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beatriz lafuente
Sábado, 24 de diciembre 2016, 01:32
«La Iglesia está llamada a descender, otra cosa es que a veces a los cristianos se nos olvida que, para alcanzar la salvación, hay que descender y no subir». Gabriel Leal, vicario para la Acción Caritativa y Social, delegado episcopal de Cáritas y profesor de Sagrada Escritura ensalza en esta entrevista los valores solidarios de los malagueños, que han posibilitado la apertura de un centro denominado Calor y Café para las personas sin hogar y el mantenimiento de la Casa del Sagrado Corazón (Cottolengo).
«Esta noche es Nochebuena y mañana Navidad», para muchos es sólo la letra de un villancico, pero ¿qué celebramos realmente?
La Navidad tiene su origen en la celebración anual del nacimiento de Jesús de Nazaret. Es una fiesta cristiana que se hizo coincidir con el solsticio de invierno para expresar que el sol que ilumina y da vida es Jesucristo. Es decir, es una cristianización de una fiesta inicialmente pagana que, desgraciadamente, ahora se va paganizando de nuevo.
«Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús» le dijo el ángel Gabriel a una joven llamada María, según cuenta Lucas en su Evangelio. Una noticia muy esperada, ¿no es así?
En tiempos de Jesús había una gran expectativa mesiánica. Pensaban que el Mesías prometido por los profetas estaba pronto a venir. La Anunciación es un misterio desconcertante, los humanos cuando queremos arreglar el mundo siempre pensamos en cosas grandiosas: «a ver si me toca el cuponazo y puedo hacer obras de caridad...». Uno se queda desconcertado cuando piensa que la Anunciación se produce en Nazaret. Los que han viajado por allí saben que no hay ni piedras que ver, porque siempre quedan restos arqueológicos en las casas de los ricos, pero las casas de los pobres no dejan ni huella. Es un sitio pequeño, humilde y pobre. El propio Evangelio dice: «¿Y de ahí puede salir algo bueno?». Y José, el cabeza de familia, era lo que nosotros llamamos un manitas, más que un carpintero. Y uno piensa: ¿cómo es posible que Dios, para enviar al Mesías, acuda a la casa de una muchacha, pidiéndole permiso para entrar? Porque lo que le hace es una propuesta, no una imposición. Desconcierta porque nuestros parámetros humanos nos hacen pensar que, para hacer el bien, mientras más poder, prestigio e influencias se tengan, mejor. Pero Dios, para hacerse hombre y ofrecer su salvación, escoge el último lugar. Llama mucho la atención. Tal y como lo cuenta el relato bíblico, es una propuesta, es decir, que Dios deja su proyecto de salvación pendiente de la respuesta de una mujer sencilla, de pueblo, humilde.
Coincide con eso que el papa Francisco dice de que «Dios es el Dios de las sorpresas».
Sorprende pero la explicación es muy sencilla: el Mesías viene para todo el mundo, y para hacerse accesible a todo el mundo quiso llegar desde abajo, porque no todos podemos subir, escalar, trepar; pero todos podemos bajar si queremos. Escogiendo el último lugar, está claro como el agua, todo el mundo se siente a gusto. La extrañeza no será que haya pobres en torno a Él, sino que se le acerque la gente de mejor posición social, como dice la hermanita Magdeleine de Jesús fundadora de la Fraternidad de las Hermanitas de Jesús.
¿Cómo concreta la Iglesia esta cercanía a los pobres que Jesús invitó a imitar?
La Iglesia está llamada a descender, otra cosa es que a veces a los cristianos se nos olvida que, para alcanzar la salvación, hay que descender y no subir. El Papa Francisco está recordando continuamente, que quiere una Iglesia que sea un hospital de campaña, cosa que también han dicho los papas anteriores, solo que Francisco lo dice con un lenguaje que a nosotros, como latinos, nos llega fácilmente al corazón. La tarea de la Iglesia es ser una Iglesia que recuerde que Jesús era pobre y utilizó medios pobres para evangelizar. Recordemos por ejemplo a la madre Teresa de Calcuta, todo lo que hizo desde la pobreza. Cuando las instituciones o las personas piensan que van a evangelizar con poder, les digo que, andando por ese camino, solo conseguirán fracasos, porque el Evangelio no solo es transmitir el mensaje de Jesús, sino hacerlo como Él lo hizo. Hay una frase muy bonita de Carlos de Foucauld, uno de los que más ha influido en este siglo en la transformación de la vida religiosa, que dice así: «Yo he perdido el corazón por este Jesús de Nazaret, muerto en la cruz hace mil novecientos años, y desde entonces, paso la vida intentando imitarle en la medida en la que lo permite mi debilidad».
¿Cómo concreta la Iglesia de Málaga esta preferencia por los pobres?
De muchas maneras, pero por concretar, gracias a la solidaridad de los malagueños, acabamos de inaugurar un centro llamado Calor y Café, en el que podrán pasar la noche alrededor de veinte personas que viven en la calle. Tenemos el milagro de la Casa del Sagrado Corazón, conocida como el Cottolengo, que lleva cincuenta años viviendo de la caridad y tantas otras obras que mantienen las religiosas en Málaga. Solo hay que recordar las palabras del Evangelio: «tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, fui forastero y me hospedaste», dice Carlos de Foucauld, que «no hay palabras que hayan cambiado más mi vida que estas; cada vez que lo hiciste con uno de estos, a mí me lo hiciste».
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