La familia Castillo Cobos, en el salón de su casa salvador salas

«Hemos aprendido que se puede prescindir de muchas cosas»

Familia Castillo Cobos ·

La pandemia ha reforzado sus vínculos familiares, «ya sólidos de antes», pero puso a prueba la intendencia doméstica cuando todos se contagiaron de Covid

Sábado, 13 de marzo 2021

El pasado mes de abril, cuando el confinamiento más severo comenzaba a aflojar las rendijas para salidas paulatinas y organizadas, la familia Castillo Cobos abría las puertas de su casa a SUR. «En un piso normalito y con 12 de familia, hay que echarle ... imaginación». Lo decían entonces Juanjo y Visitación (Visi), padres de diez hijos de entre 23 y 3 años; y hoy mantienen que el secreto para la convivencia sigue siendo el mismo. Lo que nunca pudo imaginar esta familia con hogar en Carretera de Cádiz y a 300 metros del paseo marítimo es que, un año después del encierro, esa imaginación siguiera a prueba. «¡Imagínate, en este año nos ha pasado de todo!», bromea Juanjo al otro lado del teléfono mientras negocia con sus hijos cuál es la mejor hora para que estén todos en la foto. Que la nueva normalidad ha ido llegando a sus vidas se aprecia en detalles como ése, y aunque las rutinas no tienen nada que ver con «lo que había antes», sí son capaces de hacer balance de este año marcado por las mascarillas y las distancias.

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«Nosotros ya hacíamos bastante vida familiar antes de la pandemia, así que sabíamos que el encierro iría bien, aunque hemos aprendido bastante de esta situación», avanza Juanjo. La primera, «que se puede prescindir de muchas cosas, que tienes suficiente con lo que te da el día y que es mejor no hacer grandes planes». También, y aunque parezca mentira, que el encierro y todo lo que vino después no ha generado más conflictos en casa. Al revés, reconoce que se han vuelto «incluso más caseros»: «Tampoco los niños se han peleado especialmente, salvo las típicas discusiones entre las adolescentes por ver quién se ponía qué ropa a la hora de salir. Se han respetado los tunos de quitar la mesa o hacer el baño; y eso que cuando llegó el estado de alarma, mi mujer y yo nos echamos a temblar», recuerda Juanjo sin dejar de lado ese saludable sentido del humor.

Aunque para temblar, cuando en octubre fueron cayendo, uno tras otro, contagiados de Covid. Primero empezaron «con catarro y mal cuerpo» Visi y su hija mayor, luego Juanjo y a los pocos días Pablo, el pequeño de la casa. Después, el resto. «Afortunadamente, muchos sin síntomas, salvo una de mis hijas que es asmática. Yo fui el que se llevó la peor parte», recuerda el padre de esta familia numerosa, consciente de que estuvo «al límite» del ingreso hospitalario. De hecho, cinco meses después, no ha recuperado toda la capacidad pulmomar: «Lo noto cuando doy clases –es profesor de Geografía e Historia en el IES Santa Bárbara–, que si hablo mucho me ahogo y tengo que parar».

El recuerdo de aquellos días de cuarentena obligatoria por el coronavirus ha dejado un buen puñado de anécdotas de sobremesa, pero también la secuela de no saber «cómo vivir, cómo reaccionar y qué hacer ante esta nueva normalidad», admite Juanjo, a quien aquellos días de debilidad extrema enseñaron también que a veces «hay que dejarse ayudar». A lo que no se acostumbra es a la falta de contacto físico con la familia cercana: «Eso es lo peor; por ejemplo llevarle la compra a mi madre, que tiene 77 años, y no poderla abrazar».

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