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Científico titular del Instituto Español de Oceanografía (IEO, CSIC), Ángel David Macías (Cortes de la Frontera, 1967) fue nombrado director del Centro Oceanográfico de Málaga ( ... COMA) el pasado 1 de marzo en sustitución de la bióloga Mari Carmen García, ahora directora general del IEO. Lo hizo en un momento crucial, teniendo que simultanear la gestión de la sede de Fuengirola, a donde se trasladaron 'provisionalmente' hace 41 años, y la mudanza a Málaga y apertura del nuevo edificio en el muelle de San Andrés.
Este 2 de septiembre inició su nueva andadura con la totalidad de su personal investigador (95) y administrativo (5) incorporado a las nuevas instalaciones, desde donde continúan estudiando con investigadores de todo el mundo los cambios en los mares y océanos a través de más de 40 proyectos. Quedan remates y muchas cajas por abrir, «pero lo importante está». Macías recibe a SUR en su luminoso despacho de la tercera planta, con acceso a una terraza con vistas a la playa de Huelin, y donde aún hay varios cuadros por desembalar.
–¡Por fin en Málaga! Le parecerá mentira después de tantos años de 'exilio' provincial y contratiempos administrativos.
–Pues sí, aunque no tanto por haber estado todo este tiempo en Fuengirola. Aquella sede fue muy funcional y estuvimos bien hasta hace 20 años. Se creó cuando entre investigadores y contratados no sumaban más de 30 personas, pero tras dos décadas, las instalaciones de casi 2.000 metros cuadrados se quedaron pequeñas para la labor investigadora que se desarrollaba allí. Crecimos mucho, con nuevas contrataciones y muchos proyectos y el centro de Fuengirola empezó a no ser apto para todo lo que allí se hacía. Por eso, cuando se empezó a hablar de la posibilidad de un nuevo centro, se creó una ilusión. Se barajaron distintas ubicaciones, como Tabacalera o la esquina del Puerto (entre el Paseo de la Farola y el Paseo de los Curas). Esta última era una ubicación espléndida, aunque quizás demasiado céntrica para nosotros. Yo creo que al final esto es mucho más operativo.
–¿Cómo ha condicionado la investigación y vuestra organización estos últimos años en el puerto pesquero de Fuengirola? ¿Se han quedado proyectos en el tintero?
–Hemos sido siempre un centro de investigación con una alta capacidad para captar recursos, pero el sistema para poder ejecutarlos quedó obsoleto y nos limitaba. Luego, a la hora de dotarlo de más infraestructura, no teníamos espacio para ubicarla. Esta nueva sede nos va a permitir pensar a lo grande. Además, en los últimos años, y con las dos grandes encomiendas que tenemos hechas por el Ministerio de Agricultura y Pesca y el de Transición Ecológica, que son el Plan Nacional de Recopilación de Datos Básicos y las Estrategias Marinas, pues hemos tenido que aumentar el personal y ya era imposible. Gracias al teletrabajo, hemos podido ir funcionando, pero ya el centro no era operativo.
–¿Y cuáles son sus sensaciones ahora tras años de estrecheces?
–Estoy satisfecho, pero soy muy perfeccionista y quiero que todo el mundo trabaje a gusto y eso, en una transición como la que hemos tenido, era prácticamente imposible. Lo que más me estresaba de esa situación era tener los laboratorios y el funcionamiento del centro paralizados. Eso nos llevó a tener que hacer unas inversiones en Fuengirola para poder mantenerlo abierto, ya que hasta finales de agosto han estado funcionando los laboratorios allí. Por eso, mi sensación ahora es que tenemos un futuro por delante. Uno tiene la sensación de libertad a la hora de plantear el futuro del centro y cuando no tiene que decirle a un investigador que no se puede comprar un aparato porque no tenemos dónde ponerlo. El problema ahora es otro. Este centro es muy grande y estamos creciendo tanto que en dos meses se sumarán 20 personas a la plantilla actual de 100 trabajadores, y el aforo del centro es de 130.
–¿Significa eso que ya nace pequeño?
–No, pero sí tendremos que enfocar las políticas de personal a intentar consolidarlo en lugar de crecer tanto. Es inevitable hacerlo, porque tenemos laboratorios y espacio para que vengan investigadores de fuera y para captar talento. Disponemos de un centro moderno y eso es un aliciente para ello.
