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Hay semanas en las que se acerca la fecha de entrega y la inspiración se resiste a acudir a la mente del dibujante. Es en esos momentos cuando la realidad acude en su salvación, y esta vez lo ha hecho en la forma de lágrimas ... del desierto. Las lluvias intensas y las nubes de partículas del Sáhara en suspensión son fenómenos habituales en nuestra ciudad, aunque rara vez se dan de forma simultánea, como estos días pasados. Pero ¡ay! El lirismo de los cielos anaranjados dura lo que tarda la costra de polvo en convertirse en un engrudo viscoso que impregna muros, ventanas, parabrisas e impermeables, y que convierte aceras y calzadas en pistas de patinaje. La fiesta de los instagrammers se ha transformado así en un frenesí colectivo de mangueras, cubos y fregonas. Eso sí, no nos esmeremos demasiado: los meteorólogos anuncian que la calima volverá en breve.
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