Secciones
Servicios
Destacamos
Con tan sólo 16 años, Rachid se echó al mar y dejó en Marruecos a su familia, a sus amigos, sus pertenencias y un futuro incierto; en definitiva, toda una vida construida que se desmoronaba cuando la decisión se iba haciendo cada vez más real. Llegó a las costas de Málaga a los pocos días de partir y fue saltando de un centro de menores a otro, pasando por algunos de Málaga, Granada o Almería. Cuando cumplió los 18, sin una figura de referencia a la que acudir, Rachid se topó con una realidad más dura aún: la calle como casa, sin techos ni paredes entre los que resguardarse.
Esta, como tantas, es la historia de esos chicos menores de edad que emigran hacia España en busca del futuro prometido, aunque al final, en muchos casos, lo que encuentran no es precisamente eso. Rachid ahora tiene 20 años y, aunque éste no es su nombre real con el fin de proteger su identidad, su situación sí lo es. Actualmente reside en uno de los pisos de acogida de la Asociación Marroquí y, aunque su vida se va encauzando hacia el futuro cocinero que quiere llegar a ser, este joven no tiene familia en la ciudad.
Por esta razón, para evitar la carencia de figuras de referencia de estos chicos, la Asociación Marroquí ha puesto en marcha un programa de colaboración en el que la sociedad malagueña tiene mucho peso. La importancia de crear un vínculo familiar externo al centro de menores ha sido el impulso que ha tomado este proyecto para hacerse realidad: «¡Tú puedes ser la clave de su futuro!», advierten en su cartel promocional.
Desde la entidad, Patricia Jiménez, trabajadora social y referente del proyecto, explica que si estos chicos menores de edad saben que tienen alguien fuera del centro que no es uno de los profesionales de la administración, su proyecto de vida puede cambiar sobre manera. Es decir, recibir el cariño y el afecto de una familia es esencial para su crecimiento, un sentimiento que para ellos se desvanece en cuanto salen de sus fronteras y que algunos, ni siquiera, han recibido por parte de sus progenitores. «Es importante que el menor tenga esa figura, sobre todo para su desarrollo emocional y de cara a una formación profesional», apunta Jiménez. Sobre este asunto, Rachid asiente convencido: «Sí, me habría ayudado mucho poder salir del centro y vivir experiencias distintas con una familia. En Almería, el centro donde vivía estaba en una montaña y había 30 minutos de coche para llegar... Seguro que este proyecto les va a dar mucha alegría», cuenta esperanzado.
En este sentido, hay que tener en cuenta que ser familia colaboradora no es igual que acogedora. Para este proyecto, lo único que se requiere es tener tiempo y cariño para entregarle a ese chico menor de edad. Jiménez explica que los requisitos para colaborar con ellos son mucho menos exigentes que si fuera una acogida. Por ejemplo, los interesados han de tener más de 18 años, los antecedentes de naturaleza sexual y penales en negativo, estabilidad emocional y un hogar con las condiciones mínimas de habitabilidad, aunque necesariamente el menor no tiene que tener su habitación propia, pero sí una cama donde poder dormir. El tiempo para pasar con ellos es libre, dependiendo de la familia acogedora, pero ha de estipularse previamente para «no marear al chico». Pueden ser, por ejemplo, periodos vacacionales, días de fiesta, fines de semana... «Nos basamos en la definición de familia que da la Junta de Andalucía, y puede ser desde una persona sola hasta un núcleo familiar de varios miembros. El requisito es tener entre 18 y 67 años», apunta la referente del programa.
Como este programa está enfocado solamente a chicos menores de edad migrantes, desde la entidad saben que la idea preconcebida de los 'MENAS' tiene un gran peso negativo que ellos rompen tajantemente: actúan contra la islamofobia cada día y a las familias interesadas les otorgan «los datos verídicos para quitarle esa negatividad cognitiva que tienen las personas de los chicos menores migrantes», como relata Patricia Jiménez.
Cuando se van de la entidad, en esa primera toma de contacto para conocer el proyecto y recibir más información, la idea de muchas personas cambia drásticamente: «Estos chicos necesitan mucho más apoyo emocional que otros niños, porque tienen ese desarraigo que es muy fuerte, una desvinculación familiar que muchos no superan. Son muy vulnerables socialmente y no conocen el idioma, por lo que se pueden adaptar al sistema educativo», explica.
Desde el Centro de Protección de Menores de Álora, su director, Pedro López, explica que muchos de los chicos que llegan no tienen un proyecto migratorio maduro, «porque tenerlo no es lo normal a su edad», así que la simple idea de que fuera del centro poseen una familia que quiere pasar tiempo con ellos desinteresadamente «les cambia mucho la estructura mental»: «Saben que hay alguien ahí fuera que quiere ayudarles, que no están solos aquí... Porque en los centros los profesionales les damos afecto, pero no es el mismo que pueden recibir de una familia», cuenta López.
Para conocer más en profundidad el proyecto, simplemente podemos escribir a familias.asociacionmarroqui@gmail.com o llamar al teléfono 952 21 89 87 de la asociación. Un pequeño gesto como éste, aunque sólo sea para tener más información, puede ayudar a muchos chicos a cambiar sus vidas por completo y desarrollar ese futuro que esperan: un hogar, una familia y un trabajo.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.