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Entrar en la Alcazaba ya es un subidón. El que supone salvar la cuesta, se ve que los musulmanes eran ágiles y estaban en forma; las 'bellevue' de las ciudad a 360 grados, y la inspiración de unas estancias que podrían llevar al visitante a ... recrear 'Las mil y una noches'. El enclave es mágico. De eso no cabe la menor duda, el monumento más visitado de Málaga por goleada: casi 1,2 millones de tickets junto a Gibralfaro en 2019 antes de que el coronavirus todo lo trastocara.
Decenas de visitantes suben por la entrada tradicional, esa cuesta al cielo, mientras que el ascensor es otra opción para los que van con la agenda apretada, como la edil de Cultura y portavoz de Ciudadanos, Noelia Losada. Dentro de la fortificación ya da buena cuenta subiendo por el cerro hasta el muro de los franceses de que está en forma, entre risas y admiración del resto de la comitiva, de la que algunos se quedan abajo por los rigores de la pendiente. El camino es empedrado, duro, no apto para todos los públicos, pero se vislumbra glorioso si a través de él se llega hasta el castillo de Gibralfaro. De castillo a castillo y tiro por que me toca. El caminito del rey de la Alcazaba.
No hay puentes colgantes, pero sí pendientes de vértigo, y en la mente el hecho de saber que era la ruta obligada hace centenares de años. Se tiene constancia por primera vez de la Alcazaba en el 755, cuando Abd-al-Raman I desembarca en Almuñécar, y no era para pasar el verano precisamente. Se proclama emir, iniciándose con este hecho el Emirato Omeya, del que es afín la ciudad de Málaga.
Es la Coracha terrestre, relacionada con la defensa y la comunicación de la Alcazaba y Gibralfaro. Estos caminos eran estratégicos y tenían su razón de ser para dar acceso a los castillos y aprovisionar en caso de asedio a los defensores del recinto. Según Torres Balbás, la coracha es «el espolón de muralla, que arrancado a la muralla general del recinto avanza para proteger una puerta o aislar una zona inmediata (...)». De ahí, que el proyecto de Losada de rehabilitarla y salvar el muro y el bastión francés del siglo XIX tiene como objetivo recuperar la historia para vivirla paso a paso, en escalada. Las entradas, los accesos a esta zona trasera de la Alcazaba, a este espolón, sería –todavía a estudiar– a través de la torre del Homenaje o de la plaza de Armas, como explica Losada durante el recorrido. «En la Alcazaba no sólo hay que hacer planes de mantenimiento y conservación, hay que recuperar todo el patrimonio que sea recuperable, y este es un proyecto muy necesario porque es un camino único», explica, acompañada de la jefa de servicio de la Alcazaba-Gibralfaro, Susana Escobar; el asesor de Cultura y Deportes, Alejandro Carballo y el responsable de mantenimiento, Alfonso Gómez, que maneja las llaves del recinto amurallado como los antiguos serenos. Los visitantes, envidiosos, sugieren que esto no es un trabajo, esto es un regalo. Sonrisas de complicidad.
La Coracha terrestre, la unión, no sufrió cambios en la época inmediatamente posterior a la conquista de la ciudad por los Reyes Católicos, pero como el centro de la ciudad se fue trasladando tras perder la fortificación su posición estratégica con la utilización masiva de la artillería, este camino se fue deteriorando a pasos agigantados.
Sin embargo, muchos siglos después, en el XIX, la invasión de los franceses y la llegada de su ejército supuso un reforzamiento del conjunto militar, pero más tarde Carlos III lo desmilitarizó y propició la construcción de un pintoresco barrio en el que vivían medio millar de personas. De la época de los franceses quedaron murallas y un mirador, que ahora tienen que salvar en el camino hasta la puerta de acceso a Gibralfaro. Es un recorrido de unos 500 metros lineales montaña arriba, con un desnivel de 58 metros, y la intervención se produciría en unos 4.100 metros cuadrados, según el proyecto que ha elaborado Walter Scales Arquitectos, que necesitaría de una partida de 2,3 millones de euros. Losada pretende presentarlo al programa del 1,5% cultural que pone en marcha el Ministerio de Fomento. La Ley de Patrimonio-Histórico establece la obligación de destinar de los contratos de obras públicas al menos una partida de un 1% a trabajos de conservación o enriquecimiento del Patrimonio Histórico Español, por lo que esta recuperación histórica le viene como anillo al dedo, como subraya el equipo naranja a punto de llegar al muro francés por un auténtico camino de cabras.
La rehabilitación de la unión entre la Alcazaba y Gibralfaro, además de restaurar un paso histórico, que se usaba desde los inicios de la fortificación, supone darle la opción a ciudadanos y turistas de experimentar esa subida a pulmón, con sus recesos hasta el castillo, desde el que se dominan las mejores vistas de la ciudad. La ruta, como subraya la memoria del proyecto, tendrá un tratamiento específico de pavimentos, nueva señalización, áreas de descanso, interpretación, mobiliario, iluminación eficiente y vegetación propia de la zona. El desnivel se domeñará con una escalera de madera, de bajo impacto paisajístico conforme a la normativa de accesibilidad. Viéndolo entre la maleza y el pedregal ya se vislumbra como un soplo de aire fresco en el corazón de Málaga. Una ruta para explorar Gibralfaro, un viejo camino que descubrir.
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