Un cáliz profanado en Irak recorre varias iglesias de Málaga para concienciar sobre los cristianos perseguidos en el mundo

Tras un periplo por Estados Unidos ha llegado a Málaga uno de los símbolos más representativos de la persecución religiosa en el mundo. Se trata de un cáliz que fue profanado en 2014 en Irak, en la ciudad de Qaraqosh, y que fue recuperado y donado a la Fundación Pontificia de Ayuda a la Iglesia Necesitada por la iglesia sirocatólica de aquella zona para que lo mostrara como ejemplo del sufrimiento que padecen miles de personas por el simple hecho de profesar la religión cristiana. «Este cáliz era utilizado por los yihadistas como diana para afinar la puntería. Lo que no se imaginaban es que volvería a ser consagrado y llevado por muchos lugares del mundo para celebrar la misa con él», explica Ana María Aldea, delegada en Málaga de la citada fundación, con sede en la parroquia de San Felipe Neri.

El primer sacerdote de la diócesis malagueña en celebrar misa con este cáliz, en el que aún se aprecian los orificios provocados por los disparos del Daesh, ha sido el párroco de la Estación de Cártama, Francisco González, en una eucaristía que el pasado domingo congregó a un buen número de fieles en la parroquia de San Isidro Labrador y Santa María de la Cabeza. La siguiente celebración en la que se utilizará será este jueves, en la iglesia de San Felipe Neri, cuyo párroco es Alejandro Pérez Verdugo, a las 19.30 horas; y en los días posteriores circulará por varias parroquias de la capital y de la provincia hasta el 17 de septiembre. Está previsto su uso el día 5 de septiembre en la Catedral, dentro de la novena a la Patrona de Málaga, la Virgen de la Victoria. Asimismo, viajará por Vélez-Málaga (día 6 de septiembre), Álora (día 7), Cártama (8), Alhaurín de la Torre (11) y La Cala de Mijas (13), entre otros templos.

«Este es un modo de concienciar de que en este momento son muchos los cristianos perseguidos en el mundo. Para nosotros es muy importante que este cáliz pueda estar aquí en Málaga», señala Ana María Aldea. «Es un 'tesoro litúrgico', es como celebrar con el cuerpo de Cristo atravesado por una bala», añade.