Ana Arancibia: «El conjunto Alcazaba, Coracha y Gibralfaro está enfermo y ya vamos un poco tarde»

–¿Cómo le vino la pasión por la arqueología?

–A mi padre le encantaba la historia, tenía una gran cantidad de libros. Yo sabía que iba a estudiar Historia. El primer año de carrera tuve un profesor magnífico de Prehistoria, que siempre me había parecido una asignatura superdura. Ahí empecé a aficionarme. Me fui a excavar con él ese verano y así supe que lo mío era ser arqueóloga. Empecé con 18 años y desde entonces…

–¿Qué se siente en el momento en el que empieza a vislumbrarse una estructura o una pieza tras pasar la brocha para retirar la tierra?

–Eso es emocionante. Es la sensación de darte cuenta que tú no eres único en el mundo. No eres más que una pequeña pieza, muy muy pequeñita, y alguien antes que tú estuvo haciendo el esfuerzo para que llegáramos hasta hoy. Eso se nos olvida. Hubo gente que hizo grandes esfuerzos de supervivencia para que hoy estemos donde estamos. Hay cosas del pasado que se hicieron incluso más perfectas que en la actualidad, teniendo muchos menos medios. Ahí están los puentes romanos que aún están en pie. A ver cuánto aguantan los que hacemos ahora. La arqueología es conocer la capacidad que tiene el género humano de salir adelante, crear, inventar y hacer más.

–Usted ha sido testigo privilegiada de algunos de los principales hallazgos que han aparecido en el subsuelo de Málaga. ¿Cuál le sorprendió más?

–Para mí fue muy importante el hallazgo del santuario fenicio del siglo VII antes de Cristo que se encuentra bajo un edificio de viviendas de la calle Císter. La excavación del Museo Picasso también fue fascinante, pero los altares de Císter… Es que estamos ante el primer momento urbano de la ciudad. Málaga se crea a partir de lo que se encuentra ahí.

–Lástima que todavía no se haya realizado un proyecto para poner en valor esos restos fenicios.

–Pues sí. Es una pena. Es un edificio privado pero el sótano pertenece al Ayuntamiento. El germen de nuestra ciudad debería tener un poco más de cuidado. Aquello se rellenó con grava y habría que acondionarlo para visitas.

–Imagino que su papel es uno de los más temidos por los promotores de obras en el Centro. ¿Cómo es su relación con ellos?

–Suelo tener buena relación con ellos. Es necesario hacerles ver que los arqueólogos no somos un problema, y eso se tiene que hacer también desde las instituciones. Los empresarios tienen que ser conscientes de que estamos ante un bien común. La arqueología de estos últimos años es lo que ha llenado del Museo de la Aduana. Pero las instituciones también tienen que ofrecer a los empresarios unos plazos correctos. No puede ser que se presente un proyecto y esté demasiado tiempo a la espera de un permiso que no llega por el exceso de trabajo de los funcionarios o la falta de personal de las administraciones.

–La ingente actividad inmobiliaria y hotelera de los últimos años ha sacado a la luz numerosos restos, pero ¿cree que se han adoptado las soluciones necesarias para ponerlos en valor?

–Hay que darle una vuelta. Me enseñaron que aquello que no se ve es lo que no se entiende. Si algo no se ve, es muy difícil de imaginar. Hay que apostar por lo nuestro, por el elemento cultural que nos identifica, porque si no hacemos eso vamos a terminar siendo una ciudad Disney, y eso es un peligro. En Martiricos se perdió una gran oportunidad para poner en valor el alfar romano que apareció, pero a veces es la administración la que no le ve futuro de mantenimiento. El conjunto Alcazaba-Coracha-Gibralfaro me parece una pieza única. Pocas ciudades tienen algo así, pero es un elemento que está enfermo.

–Todavía tiene partes apuntaladas con maderas.

–Está enfermo. Vale, se cae, y se arregla. Pero eso no tiene mérito ninguno, porque ese muro ya no es el del siglo XIII o del siglo XI, lo has hecho en el XXI. Hay que apostar para que esté bien y sano, y en eso ya vamos un poco tarde. La Alcazaba-Coracha-Gibralfaro necesita un plan director, y personal independiente que esté allí para la conservación. Es el monumento más visitado de la ciudad. Un día nos vamos a despertar y no se ha caído un muro, sino 25.

–Uno de sus últimos proyectos fue la excavación en el solar de los cines Astoria y Victoria. ¿Qué le parece que el Ayuntamiento haya ocultado ya con una nueva acera las tumbas romanas que aparecieron en la zona sur de la parcela?

–Me parece mal. ¿Te vas colgando medallas de patrimonio y el tuyo lo entierras? ¿Además en tu solar? No es el mejor ejemplo. ¿Exiges a los demás cosas que tú no haces? Entiendo que es complicado, pero estamos en el siglo XXI. Ahí tenemos un recurso muy importante para enseñar por dónde se entra a la historia de una ciudad.

–¿Entiende que la iglesia del Sagrario, que amenaza ruina, lleve ya más de tres años cerrada porque no se termina de alcanzar una solución entre la Junta y el Obispado para reforzar su cimentación sin dañar posibles restos del subsuelo?

–No, no lo entiendo. Es perjudicial tanto para la iglesia como para la ciudadanía. Soluciones técnicas tiene que haber muchas, y que sean compatibles las hay. La administración tiene personal experto en distintas áreas para ofrecer una solución técnica. Tienen que ser más diligentes. En ciertos temas hay que tirar a negro o a blanco. El Sagrario está sufriendo.

–¿Qué hallazgo le gustaría descubrir?

–A veces digo casi en broma que solo me falta el barco fenicio lleno de mercancía griega. La verdad es que los arqueólogos disfrutamos con cualquier hallazgo pequeño para armar la historia.