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La sesión de fotos se alarga unos minutos y Alberto Garzón muestra más timidez que impaciencia: «Dime tú cómo me pongo, que estas cosas no se me dan bien». Quien fuera el diputado más joven del Congreso, curtido en las asambleas del 15M y las tertulias de televisión, tardó menos de una década en ser investido ministro desde su aterrizaje en la política nacional. Al frente de la cartera de Consumo desde 2020, en el Gobierno de coalición presidido por Pedro Sánchez, el malagueño ya hace campaña por Yolanda Díaz, su colega en Izquierda Unida, ahora al frente de Sumar, y reconoce el estado de «desesperación» generado por la crisis y una escalada de precios que parece interminable.
–Ahora que la realeza europea es noticia por la muerte de Isabel II, ¿considera que es momento de abrir el debate sobre monarquía o república en España?
–Cualquier momento es bueno para que ese debate se abra. De hecho, en realidad ya se ha abierto. Hace poco se ha anunciado un documental que se emitirá en los próximos meses y que revelará muchas de las actuaciones del rey emérito mientras fue jefe de Estado. Cuanto más conozca la sociedad lo que ha hecho, que no siempre se ha sabido por una excesiva protección a la monarquía, más republicanos habrá en nuestro país. Esto caerá por su propio peso.
–Como ministro, ¿cómo gestiona el desfase entre sus deseos políticos y la realidad?
–Hay que adaptarse y entender que en la administración pública todo es muy lento. Trato de planificar los objetivos políticos para sortear todos los obstáculos que se encuentran en la tramitación incluso de las leyes más pequeñas.
–Esa lentitud para adoptar cada medida, cada cambio, ¿no supone una fuente de frustración?
–Son procesos consustanciales a las democracias. No puedes tomar una decisión y que al día siguiente esté implantada. Hay una serie de procesos que implican más lentitud pero también más democracia. Nos ha ocurrido con algunas normas, como la prohibición de la publicidad de las casas de apuestas, que antes era invasiva y ahora invisible. Nos costó más de un año y medio pese a que lo teníamos claro desde el primer día.
–Ahora se discute si el límite al precio de productos básicos en los supermercados, que propone Yolanda Díaz, es legal o no.
–Nunca ha existido ese riesgo. La inflación amenaza el poder adquisitivo de las familias trabajadoras. Los precios están subiendo mucho por el encarecimiento de la energía. Como Gobierno debemos proteger a las familias trabajadoras. Por eso hemos propuesto que las grandes distribuidoras hagan un esfuerzo. Tienen margen, tienen dinero para hacerlo. Parece estrambótico, pero ya ha habido una gran empresa que se ha ofrecido voluntaria (Carrefour) y nos presentó una propuesta para poner a la venta una cesta de consumo cuyos precios no van a crecer hasta al menos después de Navidad. Eso demuestra que se puede hacer y esperemos que sea ejemplo para otras distribuidoras. La crisis actual, superpuesta con otras crisis, ha provocado que veamos cosas que en otros momentos parecían imposibles, como el tope al gas o la intervención al mercado eléctrico por parte de la Comisión Europea. Son medidas que antes sólo defendíamos unos pocos y ahora lo promulga hasta la gente de derechas.
–Pero cargos del PSOE como Isabel Rodríguez y Margarita Robles cuestionan su propuesta de limitar el precio de la cesta de la compra y hablan de libre mercado.
–No me gusta hablar de las declaraciones de otros miembros del Gobierno. Tengo un deber como ministro de Consumo: cuando a la ciudadanía le suben tanto los precios hay que hacer todo lo posible por proteger el poder adquisitivo. Es posible aplicar esta fórmula, como ya ha demostrado una empresa. Y si hay quien dice otra cosa tendrá que justificarla.
–¿Quiénes se están beneficiando de esta crisis?
–Sobre todo las grandes energéticas, que han aumentado sus beneficios. Tienen márgenes de miles de millones de euros en un momento de serias dificultades para las familias trabajadoras. Por eso propusimos el tope al gas e impuestos a los beneficios caídos del cielo, propuestas que ahora debate la Comisión Europea. Nos criticaron mucho por estas medidas, pero insisto: hasta la Comisión Europea estudia ahora cómo reducir los beneficios millonarios de las eléctricas, márgenes que resultan casi un insulto en un momento en el que la gente tiene tantas privaciones.
–¿Por qué cree que es usted la diana de tantas críticas?
–Mi tarea fundamental es contribuir a que los hábitos de consumo sean más saludables y sostenibles para que las familias tengan mejor calidad de vida y a la vez se produzca el menor impacto posible en el planeta. Pero cambiar estos hábitos supone enfrentarse a grandes empresas a las que no les importa la evidencia científica. No les gusta que no recomiendes su producto porque no piensan en la salud sino en sus beneficios. Por eso recibimos tantas críticas, pero decimos simplemente lo que diría cualquier médico de cabecera.
