Zorrilla delante de uno de los pabellones militares de la Trinidad. Detrás, el convento

Eduardo Zorrilla reivindica el convento de la Trinidad

IU demanda a la Junta que termine de restaurar y le dé uso al espacio, que sigue abandonado; y al Ayuntamiento, un plan especial para el barrio

Pilar R. Quirós

Lunes, 3 de abril 2017, 00:12

Hace unos 30 años, los niños jugaban y campaban a sus anchas en la plazoleta de la iglesia de la Trinidad. El germen de todo el barrio. Una postal que no se ha vuelto a repetir. Los militares poblaban el antiguo convento de la Trinidad y unos pabellones creados ex profeso para la actividad castrense y enfrente, la actividad del obrador de roscos El Cid hacían que la calle Martínez de la Rosa, esa que se contonea para bajar por la genuina Calzada de la Trinidad (de ahí el apellido del Chiquito) hasta la avenida de Barcelona bulliese de vida. Precisamente el convento de la Trinidad, que también recibe el nombre de Convento de San Onofre de Padres Trinitarios Calzados, que se muestra hoy fantasmagórico y abandonado en lo alto de la colina, es el origen del barrio de la Trinidad y el que le procura su nombre. Antes, en este promontorio se había instalado el campamento de Isabel la Católica durante la reconquista de Málaga en 1487. Precisamente, sería luego la reina la que concedería este lugar, conocido como Cerro de la Artillería, a los trinitarios para que levantasen su convento con el objetivo de que evangelizaran a la población y levantaran iglesias. Los trinitarios, que vivían en Puerta del Mar, se mudaron al nuevo inmueble, en el año 1494. Abajo, cruzando la avenida de Barcelona, tiene su sitio la cofradía del Cautivo y más allá, la iglesia de San Pablo, de la que el cristo con la túnica blanca es titular.

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El desamor de Málaga con el convento de la Trinidad, una joya renacentista y mudéjar ha sido patente desde que los militares lo abandonaran, junto a sus pabellones. Desde entonces ha sido pasto del expolio y de las indecisiones de las administraciones. El portavoz de IU-Málaga para la Gente, Eduardo Zorrilla, visita en esta jornada el inmueble, aunque no su interior, porque hay una verja que corta el paso. Habla el líder de IU de la desidia de los proyectos prometidos, Parque de los Cuentos, una sede del Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico, la Biblioteca Provincial y hasta un Museo Arqueológico. Soñar es gratis, pero los edificios que no se dotan de vida, acaban cayéndose. Y en este caso, como explica Zorrilla, no son pocos los expolios que ha sufrido «este puntal esencial de la historia de Málaga», entre ellos la demolición de buena parte de los pabellones castrenses. Al lado, la iglesia de la Trinidad, sin embargo, ha sido recuperada por el Obispado y luce radiante sus ladrillos vistos, que se han repuesto y se han limpiado mediante la técnica del chorro de agua.

IU-Málaga para la Gente redacta una iniciativa para presentarla a la próxima comisión de Cultura, en la que le pide a la Junta que recupere esta instalación para uso ciudadano, cultural y social del barrio, «que carece de espacios de uso comunitario» y al Ayuntamiento, que empiece a dar los pasos para poner en marcha un plan de rehabilitación de este barrio genuinamente malagueño, que el alcalde socialista Pedro Aparicio empezó a rehabilitar en los 80 con un proyecto que se quedó sin finalizar, como explica Zorrilla.

Plusvalía. El clásico Cortés sigue erre que erre

Acosado por su presencia en la manifestación en contra de la Junta por el impuesto de sucesiones estaba el sempiterno Antonio Cortés, cuya única queja es el impuesto de plusvalía del Ayuntamiento, que le lleva por el camino de la amargura. Cual predicador, con su rosario, cruz, y pancarta, se aposta casi a diario a las puertas de Gestión Tributaria (Gestrisam), en Tabacalera, o cambia el turnillo para ir a la Casona, y parar al alcalde Francisco de la Torre cada vez que se lo encuentra. Desear, desea siempre lo mejor, pero considera que el enemigo, las administraciones «que nos sacan las turdigas con los impuestos, el mal endémico de esta sociedad». Y así se lo explica al primer edil cada vez que lo ve y puede.

Pero su caso, la verdad, pinta feo. Su madre se murió y le legó la casa en la que vivían ambos, y desde entonces tiene una deuda que va creciendo para pagar la plusvalía, y que aunque Gestrisam le dé cómodos plazos para afrontarla, dice no poder hacerlo con 426 euros al mes.

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