Secciones
Servicios
Destacamos
Con los datos en la mano y la experiencia reciente a la espalda, el doctor Juan Aguilar, médico psiquiatra y jefe de la Unidad de Salud Mental Infanto-Juvenil del Hospital Regional (antiguo Carlos Haya), recuerda con nitidez la advertencia que compartió con él el ... eminente psiquiatra Marcelo Pakman sobre un fenómeno que ya era una realidad en Estados Unidos y que, a su juicio, «no tardaría» en llegar a España. «Ya mismo, en vez de tanta anorexia en adolescentes, tendréis muchos más casos de autolesiones». De aquel diagnóstico –recuerda Aguilar– hace ya «bastantes años» y «eso no nos ha llegado hasta ahora».
–«Pero llegar, ya ha llegado», zanja recordando a su colega.
Ese «ya ha llegado» se traduce en las cifras recientes que han registrado el doctor Aguilar y su equipo desde la primera línea de las Urgencias del Hospital Materno Infantil, y aunque el especialista constata que el repunte de las autolesiones es una realidad hasta el extremo de poder decir que «se han disparado» junto con otras patologías vinculadas a la salud mental en niños y adolescentes, también hay que aportar «muchos matices». Sobre todo, por las interpretaciones que desde algunos sectores tratan de vincular –casi en exclusiva– ese crecimiento con la pandemia y con el efecto que el encierro y todo lo que ha venido después ha tenido en la salud mental del grupo de población de entre 12 y 18 años. «Sí es cierto que la pandemia ha tenido un efecto acelerante, pero este fenómeno ya estaba al alza antes de que llegara el Covid», avanza el psiquiatra antes de entrar de lleno en los números.
Esa estadística, que el especialista comenzó a elaborar el pasado mes de junio a partir de su propia experiencia y la de sus colegas a pie de urgencia, deja una realidad que no han pasado por alto los especialistas, conscientes de que «el sistema se ha tensionado mucho y no estamos preparados para abordar los problemas de salud mental en los más jóvenes en condiciones normales», insiste el jefe de la unidad. En primer lugar, porque si hace cinco años «era excepcional ver a un niño en el Materno o en el Civil por un problema de salud mental, estas urgencias son ya diarias», a razón de una media de un paciente al día. En segundo lugar, por la bajada en los tramos de edad, ya que antes el grueso de la atención se concentraba «en el centro de la adolescencia (16 ó 17 años) y ahora la media está en los 11 o 12 años».
Y en tercer lugar, por las patologías que refieren en el momento de llegar a las urgencias: el mayor crecimiento está, en efecto, en las autolesiones (ya son el 20%), aunque también existe un amplio grupo de pacientes (26%) atendidos por intentos autolíticos, es decir, «intentos más serios a través, por ejemplo de la ingesta de medicamentos». El 13% tiene ideación suicida y otro 26% trastornos de conducta (violencia o una impulsividad disparada). Cierra la estadística el 6% de pacientes atendidos por problemas vinculados a la conducta alimentaria.
En los niños más pequeños (menos de 8 años), en cambio, el mayor repunte está en el capítulo de las somatizaciones, es decir, a expresar una angustia emocional a través de un síntoma físico (fiebre, dolores de barriga o de cabeza, trastornos en el sueño...): «Han crecido muchísimo en la pandemia, y aunque tienden a estabilizarse cuando el estrés general afloja, tengo la sensación de que las situaciones de tensión familiar van en aumento y eso termina por afectar a los más pequeños, que no tienen capacidad de expresarse de otra manera», zanja Aguilar para terminar de dibujar el escenario.
A esa fotografía le sigue ampliando el foco el psicólogo forense, pedagogo terapeuta, psicólogo especialista en psicoterapia y exdefensor del Menor en la Comunidad de Madrid Javier Urra, de acuerdo con el doctor Aguilar en que «han aumentado de manera significativa los casos de chicos de entre 12 y 18 años» que pisan una urgencia por un problema de salud mental. En su caso, Urra estima que en sus hospitales de referencia (Gregorio Marañón, la Paz o el Niño Jesús) el incremento está en torno al 25%. Y tanto en la clínica ambulatoria que el especialista dirige en Madrid como en su centro de internamiento, a 70 kilómetros de la capital, el crecimiento de la presión asistencial «también ha sido importante», admite. «Sobre todo –añade– nos están llegando chicos con patologías más clínicas: depresivas, autolíticas y obsesivas», un fenómeno que ya estaba al alza antes del encierro pero que se ha intensificado en los últimos meses. «Era previsible, porque ha habido mucho sufrimiento y eso termina aflorando con el tiempo». En los antiguos pacientes, sobre todo los chicos con pensamientos obsesivos o de abusos de consumo, con «un mayor daño» y un retroceso en su recuperación; y en los nuevos, con un repunte en cuadros como el de las ideaciones suicidas o las autolesiones.
