![José Antonio Sánchez, impulsor de esta iniciativa, junto a varios jugadores en la calle Larios.](https://s2.ppllstatics.com/diariosur/www/multimedia/202208/23/media/cortadas/1450217876-R5JMMeuNXdwUyQQxTsqJ6LN-984x608@Diario%20Sur.jpg)
![José Antonio Sánchez, impulsor de esta iniciativa, junto a varios jugadores en la calle Larios.](https://s2.ppllstatics.com/diariosur/www/multimedia/202208/23/media/cortadas/1450217876-R5JMMeuNXdwUyQQxTsqJ6LN-984x608@Diario%20Sur.jpg)
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ANABEL NIÑO
Jueves, 25 de agosto 2022, 00:28
«Aquí, a disfrutar un ratito de ajedrez». Con una sonrisa y dejando aparcada su bicicleta en una de las farolas de la amplia calle Larios llega Juan Garrido para enfrentarse a una partida de ajedrez con un completo desconocido. Es la segunda semana que de manera consecutiva se traslada a esta arteria turística de la ciudad para jugar a este juego de mesa, cuyo objetivo es derrocar al rey del oponente. Y es que desde hace casi tres años los bancos de piedra de este enclave del centro histórico se convierten en mesas que acogen pequeños tableros de cartón y que reúnen a varias personas a su alrededor que disfrutan contemplando cada una de las jugadas.
Se trata de una iniciativa puesta en marcha por el malagueño José Antonio Sánchez, quien con un marcado acento francés –nació en el barrio de la Trinidad pero vivió en Lille desde los siete hasta los sesenta años–explica que comenzó a tomar forma en la Vieille Bourse. En el patio principal de este antiguo edificio, que en su momento albergó la Cámara de Comercio e Industria de la ciudad francesa, un librero colocaba tableros de ajedrez y la gente jugaba, lo que llamó la atención de Sánchez. Sin embargo no sería hasta su regreso a la capital de la Costa del Sol tras su jubilación, y gracias a un mochilero francés que decidió sacar el tablero en las calles malagueñas, cuando ese recuerdo tomó forma: «Un día paseando vi que el mochilero ponía un pequeño tablero y había mucha gente, y me recordó a cuando estaba en Francia. Le ofrecí uno de mis tableros y así comenzó todo», comenta con una sonrisa mientras no aparta la mirada de las personas que se paran frente a los jugadores.
«¿Queréis jugar?» Le pregunta a tres chicos que no superan los diez años y que miran con detenimiento una partida. «No, preferimos mirar solamente». Aunque en esta ocasión no les insiste, cuenta que por norma general suele animar mucho a la gente. «Cuando se paran, noto que les gusta y le pido que jueguen. Algunos incluso me dicen que una simple partida ha logrado que se evadan de sus problemas gracias al ambiente. Eso es muy gratificante», destaca. Son numerosas las personas que deciden sentarse en las pequeñas sillas de camping dispuestas frente a los bancos de calle Larios –otros deciden utilizarlo como mesa y asiento a la vez–entre ellos muchos turistas. «Hay personas de toda clase, jóvenes, adultos e incluso personas bastantes mayores que vienen expresamente a jugar. Mucho malagueño, también de otras partes de España y bastantes extranjeros, y eso es algo que me gusta mucho porque puedo hablar con gente que no conozco y nos entendemos perfectamente jugando a una partida de ajedrez».
Y es que el idioma no es ninguna barrera. Y si no que se lo digan a Damiano Bombardini, un joven italiano de 23 años que llegó a Málaga hace tan solo unas semanas y ya se ha convertido en un jugador asiduo de estas partidas, contando con un nivel medio de español: «No tengo problema con el idioma. Yo soy italiano pero te puedes encontrar con gente de todo el mundo y eso me gusta mucho porque al final también es cultura», destaca Bombardini, quien tan solo unos minutos después se coloca frente a Jessie para iniciar una nueva partida. La forma de jugar de este chico es bastante llamativa, porque aunque el ajedrez está considerado un juego de mesa de concentración, este joven de 18 años lo lleva al siguiente nivel. Saluda cordialmente a su oponente pero nunca se separa de sus auriculares, por los que fluyen notas de Bach, Beethoven o Wagner. «No me ayuda a concentrarme, simplemente me gusta este tipo de música», explica mientras espera a que su contrincante mueva ficha.
José Antonio Sánchez conoció a Jessie cuando este tenía tan solo 15 años y ninguna noción de cómo jugar al ajedrez. Perdía todas y cada una de las partidas a las que se enfrentaba con Sánchez, hasta que un día le recomendó dos libros, convirtiéndose casi sin querer en su maestro. «Leí los libros que me recomendó, a los 15 días volví y le gané. Ahora casi siempre le gano», comenta el joven entre risas, quien admite que ahora casi nunca juega aunque intenta venir «todos los días que Antonio se pone aquí».
Los martes y jueves se han convertido en citas fijas de estas partidas que José Antonio no olvida recordar a través del grupo de WhatsApp 'Ajedrez en Larios', que cuenta con más de 50 participantes que «suelen o quieren venir a jugar». Y es que es tanta la libertad que cualquier persona puede unirse a una de las partidas, incluso si esta lleva uniforme y su trabajo es velar por la seguridad de la ciudadanía: «Nunca he tenido problemas con la policía, pero una vez una mujer se quejó porque ocupamos los bancos donde se sienta la gente. Vino un policía, preguntó si allí se jugaba al ajedrez y se puso a jugar una partida rápida porque tenía que trabajar», recuerda entre risas.
Tras tres años manteniendo esta iniciativa, José Antonio no pretende mover su ubicación: «Estuvimos unas semanas en el Muelle Uno, pero estamos muy aislados». Por el momento, el ajedrez le seguirá haciendo jaque mate al aburrimiento en la calle Larios.
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