–Pese a ser una institución centenaria en Málaga, ¿comparte que son unos desconocidos para la ciudad?
–El hecho de estar fuera de Málaga tanto tiempo ha podido influir en que no se nos conozca tanto, pero sí percibo un interés por nuestro centro. El IEO ha estado y colaborado con otras instituciones siempre y el anhelo de volver a Málaga ha sido indudable. ¿Que la mayoría de las personas no nos conocen? Pues no, pero eso es una cuestión que tenemos en mente. Queremos que además de ser un centro que acoja muchos eventos internacionales de investigación, sea un organismo muy abierto a la ciudad. Cada año organizamos unos ciclos de charlas y estando ya aquí queremos hacer dos tipos: unas científicas y otras más divulgativas, abiertas a toda la ciudadanía. En este sentido, tenemos varios proyectos dirigidos a estudiantes y a crear vocaciones. Queremos también, ahora que contamos con un amplio espacio expositivo, con unas 30 vitrinas, organizarlo con un sentido museístico, de manera que cuando vengan puedan hacer un recorrido interactivo. Vamos a hacer también jornadas de puertas abiertas y que las instalaciones del salón de actos estén disponibles para uso ciudadano.
–¿Qué valor añadido representa para Málaga tener un instituto de estas características?
–Yo creo que es muy importante, porque el ámbito de actuación de nuestro centro es prácticamente el mundo entero. Tenemos investigadores que trabajan en el Índico, en el Pacífico, en todo el Atlántico Norte y en el Atlántico Sur. El hecho de que estemos relacionados con científicos de otros países y tengamos esta gran proyección internacional promueve solicitudes para albergar congresos científicos internacionales y todo esto coloca a Málaga entre las ciudades de referencia con grandes centros de investigación. Luego a un nivel más local, tenemos muchos investigadores trabajando con las pesquerías, estudiando las características de la bahía de Málaga, lo que nos permite dar respuestas rápidas en situaciones de crisis. Es prestigio para la ciudad y crea sinergias con otras instituciones, como la Universidad.
–Sustituye a la bióloga Mari Carmen García tras su nombramiento como nueva directora general del Instituto Español de Oceanografía (IEO). Lo hizo en un momento crucial con una mudanza por delante y un sinfín de gestiones aún por resolver. ¿Se lo pensó dos veces?
–Primero entré en shock. He sido vicedirector con Mari Carmen y conocía bastante bien todo lo que teníamos entre manos y eso hizo que me lo pensara. Pero era un momento en el que uno no puede mirar para otro lado. Mari Carmen tenía que hacerse cargo de todo el IEO. Era un ofrecimiento al que creo que no podía negarse, por su gran capacidad y por la relevancia que tiene que una persona de dentro del IEO asuma ese cargo. Me lo pidió y no pude decir que no, aunque sabía lo que se me venía encima.
–¿Y compensa sacrificar su vocación científica por una responsabilidad como esta?
–El único problema es que me ha pillado sin planificar. A estas alturas ya de mi carrera científica tengo un grupo de investigación que funciona muy bien y asumir un cargo de gestión científica, pues siempre es un reto. Me compensa porque me gusta lo que estoy haciendo, que es facilitar que el trabajo de los investigadores pueda llevarse a cabo. Es muy gratificante y, sin duda, compensa todos los sinsabores de las gestiones que conlleva una mudanza de estas características.
–En 2021, el Gobierno actual decidió que el CSIC absorbiera al IEO, principal organismo asesor en materia de contaminación marina y el estado de las pesquerías. Tres años después, ¿qué balance hace Málaga?
–Aunque parezca mentira, hemos ganado en independencia administrativa. Antes, todas las cuestiones del IEO estaban centralizadas en Madrid y, ahora, asuntos como la contratación se hace desde los propios centros. ¿Cuál es el problema? Que hemos asumido muchísimas tareas que antes no realizábamos, que implican una necesidad de más personal en administración y gestión . Eso es lo malo y además ha coincidido con algunas jubilaciones. Por eso, en dos meses se incorporarán 20 personas más.
–¿Y cuánto va a aumentar el presupuesto con el refuerzo de la plantilla (14 investigadores más y 5 administrativos) y el coste de mantenimiento de un edificio de 5.000 metros cuadrados?