Juan Aguilar. psiquiatra
Javier urra. psicólogo forense
Remedios aranda. psicóloga educativa
miguel guerrero. psicólogo clínico
«Ese tema se nos ha escapado de las manos y ahora estamos viendo los resultados», diagnostica Urra, que sin embargo no es capaz de discriminar si este nuevo escenario «es consecuencia de la pandemia o por el abuso de las redes sociales que incitan a las autolesiones». O a una mezcla de ambas. El psicólogo se refiere a mensajes ampliamente extendidos entre los adolescentes como «si tu madre se pone un poco pesada, te cortas el brazo y se te va la ira», aunque también que los resortes para dar el paso adelante son mucho más complejos. A ellos se refiere la psicóloga educativa Remedios Aranda, en la misma línea que sus colegas cuando se le pide un diagnóstico sobre salud mental y adolescentes: «El repunte del pensamiento obsesivo ha sido brutal», emite escueta. Sobre las autolesiones, la especialista indica que los adolescentes –sobre todo, chicas en torno a los 14– recurren a los cortes como una estrategia «para liberar la ansiedad porque no saben cómo liberarla por el cauce tradicional».
Como si el dolor físico inmediato sirviera de anestesia temporal al dolor emocional. Y cuando el primero acaba, vuelta a empezar.
Frecuencia Una urgencia de salud mental en niños o adolescentes al día se registra en el Materno. Antes, eran excepcionales.
Factores de riesgo Ansiedad, depresión, problemas en casa, aislamiento, dependencias (por ejemplo, a las pantallas).
Principales problemas Niños: Somatizaciones y pensamientos obsesivos. Adolescentes: Autolesiones, ideaciones suicidas, depresiones, pensamientos obsesivos.
El debate incorpora a Miguel Guerrero, psicólogo Clínico y coordinador de la Unidad de Prevención e Intervención Intensiva en Conducta Suicida (UPII Cicerón), que suma la labor que se realiza desde el Hospital Clínico y el Costa del Sol de Marbella y que es la única en su género en Andalucía. El especialista insiste en que a la hora de hablar de autolesiones, hay que tener en cuenta la finalidad que tienen: «Afortunadamente, la mayoría no quiere matarse: tiene más que ver con la manipulación del entorno, la petición de ayuda, la mejora del sentimiento de vacío o el drenaje de las angustias». «Pero eso sí –insiste–, en todos los casos se necesita un tratamiento adecuado porque esa solución de la historia previa es determinante para evitar conductas de riesgo en la edad adulta».
El trabajo, en este sentido, ha de librarse en dos frentes. De un lado, desde el punto de vista clínico, ya que a juicio de Guerrero «la pandemia está incidiendo en los perfiles de riesgo para las conductas suicidas y, si no hacemos nada ahora –dice insistiendo en el «ahora»–, en uno o dos años podemos ver ese crecimiento en las estadísticas». En esos perfiles de riesgo, el psicólogo incluye a los chicos con problemas de ansiedad, depresión, alta conflictividad familiar o dependencias; aunque también aclara que «si se dan las condiciones adecuadas, puede ser cualquiera». Es decir, que no hace falta padecer un problema de salud mental para tener una conducta suicida.
El segundo gran pilar de sostén, y sobre todo de identificación de las señales para afrontar el problema a tiempo, está en las familias. En este caso, Aranda admite que los padres «están muy desesperados y muy perdidos, y se quejan de la falta de comunicación con sus hijos (...). De repente, los ven diferentes, saben que algo pasa pero no el qué». Existe la posibilidad, añade la especialista, de que los adolescentes «focalicen ese malestar en sus padres, para castigarlos. Si el niño no habla, hay que estar pendientes y ver qué cosas han cambiado de forma aséptica; y en los momentos de buena comunicación, ponerse de su lado y, sobre todo, escuchar sin juzgar. No es el momento de los reproches».
Urra coincide con su colega en las mismas palabras: «perdidos» y «desesperados», y además incorpora un cambio significativo y reciente con respecto al momento en que los padres deciden, en los casos más graves, ingresar a su hijo en un centro especializado como el suyo: «Tradicionalmente venían en septiembre, cuando se habían ido de vacaciones y al estar juntos se habían dado cuenta del problema del chico. Ahora, sin embargo, el mayor pico de ingresos lo hemos tenido en julio».
En este escenario, sin embargo, los especialistas se muestran muy críticos con los recursos con los que cuenta la sanidad para afrontar esa demanda creciente de asistencia. Más allá de la infraestructura privada, a la que no todas las familias tienen acceso, la pública tiene importantes lagunas. «Si hay pobreza de medios en la salud mental de los adultos, en la de niños y adolescentes ya es desastrosa», se queja sin rodeos el doctor Aguilar, al frente de la única unidad de referencia de la provincia en el Materno Infantil junto con otra, mucho más limitada, en el Marítimo de Torremolinos. Y añade: «Ni siquiera está reconocida la especialidad médica; yo llevo más de 20 años escuchando promesas, y no se ha hecho nada».
En línea con esa tesis, Guerrero termina con una reflexión que da que pensar al hilo de los últimos datos del Observatorio del Suicidio, donde por primera vez, en 2019, esta lacra superó a los tumores y a los accidentes de tráfico como causa de la muerte de chicos entre 15 y 29 años: «Ha habido compromiso y recursos en oncología infantil y en seguridad vial; pero yo me pregunto: ¿dónde están esos medios para disminuir los suicidios en niños y jóvenes?».
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Fallece un hombre tras caer al río con su tractor en un pueblo de Segovia
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.