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Se llamaba Vicente Villena Chacón, nació en Málaga el 10 de diciembre de 1919, estaba soltero y tenía un hijo. Cuando desapareció, en el campo de concentración de Neuengamme, tenía 24 años.
Hasta aquí, el rastro que Vicente dejó en vida.
Su huella comenzó a borrarse en el momento que atravesó las puertas de esa antigua fábrica de ladrillos, construida a 30 kilómetros de Hamburgo y reconvertida en el campo de concentración más grande del noroeste de Alemania. También uno de los más desconocidos. Esa huella quedó suspendida en algún momento del año 1944 a las 09.53 horas. Lo dice el reloj de pulsera con esfera blanca y correa metálica plateada que los nazis olvidaron destruir una vez que huyeron del campo de Neuengamme y que espera recuperar el 'tic tac' en las manos de algún familiar de Vicente. Con él, un puñado escaso de documentos amarilleados y un anillo, probablemente de oro, en cuya superficie hay grabada una V abrazada por otro símbolo aún por descifrar. Igual que el resto de su vida.
«No tenemos más datos sobre él. Hace un mes, repasando archivos en Burdeos, supimos de la existencia de Vicente y que había nacido en Málaga. Todo lo demás es una incógnita». Lo dice al otro lado del teléfono Antonio Muñoz, investigador del Instituto de Ciências Sociais de Lisboa e investigador visitante de la Universitat Rovira i Virgili de Tarragona, que hace dos años se incorporó como voluntario al Archivo Arolsen, un centro de documentación sobre el Holocausto Nazi en Alemania que trata de reconstruir la huella de miles como Vicente a partir de los objetos que dejaron atrás cuando atravesaron la alambrada. Ese trabajo, casi de forense, ha permitido que unas veinte familias españolas sepan qué fue de los suyos. «Algunas desconocen, incluso, que sus familiares estuvieron en un campo de concentración», añade el investigador, a la espera de que los escasos hilos de los que ha comenzado a tirar para reconstruir la historia de Vicente terminen por cerrar el nudo en torno a su vida.
La de antes está hilvanada a partir de un puñado de hipótesis y algunos documentos policiales. Entre las primeras, que por su edad (24 años) «probablemente» huyera a Francia tras luchar en la Guerra Civil. Entre las segundas, una ficha de la policía de Burdeos fechada el 21 de mayo de 1944 que lo identifica con nombre y origen antes de que lo encerraran en un vagón de tren destino Alemania con 2.003 varones de 17 nacionalidades diferentes. 194, como él, españoles.
Tres más, malagueños. Sus nombres, Rafael Aguilera Calle (25 agosto 1914), Francisco Rodríguez Espada (17 de diciembre 1907) y José Torres Nieto (13 febrero 1913).
Las condiciones de aquel viaje al horror alemán fueron tan extremas que de los 2.004 deportados, 838 murieron en el viaje, 163 desaparecieron y 189 están identificados como 'Situations non connues' (situaciones no conocidas). 814 llegaron a Neuengamme. Uno de ellos fue Vicente, tal y como se recoge en su ficha de ingreso al campo, el 24 de mayo de 1944. Quedaban atrás tres días de viaje sin comida, sin agua, sin espacio y sin esperanza. Los testimonios que han llegado a los historiadores confirman que la mayoría de españoles eran excombatientes de la Guerra Civil y estaban vinculados a movimientos antifascistas, comunistas y anarquistas; y que fueron etiquetados por las autoridades francesas como 'extranjeros indeseables'.
En el convoy, compuesto por 20 vagones, había que hacer turnos para dormir pequeñas siestas, en pie y agarrados a los barrotes de los ventanucos. Algunos los chupaban para encontrar algo de alivio. El que caía tenía casi garantizada la muerte. Cuando pedían agua, los vigilantes alemanes señalaban directamente los cubos de orina de los presos.
En el campo de Neuengamme, que llegó a albergar a medio millar de españoles, las condiciones de vida no fueron mucho mejores. Una vez allí, las SS dividían a los presos en algunos de los 85 subcampos de trabajo en función de las profesiones de cada uno. El último documento que se conserva de Vicente es, precisamente, de ese momento. Vincent Villenain. Número de preso: 32.008. Profesión: 'bäcker' (panadero). «¿Que si pudo ir a las cocinas por eso? No sabemos (...). Muchas veces el perfil daba igual; siempre te podían poner a cavar zanjas», avanza Muñoz, incapaz de confirmar si Vicente fue uno de los 9.500 presos que, tras la destrucción de la fábrica, caminaron hasta el campo de Sandbostel en las conocidas como 'las marchas de la muerte'. Tampoco si sobrevivió. Sólo quedan sus cosas: unos cuantos documentos, un anillo y un reloj parado a las 09.53 que aguarda ese pulso nuevo al abrigo de la familia de Vicente. Y con él, el de la memoria.
**Si conoce algún dato de Vicente Villena Chacón o de algún miembro de su familia puede ponerse en contacto enviando un email a aperezbryan@diariosur.es
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Ignacio Lillo | Málaga
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