–Este año contaremos con unos tres millones de euros, la mayor parte, unos dos millones, están destinados a investigación y, 700.000 euros, para poner en funcionamiento el edificio nuevo.
–Y la identidad de un centro centenario como este, ¿no queda diluida entre los 121 institutos que engloban el CSIC?
–Ahora tenemos tres centros nacionales de investigación (INIA, IGME y el IEO) con un funcionamiento distinto, pero nosotros siendo un centro nacional podemos conservar ese sistema de implantación territorial, de forma que los grupos de investigación sean intercentros. Esto es muy difícil de asumir en el sistema de funcionamiento del CSIC. Por eso el tema de la integración está siendo largo. En cualquier caso, nuestra labor está muy clara y en absoluto queda diluida. Cuando éramos IEO ya colaborábamos con muchos centros del CSIC, teníamos proyectos conjuntos con todos los centros de investigación marina del CSIC. Así que yo soy mucho más práctico, de modo que si es un hecho consumado, voy a aprovecharme de las ventajas y voy a intentar perder lo menos posible de mi autonomía.
–¿Dónde saca pecho Málaga?
–Tenemos grupos de investigación punteros dedicados al estudio de los recursos pesqueros; al conocimiento y conservación de la biodiversidad marina; al seguimiento de los efectos del cambio climático gracias a las series históricas que constatan la subida de la temperatura del agua y la tropicalización del Mediterráneo, otro a la contaminación en los ecosistemas; al cartografiado de los fondos marinos o a la evaluación de riesgos geológicos como tsunamis o volcanes submarinos. Los investigadores que trabajan en pesca son fundamentales por la importancia que tiene para la seguridad alimentaria. Son uno de los grandes pilares de la investigación. Mi equipo, por ejemplo, trabaja con túnidos del Mediterráneo, del Atlántico Norte, Atlántico Sur, Pacífico, Índico, de todas las partes del mundo. ¿Por qué? Porque son grandes migradores y eso nos obliga a tener pesquerías implantadas en todo el mundo para su control.
–¿Cuáles son las principales preocupaciones del IEO?
–Ahora mismo todo son preocupaciones. Por un lado, tenemos un porcentaje altísimo de los stocks (poblaciones explotadas), de peces en unos niveles que están muy por encima de la explotación sostenible. El cambio climático tiene efectos ambientales muy graves. Uno de ellos es la tropicalización del Mediterráneo que hace que las zonas ideales de distribución de determinadas especies que han estado siempre aquí se vayan más al norte. Contamos también con todos los problemas relacionados con los impactos humanos en las zonas más costeras. Y luego también es muy importante el conocimiento de la sedimentología de determinadas zonas, de las estructuras geológicas sobre las que se implantan las distintas comunidades, por una parte desde el punto de vista biológico y también para saber cómo responderían estas formaciones a un sismo.
–¿Qué momento atraviesa la pesquería en la Costa de Málaga?
–Las pesquerías de pequeños pelágicos han sido siempre muy importantes. Por una parte, tenemos el boquerón, que sigue sus comportamientos habituales, de pronto tiene un pico grandísimo, de pronto tiene bajas, pero eso es normal. Pero luego tenemos la sardina, que está sufriendo un declive muy importante. Estamos estudiando los motivos que puede haber detrás, porque ha habido épocas de gran explotación, pero es que ahora, además de pocas, su condición física es mala (acumula poca grasa). Cuando eso ocurre se reproducen menos. Hay investigaciones que están relacionadas con el cambio climático también, porque las larvas de sardinas y las sardinas se alimentan de unas especies que son muy sensibles a la temperatura y con medio grado de diferencia esas especies disminuyen mucho. A la sardina no le pasa nada, pero sí a una de las principales presas con las que se alimenta. También nos preocupan las mareas rojas, cada vez más frecuentes. ¿Qué implica? Pues que hay determinadas especies que no se pueden comercializar por el impacto que tiene en ellas, como las zamburiñas. Además, hay una proliferación del alga invasora por la tropicalización del Mediterráneo y la globalización, y una turbidez de las aguas por el tipo de agricultura que se hace y que afecta a la viabilidad de las praderas de Posidonia.
–¿Por eso los precios más altos de los espetos este verano?
–Yo creo que sí; hay menos sardina de aquí. Está viniendo de Alicante y, en general, de toda la zona de Levante.
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