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En un Jueves Santo la actividad madruga en Málaga. A las nueve de la mañana, haciendo guardia, dos gorrillas se dejaban ver por Martiricos para administrar los pocos aparcamientos que quedan en la explanada frente a La Rosaleda, escenario de una estación de penitencia perenne ... esta temporada. Con los braceos habituales, uno de ellos, que se presenta como Juan, invita a los coches que llegan a aparcar en uno de los pocos huecos que quedan. «Son todos de fuera y vienen a ver la Legión», explica. Querer palpar el ambiente en un día tan señalado, quizá el día de todos los días de la Semana Santa malagueña, con permiso del Lunes Santo, exige el sano ejercicio de huir de las suposiciones.
El trasiego de vehículos, junto a las parejas y los pequeños grupos que iban enfilando dirección al Centro, hacía ver desde primera hora lo que más tarde se iba a confirmar. El Jueves Santo fue jornada formidable en cuanto a afluencia, muchos visitantes de fuera de Málaga, algunas aglomeraciones y muchas dificultades para encontrar sitio en bares y restaurantes. ¿A qué equivale ganarse el jornal con merecimiento? La respuesta está en todos los camareros que trabajaron en el día de ayer. Fue un día grande para la hostelería. A falta de conocer datos oficiales, algunos hosteleros confirmaron a SUR que esta Semana Santa también es la de la recuperación definitiva, con una ocupación constante en bares y restaurantes. Terrazas que empezaron a servir en horario 'guiri' y ya nunca más se quedaron vacías.
Antes de buscar un sitio para almorzar, la sombra de la Legión era larga el Jueves Santo. Escapar de ella solo era posible si uno se aleja varios kilómetros del Centro. El sentimiento que produce el encuentro de los caballeros legionarios con Málaga es un fenómeno a estudiar. Un imán potente como los que se utilizan para acelerar las partículas y que atrae a mucho turismo nacional que viene de otras provincias o comunidades. En el Muelle Uno, por donde desfilaron después del desembarco, no cabía nadie más. En la Alameda, la imagen fue idéntica. Miles de personas había alrededor de las una del medio día para contemplar el paso de las tropas por una de las arterias principales de la ciudad. María Rosales, una vecina de 62 de años de Cruz de Humilladero, aseguró lo siguiente: «Intento venir todos los años, lo hago desde que soy chica, cuando me traía mi padre. Me acuerdo mucho de él».
Las palabras de María sirvieron para explicar lo que es un Jueves Santo en Málaga. Al margen de otros escenarios ajenos a la Semana Santa, cada rincón del Centro está impregnado de alguna manera u otra de estos tiempos de pasión. Un alfabeto del nacimiento y del perecer. La hora del reloj como un momento concreto y la prueba de que cada pasado tiene un presente.
El del Jueves Santo fue el de la vuelta definitiva a la normalidad. El covid, un lejano recuerdo y una distorsión extrema de la realidad que parece sacado de otra vida. Los habituales 'puntos calientes' del Centro eran el fiel reflejo de una población con ganas de calle. La plaza de la Flores, llena. La plaza Uncibay, igual. La zona del Muelle Uno, un flujo constante de idas y venidas. Manuel Jesús Alcántara salió a las once de la mañana de Jaén. A las cuatro de la tarde estaba disfrutando de una cerveza, con un grupo de amigos, en La Tranca. «Venimos a ver la Legión. Intentamos estar aquí todos los años», aseguró. Manuel Jesús representa el sentir de la mayoría. Rosa María Vacas, otra jienense, también confirmó el tirón del que gozan las tropas legionarias: «El Jueves Santo, en Málaga, es de la Legión».
Una vez finalizada, esta Semana Santa, como pasa siempre, invitará a aproximaciones desde diversos ángulos y a debates. Hubo ayer una sensación general de que todo en el Centro está muy lleno. Intereses opuestos, como el de los vecinos del Centro y el de los hosteleros, seguirán nutriendo las redes sociales. Leo Portolesi, dueño de Baires Coffee, en la calle Méndez Núñez, hizo un balance positivo. «A falta de que finalice la Semana Santa, ya estamos en márgenes de 2019. Además, diría que hay incluso más turismo que entonces». Sale Labial, dueño de La Dolores Vino, también confirmó a SUR que se está en los niveles anhelados de antes de la pandemia: «Hay mucha gente. Pones las mesas de la terraza a primera hora y enseguida se ocupan, aunque el bar ni tan siquiera haya abierto todavía».
El disfrute cultural también vino por el lado de la oferta de museos. Sin entrar en debates sobre los modelos, las colas que hubo de turistas extranjeros en el Museo Picasso evidenciaron que la ciudad se ha ganado un nombre en los circuitos. Patric Gent llegó hace una semana con su mujer, desde Quebec. «Nos está encantando la ciudad. Vamos a recomendarla a nuestros amigos», precisó. Ver tronos, admitió, no estaba en sus planes
La climatología apacible invitó a llenar también chiringuitos y paseos marítimos de la capital. El tránsito de personas paseando fue otra de las constantes, al mismo tiempo que una prueba contra la falsa impresión de que toda la actividad estaba concentrada en el Centro.
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