Ana Pérez-Bryan
Sábado, 20 de mayo 2017, 00:47
Resulta fácil imaginar el enorme interés que ya despertaba en Europa la emperatriz Amalie Eugenie von Wittelsbach (1837-1898), más conocida por todos como Sissi, en una época en la que no había prensa de corazón ni nada que se le pareciera pero en la que cada paso de este personaje que revolucionó la corte de Viena se medía al detalle y cuya popularidad estaba al nivel de la mismísima Reina Victoria de Inglaterra. Y resulta fácil imaginarlo, entre otros detalles, porque de su breve escala en Málaga apenas hay documentación gráfica por expreso deseo de la protagonista, que desembarcó en el Puerto a bordo del yate real 'Miramar' el 2 de enero de 1893 bajo la identidad de la condesa de Homs. El comandante del barco en el que la emperatriz realizaba un crucero por el Mediterráneo ya había avisado a las autoridades locales de que la insigne turista no quería ningún tipo de recibimiento con honores y que su visita sería de carácter privado, pero medios de la época como 'La Unión Mercantil' dejan constancia en sus crónicas que Sissi pasó dos días en Málaga disfrutando de los lugares más emblemáticos de la ciudad.
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El más representativo fue, sin duda, la calle Larios, inaugurada apenas dos años antes y que ya se había convertido en el epicentro de una capital que poco a poco encaraba una transformación sin precedentes. La crónica de 'La Unión Mercantil', recogida al detalle en páginas de Facebook como 'Historia de Málaga' hace referencia a que la emperatriz pasó largo rato en la calle del Marqués de Larios, entrando en el café Inglés y en el establecimiento del señor Cabezas. La nueva arteria comercial de la ciudad era ya el escaparate de las mejores tiendas, sobre todo dedicadas a la moda femenina, y Sissi tuvo la ocasión no sólo de interesarse por esos detalles, sino de aplaudir el clima de Málaga y sobre todo su cielo, según la crónica de la época.
El recorrido turístico fue bastante completo, entre otras razones porque la emperatriz desistió a última hora de desplazarse en tren a Granada y prefirió consumir su estancia de dos días en Málaga. Además de la calle Larios, visitó la Catedral, la Alcazaba, el Castillo de Gibralfaro, las bodegas de Ramos Power en el barrio de El Perchel y los jardines de San José y la Concepción, donde llegó a pie, seguida por un carruaje del Hotel Roma que llevaba los abrigos.
El cronista de 'La Unión Mercantil' muestra en su artículo la capacidad sorprendente de Sissi de dar largas caminatas sin cansarse; y así lo demostró no sólo en su trayecto hasta el jardín botánico de la Concepción, sino también durante la jornada en la que la que recorrió el Muelle Viejo y la Caleta hasta llegar cerca de El Palo. Aquel trayecto lo hizo en coche, pero al subir por el Camino Nuevo y llegar a la Cuesta de la Reina para disfrutar de las vistas de la ciudad la emperatriz se bajó del carruaje y cumplió con uno de sus largos paseos para disfrutar del entorno.
Aquella visita de la condesa de Homs (en realidad la emperatriz austrohúngara) forma ya parte de la galería de ilustres que disfrutaron de los primeros compases de la Málaga de finales del XIX y principios del XX, aunque en esta ocasión se suma ese halo de misterio que rodeó a la protagonista no sólo en la visita a la ciudad, sino en su vida en la corte.
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Elisabeth, emperatriz de Austria por su matrimonio con Francisco José y personaje inolvidable de la época gracias en parte a la serie de películas sobre su vida que protagonizó la actriz Romy Schneider, tuvo una trayectoria a medio camino entre el brillo de la corte y la tragedia familiar: consiguió convertir su reinado en el más brillante de cuantos existían en Europa, pero decidió alejarse de la vida pública tras la muerte -dicen las crónicas de la época que por suicidio- de su hijo Rodolfo, en 1889. Puede que ahí esté una de las razones de sus viajes posteriores bajo identidades ficticias, ya que su desembarco en Málaga se produjo sólo cuatro años después de la pérdida de Rodolfo. Pero la vida le depararía un revés final, ya que en 1898 la emperatriz fue asesinada por el anarquista italiano Luigi Lucheni. Aquel hecho, sumado a su personalidad arrolladora y a una vida llena de claroscuros, terminó por hacer (casi) eterno el mito de la emperatriz Sissi.
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