–¿Achaca su mala prensa a eso?
–Depende de a qué nos refiramos con mala prensa...
–Será consciente de que cada vez que habla provoca un incendio.
–¿Por ejemplo cuando dije que había que consumir menos carne o que las macrogranjas eran un modelo insostenible? Sólo ponía palabras a la investigación científica, y reivindico aquellas declaraciones. Lo que decía era cierto. Pero esto es política y hay gente que está en su derecho de atacarme. Muchas otras veces lo que hay detrás de esas críticas son intereses económicos. Cuando digo que las macrogranjas, que son fondos de inversión, atacan a los pequeños ganaderos y los sacan del mercado, además de ser insostenibles para el medio ambiente, pues a sus propietarios no les gusta. Tienen miles de millones de euros de negocio, y con ese poder económico tienen también capacidad de intervenir en el debate público, aunque no se presenten a las elecciones.
–Tras la implantación de Nutriscore hubo incluso una campaña en la que políticos del PP le dedicaban sus desayunos con jamón.
–Hay un debate legítimo sobre el etiquetado de los alimentos. ¿Cómo podemos proporcionar a la ciudadanía información accesible, rápida y cierta, científicamente probada? Hay alternativas a Nutriscore e, insisto, me parece legítimo abrir ese debate, pero el PP no hizo eso. Lo que hizo el PP fue caricaturizar una propuesta instalada en países que suponen el 59 por ciento del PIB europeo. Sólo tratan de desgastar al Gobierno, no entran en el fondo de las cosas.
–¿No lo caricaturizó también Pedro Sánchez cuando, en plena polémica por su propuesta de reducir el consumo de carne, respondió: «A mí, donde me pongan un chuletón al punto...»?
–Ya valoré esas declaraciones en su momento. Estamos en un Gobierno de coalición, no pensamos exactamente lo mismo. El impacto de nuestra alimentación en el medio ambiente probablemente sea una de nuestras diferencias. Pero yo me ciño a lo que dice la evidencia científica: la forma en la que nos alimentamos afecta al planeta y eso a su vez tiene relación, por ejemplo, con el calor que pasamos en Málaga en verano.
–Sinceramente, ¿no se ha sentido solo en sus reivindicaciones?
–Soy de Izquierda Unida. Me he sentido solo muchas veces. Pero creo que hay que tomar medidas orientadas a mejorar la salud y el medio ambiente, aunque en principio tengan un respaldo minoritario. Nunca tengo miedo a que mis propuestas no reciban apoyos suficientes al principio. El impuesto a los beneficios de las eléctricas es un buen ejemplo. Lo propusimos por primera vez en 2012 y nos caricaturizaron. Hoy el contexto es totalmente diferente.
–¿Cómo valora la mayoría absoluta del PP en Andalucía?
–El PP supo leer el pulso político en Andalucía, una región que ha sufrido muchos recortes en las dos últimas crisis. La ciudadanía, en su frustración, ha entendido que el PP era su mejor opción. No estoy de acuerdo con ese veredicto. El PP no resuelve los problemas por los que la gente se siente frustrada. De hecho, creo que sus políticas empeoran esas situaciones. Pero eso ya venía de antes, cuando gobernaba el PSOE. Las elecciones son también una prueba de humildad y honestidad. Tenemos que trabajar mejor cómo llegamos a la gente. No hemos conseguido convencerla.
–¿Fue la fragmentación de la izquierda un problema?
–Es una realidad. La división de la izquierda fue penalizada con varios escaños. Con ocho provincias, la ley electoral en Andalucía castiga la fragmentación. La izquierda es diversa. Soy muy fan de 'La vida de Brian': ahí donde hay alguien de izquierdas puede haber varios partidos en una sola persona. Es consustancial a nuestra forma de entender la sociedad. Pero cuando te presentas a unas elecciones lo ideal es simplificar, trabajar unidos. Hay veces que se logra, como con Unidas Podemos, y en otras ocasiones no. Es un riesgo que puede materializarse en números tan paupérrimos como los que sacamos en estas últimas elecciones andaluzas.
–¿Cuál será su papel en Sumar?
–Se parece al papel que he tenido hasta ahora: convencer a las diferentes izquierdas de que lo mejor es ponerse de acuerdo en lo que estamos trabajando en común, y no acentuar las diferencias aunque existan. Debemos ser capaces de poner en marcha un proceso que vaya más allá de los partidos. La gente no confía en los partidos políticos. Tenemos que construir instrumentos más abiertos y populares que demuestren a la gente que la política sirve. Ese es nuestro reto, y no entrar en discusiones sobre listas electorales.
–Pero usted, que no es ingenuo, sabe que luego han de articularse listas electorales para presentarse a las elecciones. ¿Le veremos en las listas de Sumar?
