Un nutrido grupo de 'planespotters' se encuentra a pocos metros de la pista del aeropuerto de Málaga para hacer fotos a los aviones. Ñito Salas

Aviones en el estómago

El aeropuerto de Málaga es un destino apetecible para fotografiar a estos gigantes del cielo

Sábado, 7 de diciembre 2019

Montserrat Pin se echa al hombro una mochila pesada. En la mano izquierda sostiene una pequeña tumbona plegable y en la otra el cuerpo de una cámara profesional. Son las ocho de la mañana de un sábado de noviembre. El cielo dibuja un azul ... intenso y está limpio de nubes. No hace un día de playa porque el viento viene helado y corta como una navaja. Montserrat empieza a colocarse un chaleco reflectante, pero se le estanca por el grosor de su abrigo. Algunos tirones con el torso y logra ajustar los cierres de velcro. Es su primera mañana en Málaga y si se le pregunta por el motivo de su viaje responde de forma lacónica: «Ver aviones». Hay una entrada de seguridad en la parte del aeropuerto que pega a la fábrica de cerveza San Miguel. Aquí hay una garita y dos agentes de la Guardia Civil. Quien pasa el control de seguridad accede directamente a la pista.

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Un vistazo más tarde, Montserrat ya no es la única que está aguardando a que la autoridad proceda al habitual cacheo. Ahora hay unas 50 personas y todos comparten una misma afición. Algunos se conocen entre ellos y otros no. Luis Álvarez también es de Madrid y se considera un cazador. Luis Vaz, que ha hecho el camino desde Lisboa, está más interesado en conseguir una fotografía plástica y no le importa si la matricula se ve algo borrosa. También han venido de Austria y de China. Shery Shalchian, un hombre alto y robusto con bigote curvado, es de Irán.

La afición que comparten no es una afición muy común. Al gremio en cuestión se les conoce como 'planespotters' (ojeadores de aviones). Es la palabra inglesa que se utiliza para referirse a las personas que se dedican a capturar imágenes de aviones con sus cámaras. A uno le da por los maratones y a otros por ir a pescar. Aquí la pasión pasa por ver despegar o aterrizar por enésima vez a un Airbus 320.

Todo se sustenta en seguir atesorando más fotografías en el archivo personal. Visto todo desde fuera, se podría decir que todavía existen personas que tienen un plan, aunque solo sea un plan de vuelo. Estetas de la movilidad cotidiana o historiadores de lo aparentemente profano. Luis Álvarez es uno de ellos.

Luis es un tipo fornido que habla con acento madrileño. De lunes a viernes es administrativo en la oficina de un banco. Con nostalgia recuerda su primera cámara, una Minolta X250. «El término aerotrastornado me define perfectamente», dice de sí mismo y reconoce que tiene fotos de aviones que ha hecho por medio mundo. Luis ha viajado a muchos sitios, pero ha estado en pocos lugares. Salvo excepciones, el único recorrido que suele hacer es el que separa la terminal de la pista de aterrizaje y al revés. «De Iberia tengo toda la flota y de Air Europa también. En realidad, casi de todas las aerolíneas europeas», presume y argumenta como lo hacen los militantes a una causa.

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Esta afición no es muy común y las cámaras que se utilizan superan los 10.000 euros

Sin pausa, empieza a relatar de sus viajes. Más bien, cacerías con cámara. Si una turbina propulsa los aviones, a él se le acelera ahora la suya interna. Hace poco, por ejemplo, Luis estuvo en Londres para asistir a una exhibición de vuelo. Luego dio el salto directo a Ámsterdam. En Schiphol, así se llama el aeropuerto de la capital holandesa, los 'spotters' cuentan con una plataforma propia para hacer sus fotografías. El centro histórico de Ámsterdam, supone Luis, debe ser muy bonito. Para los que son como él, el umbral de la felicidad lo marcan nombres como Emirates o Qantas. Iberia y el resto de las aerolíneas europeas: aburridas. Alitalia, sin embargo, rompió una vez la rutina y empezó a lucir el logo de McDonald's en el fuselaje. Poner un avión de estos ante la cámara equivale al astrónomo que le da nombre a una estrella.

Un control de seguridad exhaustivo después, media docena de chalecos antirreflectantes están apriscados en un autobús que se dirige a la pista 13-31. Es el código para la antigua pista del aeropuerto malagueño. El flamante director, Pedro Bendala, también se encuentra a bordo y depara sobre las bondades de su nuevo destino. Solo por los objetivos de las cámaras, el valor que se custodia en los maleteros laterales supera de lejos los 100.000 euros. Cuando se llega al punto de destino después de un recorrido más largo de lo esperado, el grupo baja y se coloca en paralelo al asfalto. Si desde el cielo todo es como una miniatura, ahora todo se percibe gigante. Como una de esas líneas de fusilamiento que salen en las películas, se montan los trípodes y se enroscan las cámaras. Al contrario de lo que pasa en la ornitología, los pájaros que están a punto de caer no exigen silencio.

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El colectivo En Aire posa para una foto de familia en Málaga. El expresidente de la Junta de Extremadura, José Antonio Monago, que se ha desplazado hasta la ciudad. La afluencia es internacional, como demuestra esta imagen en la que dos aficionados ojean un catálogo de aviones. Ñito Salas

El gigante blanquiazul zumba al descender del cielo y aparece de la nada. José Antonio Monago calla. El expresidente de la Junta de Extremadura lleva 30 años fotografiando aviones y asegura que se trata de su «pasión secreta». Hoy es uno más y detrás de sus gafas de sol, aprieta los ojos y pulsa el disparador de su cámara. Cuando toma tierra un avión de Ryanair, tipo Airbus, tampoco lo considera algo espectacular. Aunque sigue apuntando religiosamente. Las salidas y las llegadas ya empiezan a sucederse en un ritmo de cinco minutos. Ahora aparece un avión privado. ¿Es un Gulfstream o más bien un Learjet? La duda persiste. «Ese sí que es bonito», señala, no obstante, José Antonio. Acostumbrado a desenvolverse en el Parlamento de Extremadura, el torso acompaña ahora de forma lenta y pausada. Dibuja un giro de 90 grados y la cámara dispara varias ráfagas.

De fondo se escucha el traqueteo y el clic del resto. José Antonio previsualiza y observa siempre sus capturas: «No está mal. Yo soy más plástico: busco un momento, una luz». Poco 'photoshop', añade y precisa que, para él, «es la herramienta del mal fotógrafo». La parte bibliotecaria viene en casa. Las fotos se descargan y se desechan las que no valen. Cada avión se archiva de forma minuciosa. Si hay algo que merece la pena, se comparte en foros. Al final de la jornada, este grupo de 'spotters' habrá estado más de diez horas haciendo fotos. Cristian González, malagueño de 20 años, tiene grandes planes. «Claro que quiero ser piloto», dice antes de seguir soñando.

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Tres 'spotters' capturan a un Airbus de Easy Jet que acaba de aterrizar en el Aeropuerto de Málaga. Ñito Salas

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