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Ana Pérez-Bryan
Lunes, 27 de marzo 2017, 00:17
Resulta curioso asistir en directo, a pie de playa y con la bahía malagueña como escenario privilegiado, a ese clic que se activa en un puñado de chavales que se meten en arena pensando que la actividad arqueológica de la que van disfrutar como una actividad extraescolar más empieza como una aproximación a lo que ellos veneran como el oficio de Indiana Jones pero que termina en las antípodas de esa idea. «¿Vamos a encontrar oro?», pregunta Juan, un estudiante grandote de unos 13 años que se aferra a una barra de nivel a pleno sol y que abre mucho los ojos cuando escucha de una monitora la palabra «monedas». Algunas encuentran, es cierto. Pero lo que hallan vale quizás mucho más que el oro del que se habla en las películas.
Porque la actividad que se celebra en la playa de La Misericordia para aprovechar uno de esos días de mayo que regala marzo usa la arqueología como excusa impagable, pero va mucho más allá: «Hoy aprenderán la importancia de respetar el patrimonio que nos rodea, pero sobre todo la enorme riqueza que esconde el mar», explica Verónica Navarrete, arqueóloga de Nerea Arqueología Subacuática y una de las encargadas de enseñar ahí, a pie de playa, cuál es el matiz que distingue el precio del valor.
En efecto, el taller escolar que desde hace un par de años promueve esta empresa malagueña especializada en patrimonio subacuático y pionera en su ámbito, y que dirige Javier Noriega, trata de inculcar en las nuevas generaciones el respeto por el mar no sólo por una cuestión pura de lo-que-debe-ser, sino por una estrategia de rentabilidad (y riqueza) real: es un hecho que Málaga es una ciudad que sigue viviendo de espaldas al mar a pesar de las posibilidades casi inagotables que ofrece ese medio. La economía azul, la llaman. Con todo lo que eso implica, y que abarca desde la generación de empleo a la conservación del patrimonio cultural del entorno. En esa labor andan precisamente Noriega y los suyos, que dieron los primeros pasos de esta iniciativa didáctica de la mano de la Unesco y en el marco del 7º Foro Juvenil del Patrimonio Mundial. Desde aquella primera experiencia ya han sumado una decena de talleres con colegios de la provincia y la idea es seguir formando a las nuevas generaciones en la idea ésa de que el mar está para algo más que para bañarse en verano.
Como un naufragio de verdad
Santiago, Isabel, Adrián, Jaime y Dani ya han comenzado a comprenderlo. Los chavales forman parte del grupo de medio centenar de alumnos de ESO del IESSierra de San Jorge que por un día han cambiado la rutina en el instituto de Villanueva del Trabuco por la arena de La Misericordia. Sobre el terreno la jornada ha comenzado mucho antes, porque Verónica Navarrete y su compañera Alicia Blanco (también arqueóloga) estrenan el amanecer enterrando tablones, vasijas, monedas, bolas de cañón y hasta botellas vacías de ron. Los restos de un naufragio que hay que documentar y mimar como si fueran auténticos profesionales: allí los estudiantes delimitan el terreno, hacen las catas, desentierran objetos, documentan piezas y llegan a sus propias conclusiones. La importante: que no hace falta el oro porque el mar es el auténtico tesoro.
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Pilar Martínez | Málaga y Encarni Hinojosa
Cristina Vallejo, Antonio M. Romero y Encarni Hinojosa | Málaga
Abel Verano, Lidia Carvajal y Lidia Carvajal
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