–No tengo interés en hablar de listas electorales. Necesitamos que la gente que se sienta progresista y de izquierdas confíe en que habrá un vehículo nuevo que puede cambiar su vida a mejor. Y creo que Yolanda (Díaz) representa muy bien esa realidad; es la mujer que encarna la subida del salario mínimo, la mujer que ha permitido que los contratos temporales pasen a ser indefinidos, quien ha congelado el precio de los alimentos...
–¿Pero no resulta casi mesiánico ese personalismo?
–La política también se construye a través de símbolos, y Yolanda es un símbolo. Los partidos formarán parte, claro. Antes decías que habrá que articular esta herramienta para las elecciones. Es evidente que habrá que hacerlo.
–¿Entonces le veremos en las listas de Sumar o no?
–Estoy centrado en las funciones actuales que tengo. Me ofrecieron, en el ámbito mediático, ser candidato a la Junta de Andalucía...
–¿Sólo en el ámbito mediático?
–También en el ámbito político, es de dominio público. Pero asumo las funciones que tengo. Soy ministro, y coordinador de IU.
–¿Qué le parecieron las destituciones de Enrique Santiago y Amanda Meyer, cargos de Izquierda Unida, por parte de Podemos?
–Son decisiones que tomó Ione Belarra y eran de su competencia. El espacio de Unidas Podemos se está reconfigurando para ver cómo ayudamos a Sumar.
–¿Le pareció oportuno el momento de aquellas destituciones, justo antes y después de las elecciones andaluzas?
–No soy quien para valorar eso.
–¿De verdad?
–Lo digo honestamente.
–¿Perciben en el Gobierno el cabreo de la gente?
–Sí. A veces la gente cree que el Gobierno es algo etéreo. Yo voy a comprar a diario, voy al parque con mis hijas, las llevo al colegio... Y además de esas vivencias estudiamos las encuestas para entender lo que está sucediendo. Hay una frustración brutal en la calle que nos preocupa mucho. Primero, por el sufrimiento de la gente que no llega a final de mes o tiene dificultades para pagar el alquiler o la hipoteca... Y cuando hay mucha gente muy cabreada no sabes cómo puede canalizarse eso. Temo que una parte de la población opte por posiciones antidemocráticas llevada por la desesperación.
–¿Por qué cree que las opiniones sobre el Gobierno son tan malas?
–También son malas, e incluso peores, sobre la oposición.
–Pero ese clima al final siempre lo paga quien gobierna.
–También lo paga la oposición. Acaban de renovar al líder del PP sin que el anterior hiciera prácticamente nada por llegar al Gobierno. Lo que hay es un desprestigio de toda la política. Y pones la tele y lo comprendes. Estamos instalados desde hace más de una década en un clima de crispación continuo. Hay que recuperar el pulso de la política. Sin eso, el riesgo de que la gente conecte con posiciones antidemocráticas es alta.
–¿Y la solución a eso pasa por esas abstracciones en las que a veces se meten, como para explicar el proceso de Sumar?
–Estoy de acuerdo con lo que estás sugiriendo. Tiene que haber una candidatura para las elecciones generales encabezada por Yolanda Díaz que sirva para subir salarios, mejorar derechos, luchar contra la desigualdad... Pero optar por una vía de siglas sólo nos llevaría a no atraer ni siquiera a mucha gente de izquierdas. La política está para cambiar la vida de la gente con la gente. Y hay que conectar con ese pulso social.
–¿Tuvo usted algo que ver en que el Gobierno reconociera que duda de la honorabilidad de Braulio Medel en Unicaja?
–Hemos estado al tanto de todas las irregularidades denunciadas, como sabéis. Tengo relación con Pedro Moreno Brenes, que ha llevado este proceso de forma rigurosa. He jugado el papel que tenía que jugar para que las cosas cambiaran.
–¿Eso qué significa?
–Lo que te estoy diciendo.
–¿Habló con Nadia Calviño?
–Hablé con todos los miembros del Gobierno sobre lo que estaba sucediendo en Unicaja. He tratado de ser discreto y echar una mano donde debía.
–En clave personal, ¿es posible la conciliación familiar?
–(Risas entre su equipo). Creo que tienen que cambiar muchas cosas para que la conciliación sea real. Pero estoy orgulloso de llevar la mayoría de días a mis hijas al colegio y ducharlas y dormirlas.
–¿Entonces llega a casa a la hora del baño?
–Suelo llegar a la hora del baño y luego sigo trabajando de noche. Me quito horas de sueño.
–No parece muy sano...
–No lo es. Por eso digo que hay cosas que cambiar en la política y en muchos otros trabajos.
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Fermín Apezteguia y Josemi Benítez (ilustraciones)
Iker Cortés | Madrid
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