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Pilar R. Quirós
Lunes, 3 de abril 2017, 10:49
Acosado por su presencia en la manifestación en contra de la Junta por el impuesto de sucesiones estaba el sempiterno Antonio Cortés, cuya única queja es el impuesto de plusvalía del Ayuntamiento, que le lleva por el camino de la amargura. Cual predicador, con su rosario, cruz, y pancarta, se aposta casi a diario a las puertas de Gestión Tributaria (Gestrisam), en Tabacalera, o cambia el turnillo para ir al Ayuntamiento de Málaga, y parar al alcalde Francisco de la Torre cada vez que se lo encuentra. Desear, desea siempre lo mejor, pero considera que el 'enemigo', las administraciones «que nos sacan las turdigas con los impuestos, el mal endémico de esta sociedad». Y así se lo explica al primer edil cada vez que lo ve y puede.
Pero su caso, la verdad, pinta feo. Su madre se murió y le legó la casa en la que vivían ambos, y desde entonces tiene una deuda que va creciendo para pagar la plusvalía, y que aunque Gestrisam le dé cómodos plazos para afrontarla, dice no poder hacerlo con 426 euros al mes.
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