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Muchos malagueños ya disfrutan (han esperado mucho tiempo incómodos) de los nuevos arreglos y la peatonalización de la calle Carretería, que luce en su primer tramo renovada desde hace unas semanas. No obstante, hay otra cara de este arreglo, que desgraciadamente no tiene que ver con buenas críticas. Esta vez no tienen que ver de manera directa con las administraciones (que pueden mejorar algunos aspectos), sino, una vez más, con el civismo.
Lo cuenta P. González, lectora habitual de SUR: «Tenía ganas de pasear un domingo por la calle Carretería que hemos visto levantada estos dos últimos años. Creo que le dará un plus más al Centro histórico; no obstante, creo que hay detalles que hay que cuidar para que no se convierta en una zona desagradable al paso. En primer lugar, las zonas de árboles tienen la tierra esparcida a su alrededor al no haber ningún elemento que las cubra. Los perros que pasean por este enclave renovado escarban, hacen sus necesidades y todo se queda patas arriba, incluidas cacas y restos de orina, que provocan un hedor inaguantable».
Este último aspecto, el del hedor, es un problema que hay en calles colindantes, como son Mariblanca y Peña, que llevan tiempo quejándose de los fuertes olores: «Ya no solo son las mascotas. Tenemos que soportar que la gente haga sus necesidades en nuestros portales a la salida de algunas de las discotecas de la zona», contaba Pablo C. hace unos meses.
La plaza de la calle Obispo Jun de Torres, muy cerca de la avenida Jorge Silvela y el estadio La Rosaleda, vuelve a estar en mal estado. Dicho enclave lleva sucio, pegajoso y con desperdicios desde hace tiempo, y es por ello que los vecinos y lectores de SUR de la zona llevan intentando solucionarlo un tiempo, pero hasta la fecha no han conseguido que las administraciones se pongan en marcha. Este no es único problema que tiene el distrito, pues la zona de Miraflores sigue siendo un punto negro en el que quedan muchas cosas que arreglar.
No hay noticias de la mejora de la pista deportiva de la calle Julio Mathias, en la zona del Ejido, muy pegado a la Universidad, que ha sido emblemática muchos años con pachangas de alumnos y gente del barrio. Ahora poco deporte se puede hacer y, si se hace, conlleva cierto peligro. «La zona de baloncesto no tiene canasta, hay hierros oxidados y es potencialmente peligrosa para todos los que entran con una pelota a jugar», explicaba Fernando, lector habitual de este periódico, que frecuenta el enclave con cierta asiduidad. Pese a las múltiples denuncias y publicaciones, la situación no cambia ni mejora.
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