gente se divertía. Siempre me ha gustado ver la cara de felicidad de la gente.
–Pero porque usted se divertía también, ¿no?
–Sí, sí, yo procuro integrarme, siempre intento pasarlo bien. No hay nada mejor que hacer las cosas bien para que la gente disfrute.
–Qué guay. ¿Cómo decidió que la hostelería y el divertimiento serían sus modus vivendi?
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–Yo había tenido experiencias en los años 80 precisamente, cuando empezaba la carrera de trabajos esporádicos en bares. Luego me puse a trabajar en el Corte Inglés y justamente fui a caer en el departamento de discos. Y a raíz de ahí, empecé luego a contactar con empresas de catering, que vieron en mí la posibilidad de tener a alguien divertido dentro de su equipo.
–¿Pinchando música?
–Sí, estuve unos años muy buenos. Donde hacíamos grandes eventos. Hemos casado a muchísima gente, como digo yo, poniéndole la música en sus bodas. Y entonces, pues, vino una empresa de cátering de Jerez, y me fichó para montar la delegación en Málaga. Alfonso de Jerez fue mi escuela. Me fui a vivir allí y aprendí muchísimo. Estoy muy agradecido. Ahí fue cuando ya vi que este mundo era el que me gustaba.
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–Luego nació la solidaridad entre la música. ¿Combinan bien?
–Yo había hecho siempre colaboraciones, pues, esporádicas. A través de, precisamente, de las empresas donde trabajaba, de catering, pero lo veía todavía lejano. Trabajé para la Asociación del Cáncer, Célula Beta, y luego, a través de la Cofradía de Estudiantes, en VerbeRett, y la gente se dio cuenta que se podía divertir ayudando a los demás.
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–Vayamos a la tumbona de la playa. Tiene mucha fama en ambientes selectos el Bloody Mary. Pero eso de un cóctel de zumo de tomate... Argg. Díganos el suyo.
–Bueno, yo siempre he sido más de tomarme un buen gin tonic.
–Me acaba de matar.
–(Risas). Hombre echo de menos los cócteles de Bacardí, cuando estaba la fábrica de Bacardí en Málaga, y entonces pues sí, y esos daiquiris de piña o de limón o de fresa o los mojitos que hacían allí en el mismo cortijo, cuando íbamos a las bodas y a los eventos que se hacían allí.
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-Crítico las redes sociales con los políticos. No se casa con nadie. Es usted casi un espécimen en los tiempos que corren de la polarización.
–Siempre me ha gustado un poco defender o hablar de las cosas que realmente me importan, pero es verdad que soy muy visceral y ahora estoy aprendiendo a ser un poquito menos, a participar un poco menos, leer más...
–¿Demasiado ruido?
-A la gente se le va a dar vida en ello y creo que hay que vivir más momentos físicos como el de ahora, que por WhatsApp y por redes sociales, ¿no?
-Claro. Gracias. ¿Es usted de los que dicen que mejor una vez colorado que ciento amarillo?
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–Sin dudarlo.
–¿Recuerda su primer beso?
Sí.
-Bueno...díganos. ¿Fue una noche de verano?
–Pues sí, la verdad es que sí. (Risas). Fue una noche de verano en las famosas verbenas del Candado, donde íbamos allí en los años 70 y casi 80.
–No se preocupe, no vamos a indagar más. ¿Cuál es su fiesta de verano? ¿San Juan, la Virgen del Carmen, la feria?
–Bueno, cada una tiene su momento. San Juan ahora me gusta menos. La Virgen del Carmen, por supuesto, porque gracias a ella estoy otra vez por aquí. Y luego, la feria la disfruto muchísimo.
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-¿Por qué está aquí por la Virgen del Carmen?
–Porque hace 14 años tuve un episodio cardíaco. Y gracias a ella, que fue un 16 de julio, cuando me operaron, estoy aquí haciendo esta entrevista.
–¿Si volviera a nacer, viviría su misma vida o cambiaría algo?
–Cuando viene esa reflexión, yo viviría la misma vida. Sobre todo cuando tienes detrás a una mujer, tres chavales, todo lo que quieras cambiar supondría renunciar a eso. Entonces, yo estoy encantado con la vida que tengo.
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–Qué noche la de aquel año. ¿Qué noche fue esa?
–Uf.
–Pero, bueno...¿ha habido muchas?
–Risas. Bueno, yo recuerdo coger el petate, yo solo, en un autobús, irme a Madrid a ver a los Dire Straits. Luego encontrarme gente allí. Pues de esas ha habido algunas más...
–Los más jovencitos no nos van a entender. ¿Carambuco, Baluma o Pay Pay? (terrazas/discotecas de los veranos de los 80-90 en Jarazmín, La Cala y Chilches, respectivamente).
–Siempre Carambuco. Qué pena que ya no haya sitios así a los que ir.
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–Para terminar manifieste lo que quiera. Reivindíquese.
–A ver. Pienso. Dejen que la gente se lo pase bien y se divierta.
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