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Que el mundo no se puede permitir dejar por el camino al 50% de su población es una evidencia que sin embargo está muy lejos de ser asumida por todos. Las mujeres, y especialmente las niñas, representan «una fuerza motriz vital» para el desarrollo, por eso «la protección de esta parte de la población no es sólo una cuestión de derechos, sino también de rentabilidad para los países». Lo decía ayer en Málaga, en una conferencia en la Facultad de Educación de la UMA, Bibiana Aído, que fuera la ministra más joven de la democracia con el Gobierno de Rodríguez Zapatero –asumió la responsabilidad con sólo 31 años– y encargada de una cartera inédita hasta el momento en España que introdujo en la agenda una cuestión que hoy, una década después, ya se asume como imprescindible: la igualdad entre hombres y mujeres. A esa trinchera sigue vinculada Aído, aunque en este caso desde ONU Mujeres y como representante de este organismo en Quito (Ecuador).
Desde esa responsabilidad, la exministra compartió con alumnos y profesores su visión de las cosas con motivo de la celebración del Día Internacional de la Niña, y lo hizo con un discurso inclusivo que si bien hace esos diez años representaba una novedad –y casi una polémica por sus reflexiones puntuales sobre la necesidad de decir, por ejemplo, 'miembra'– hoy ya no suena extraño.
Pero una cosa es el lenguaje y otra muy diferente la realidad. Y en esa realidad, insistió Aído, hay un titular incontestable que enunciaba desde su experiencia personal: «Desde que me fui de España he podido comprobar que la igualdad real aún no existe». Quizás se ha avanzado –admitía– en los derechos de las mujeres, «pero las niñas siguen siendo aún hoy el eslabón más débil de la cadena». De ahí la importancia de que se visibilicen días internacionales como el de ayer, porque a su juicio «si protegemos a la mujer desde su niñez también protegeremos su futuro potencial». O lo que es lo mismo: se garantizará su papel en la construcción de un futuro «en igualdad», con todo lo que eso implica para los países. En este sentido, la exministra se apoyó en cifras internacionales para reforzar su reflexión: «Por cada dólar de inversión en educación de las niñas se ganarían 30 para la sociedad y 17 millones de niñas podrían salir de la pobreza aprendiendo a leer. Además, que un niño o una niñas tengan una madre que sabe leer les garantiza más posibilidades de sobrevivir por encima de los cuatro años».
Sin embargo, la lucha contra la vulnerabilidad de las niñas en los países en vías de desarrollo sigue siendo un reto pendiente, y aunque la comunidad internacional ha hecho avances «importantes» en escolaridad, salud y nutrición, aún queda mucho trabajo por hacer. Así lo explicó Aído, quien avanzó que «desde el nacimiento de una niña hasta que tiene diez años hay bastante protección, pero sin embargo está pendiente ese mismo desarrollo en la segunda década, cuando empieza la pubertad». En efecto, entre los 10 y los 20 años las niñas se ven expuestas a amenazas específicas que pueden determinar su futuro: «La falta de una segunda enseñanza o de salud sexual, los matrimonios forzados, las enfermedades de transmisión sexual o los embarazos precoces son algunos de estos problemas», destacó la exministra.
De nuevo, Aído echó mano a las cifras que sostienen esta realidad inquietante: más del 50% de mujeres y niños que viven en países en desarrollo no tienen acceso al agua potable, a la salud y a la vivienda; la mutilación genital afecta a 200 millones de mujeres y niñas en todo el mundo; 12 millones de menores son forzadas a casarse; un tercio de las niñas sufrirá violencia física o violación y, en fin, la proporción de analfabetas sobre sus iguales varones es mucho mayor en estos países.
En este escenario, la exministra del Gobierno de Zapatero recordó que la educación «es la única herramienta para promover un cambio global». Y no sólo en los países en vías de desarrollo, sino también entre los que han alcanzado cotas elevadas de desarrollo y confort pero que aún tienen pendiente el reto de la igualdad. En este segundo grupo, las mujeres aún tienen que enfrentarse «con los problemas de la paridad en la esfera pública y privada, de la brecha salarial y del desempleo». Además, dibujaba Aído en su radiografía global, «nosotras dedicamos tres veces más tiempo al trabajo doméstico, es decir, al no remunerado», y aún está pendiente el «empoderamiento económico y político»: «A medida que incorporan más mujeres a la política se van sumando a la agenda cuestiones que también son fundamentales, como la conciliación, la paridad o la lucha contra la violencia de género», destacó.
En esa estrategia transversal que avance hacia la igualdad real «han de implicarse todos los sectores, públicos y privados, y por supuesto también los hombres». La importancia de insistir en ese mensaje desde edades tempranas la ha dejado Aído sobre la mesa en una de sus últimas reflexiones: «Igual que el sexismo se aprende desde la infancia, también la igualdad se puede llegar a aprender desde la infancia».
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