ANA PÉREZ-BRYAN
Viernes, 14 de abril 2017, 00:29
Visto así, en pie por mucho que pasen los años, parece que la playa de los Baños del Carmen y su Balneario siempre han estado ahí para el disfrute de los malagueños. Pero nada más lejos de la realidad. La historia de este espacio emblemático que abrió sus puertas el 16 de julio de 1918 hunde sus raíces en otra transformación histórica para la capital: la ampliación del Puerto de Málaga, una necesidad que se volvió imperiosa a finales del siglo XIX ya que las instalaciones portuarias llevaban décadas prestando servicio sin que se realizaran las correspondientes obras de mejora.
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Ahora bien: ¿Qué relación hay entre los Baños del Carmen y el Puerto, si están separados por una generosa franja de mar y de costa? La respuesta está en el monte de San Telmo, que ocupó hasta el año 1880 la totalidad del espacio actual Balneario. Allí no había ni playa ni nada que se le pareciera, sólo la montaña -con una torre vigía de la época nazarí- que fue utilizada como cantera para extraer la piedra que serviría a la ampliación del Puerto. Ahí está el nexo: las autoridades decidieron que esa montaña sería dinamitada para suministrar de roca al vecino puerto.
La compleja operación se fraguó en varios frentes: en primer lugar, las crónicas de la época aún recuerdan la espectacular voladura del monte de San Telmo, que tuvo lugar el 24 de febrero de 1880. Los escasos vecinos que habitaban los alrededores de San Telmo fueron desalojados en un radio de más de medio kilómetro y se tomaron otras medidas de seguridad adicional, como establecer un radio de seguridad marítima de 1.000 metros. La mañana de la explosión queda para el recuerdo con dos estampas paralelas: por un lado una extraordinaria concentración de curiosos que llenaron el muelle del Puerto, Monte Sancha o Gribralfaro para no perder detalle; y por otra las familias que asustadas por la magnitud que representaba la voladura de una montaña decidieron salir de Málaga hacia pueblos cercanos y sus fincas de campo.
La demolición se desarrolló sin incidentes, y a partir de ese momento se construyó a los pies de la cantera un pequeño embarcadero -denominado Puerto de la Cantera según los planos históricos de Emilio de la Cerda de los años 1894 a 1898- desde el que partían las barcazas cargadas de roca desde San Telmo al Puerto.
Pronto se adivinó que esta cantera no era suficiente para abastecer la obra de ampliación, ya que los técnicos esperaban extraer más de 700.000 metros cúbicos de piedra caliza pero seguían necesitando más tras otras voladuras. Así fue como surgió la opción de la cantera de los Almellones, situada más al este y ya demasiado lejos del Puerto como para transportar las piedras por mar. La solución fue construir una línea de ferrocarril para llevar las piedras desde la cantera de Almellones a la de San Telmo y de ahí desplazar el material en las barcazas hasta el Puerto. La línea de ferrocarril, que se terminó en 1886, fue además el germen del tren a Vélez.
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Cuando el Puerto de la Cantera perdió su funcionalidad comenzó su abandono, hasta el punto de que fue parcialmente demolido a principios del siglo XX. Pero aún aguardaba otra sorpresa: las escolleras sumergidas comenzaron a recibir aportes de arena de una forma natural, el agua quedó estancada y surgió una laguna de poca profundidad -bautizada como de Pedregalejos-. Así permaneció la zona unos años hasta que finalmente la laguna se desecó para comenzar la obra del Balneario de los Baños del Carmen... y con ella otra etapa en la historia local del último siglo.
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