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La historia tiene estas cosas, que se empieza a leer de un arquitecto y se acaba en la Exposición Iberoamericana de Sevilla de 1929 como ... el que no quiere la cosa. Vamos por partes. De los personajes, cuyos cuadros cuelgan en la galería de los alcaldes del Ayuntamiento de Málaga, hay uno que cumple dos características poco comunes: ser alcalde y arquitecto, y levantar el edificio en el que más tarde ejercería de máxima autoridad de la ciudad, la Casona del Parque. Ese dos en uno en la historia de Málaga tiene un nombre propio: Fernando Guerrero Strachan.
El regidor que se sentó en el despacho que él mismo había proyectado, puso también la primera pica en Flandes de una exposición universal. Ahora que Málaga aspira a ser la capital de la Expo 2027 bajo el lema 'La era urbana: hacia la ciudad sostenible' toca contar que Guerrero Strachan levantó el pabellón de Málaga en la Exposición Iberoamericana de Sevilla de 1929. Ese año fue prolífico en encuentros de estas características porque Barcelona fue sede de una exposición que miraba a Europa, y Sevilla, a América y Portugal.
Como bien cuenta Josefa Carmona Rodríguez en su tesis doctoral de la UMA, 'Fernando Guerrero Strachan: de la arquitectura nacional al regionalismo', Málaga llegó a esta exposición de la mano de César Álvarez Dumont, director de la Escuela de Bellas Artes así como de Federico Bermúdez Gil y el pintor Rafael Murillo. La intervención de Guerrero Strachan fue vital apoyando el proyecto, que costeó el propio Ayuntamiento de Málaga, y fue él mismo el responsable y ejecutor del edificio, hoy tristemente desaparecido entre otros inmuebles de la muestra. También realizaría el llamado Hotel América Palace para la exposición, que se proyectó para ser hotel, pero con el objetivo de acabar siendo un edificio de viviendas. Cumplió fielmente su función adaptativa. Esto podría ser similar a lo que se prevé en la actualidad en Campanillas para la Expo 2027: los alojamientos en los que vivirían los trabajadores del evento, que más tarde se convertirían en viviendas de VPO en alquiler.
El resto de provincias andaluzas, junto a Jerez, contaban con su pabellón en Sevilla. La cita quería servir para mostrar al mundo la riqueza arquitectónica de la región, pero lo cierto es que a día de hoy sólo se mantienen en pie el pabellón de Sevilla, que es el teatro Lope de Vega, y la Torre de Córdoba.
Pero en lo que a Málaga respecta, el alcalde presentó a la prensa local su iniciativa: «redactar un proyecto de pabellón en la exposición de Sevilla supone un análisis previo de las características de la arquitectura local para que, sintetizadas en el momento, den la impresión del carácter genuino de ella; la comparación con los demás pabellones de las provincias andaluzas acusaría el sello distinto de la de Málaga», como reseña Carmona.
El pabellón de Málaga, que estaba en la avenida de Venezuela, estaba inspirado en el Palacio del Obispo. Era un elegante edificio neobarroco, con un característico patio en forma de U, «un patio cuadrado, abierto por uno de sus lados al jardín como suelen ser los malagueños», que cuenta Alberto Villar Movellán en su libro «Arquitectura del Regionalismo en Sevilla (1900-1935) y recoge el diario ABC de Sevilla.
En el pabellón también participó el hijo del alcalde, el también arquitecto Fernando Guerrero Strachan Rosado. Aunque la obra bebía del Palacio del Obispo, tenía trazos y regusto del del actual hotel Miramar o de las casas de Félix Sáenz, en el paseo de Reding. En definitiva tenía el sello personal del prolífico arquitecto, que durante su vida construyó más de sesenta obras de carácter público, particular, industrial y comercial.
Los techos a a cuatro aguas del pabellón de Málaga tan característicos, las tejas curvas, esos jarrones de cerámica en la fachada...Para finalizar el encargo, el edificio se llenó de macetas que llegaban procedentes del Parque de Málaga, «que terminaron por conferirle ese aire andaluz tan propio de la arquitectura regionalista», como desgrana con todo lujo de detalles Josefa Carmona.
Por cierto, por el patio paseó encantado el rey Alfonso XIII en una de sus muchas visitas a la exposición sevillana. Un siglo después, Málaga está en una tesitura bien distinta: en vez de hacer un pabellón, opta a ser la sede de una exposición internacional, que quede para la posteridad. La de vueltas que da la historia.
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