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José Vicente Astorga
Domingo, 4 de diciembre 2016, 00:59
Decidió cuando joven afincarse en Andalucía, donde terminaba su tesis. La docencia y el ejercicio profesional en la empresa y la banca han marcado el casi medio siglo de ejercicio profesional de este economista riojano, doctorado en Deusto y profesor en las universidades de Bilbao y Sevilla. Como profesor del Instituto Internacional San Telmo desde mediados de los 80, a los análisis de coyuntura que comparte en las aulas, en artículos y revistas une una curiosidad inagotable ante los retos de largo alcance que la globalización plantea al mundo de la empresa, a la que recomienda permanente innovación y vuelta a los valores.
De las propuestas de Trump y los cambios que anuncia, ¿cuáles cree que llevará adelante?
Lo que se considera que va a ser firme es ese billón previsto en infraestructuras. Y se da por descontado un fuerte crecimiento impulsado por el gasto público. También la bajada de impuestos será fuerte, lo que supondrá un aumento de consumo e inversión, pero también inflación. La deflación ha muerto con Trump y entramos en un nuevo periodo en el que se espera que haya crecimiento con inflación, aunque en Europa, por el contrario, podríamos tener riesgo de estanflación, como en Japón. Los tipos de interés se disparan ahora porque el programa de Trump va a obligar a los bancos centrales a subirlos, los de corto, medio y largo plazo. El bono a diez años ya ha subido un 80 por ciento. En la reunión de la Reserva Federal, este diciembre, ya nadie duda de que será así. Estamos en el terreno de las expectativas y el mundo del dinero se está dando la vuelta. El tiempo de tipos negativos ha muerto. Estamos en un nuevo ciclo financiero después de diez años.
Para un país tan endeudado como España el panorama no pinta nada bien...
Con una deuda fuerte, se dificulta el pago, y no le digo nada Hispanoamérica. México ha reaccionado subiendo tipos para evitar la devaluación del peso. Estamos ante un giro copernicano del sistema financiero, uno de los síntomas de cambio de era.
¿¡Es la política, idiota!, parafraseando al famoso asesor de Bill Clinton?
Sí. Esa política derivada de las desviaciones y los efectos negativos de todo el periodo anterior: crecimiento, globalización, y crecimiento de las desigualdades que han hecho crecer los populismos y que nos han traído a un presidente norteamericano que, algo curiosísimo, proviene del mundo del dinero pero es un antisistema. En su planteamiento hay partes buenas y otras peligrosas. Yo creo que no llegará a la anulación de los tratados internacionales sino a una renegociación. En el tema de gasto militar, con su posición respecto a los socios de la OTAN, necesita el dinero porque su programa de inversión pública le obligará a recortar gastos.
¿Bastarán los contrapoderes de EE UU para frenar su promesa proteccionista de la economía nacional?
No se promete igual cuando se es candidato de una plataforma sin apoyo político, y se dicen todas las barbaridades necesarias para contentar a las clases sufrientes. Es un hombre inteligente y conoce las leyes de la economía y no se va a pegar nunca un tiro en el pie. Ni a su país. Otra cosa es que priorice los intereses norteamericanos respecto a los demás. En aranceles probablemente renegocie tratados. Los aranceles unilaterales generan una espiral perniciosa para todos. No pienso que haya una escalada brutal del proteccionismo. Viviremos un mundo con más controles en frontera, pero no aislacionismo. El programa de expansión de Trump tenía el apoyo de economistas como Larry Summers, que ya hablaba de cómo salir del estancamiento. Incluso en Europa se habla de que si no hay un plan de inversión que supere al plan Juncker, entraremos en estancamiento. El plan de Trump puede animar a Europa a ser más atrevida. Sin embargo, tiene el riesgo de aumentar déficits públicos que ya son muy altos. Habrá reformas fiscales y un tema importante, el de los paraísos fiscales, al que Trump le va a meter mano. Será el primer político en hacerlo en relación a empresas que trabajan fuera. Cuando se enfríe, sin duda veremos que siendo una persona estrambótica y de moral dudosa, sabe la responsabilidad que tiene. Hará la mitad de lo que ha dicho, pero algunas cosas pueden propiciar una nueva fase de crecimiento mundial. De la deflación a un mundo con intereses más normales, con una inflación subiendo y esperemos que todo vaya acompañado de planes de inversión.
El programa de compras masivas de deuda por el BCE toca a su fin.
Pero la Reserva Federal va a subir tipos de forma paulatina, no a gran velocidad. Hay un riesgo de estallido de burbuja de la deuda que provocaría que los bancos entraran en una segunda crisis. La subida de tipos se tiene que hacer con mucha mesura. La rentabilidad se ha multiplicado y tiene a la banca como primer eslabón. Al no tener crédito privado ha estado comprando mucha; en España, más de 300.000 millones de euros en su balance. Una caída del 20 o 30 por ciento provocaría un agujero, pues ya están muy ajustados en su solvencia. El tránsito de una economía deflacionaria a inflacionaria es como hacer despegar un avión con muy mal tiempo.
¿Americanos y europeos están coordinados en la torre de control?
Sí hay cierta coordinación. La prueba es el retraso de la Reserva Federal en la subida de tipos. En estos momentos habría que coordinar más a través de G-20 y los bancos centrales. La situación de los países latinoamericanos, muy endeudados y en dólares, con Brasil o Argentina a la cabeza, es más delicada, con más deuda del sector privado que el público. Una subida fuerte y rápida y en dólares, la haría impagable.
¿Pasaremos de un capitalismo financiero a otro que mire más a la economía real?
Este es el reto que tenemos delante. Si ha habido algo que no se ha hecho bien es la financiarización de la economía, el capitalismo financiero. Ese flujo del dinero que se sabe que no llega a la economía real y que de ser un medio ha pasado a ser un fin en sí mismo. Se dispararon los precios de activos financieros y se han provocado las grandes desigualdades. La gente está en su salario, su pensión, su trabajo, pero el disparo de la riqueza financiera nos ha traído la desigualdad y los populismos. No digo que haya que refundar el capitalismo, pero sí corregir sus desviaciones y una importante son los flujos financieros desconectados de la economía real.
Valores
¿Es un buen momento para relanzar la 'tasa Tobin'?
Algún efecto tendría, pero no elimina la especulación ni la financiarización de la economía. No estoy ni a favor ni en contra. Es un invento de los políticos para afrontar los gastos de la Comunidad Europea y no hacerlos recaer en los presupuestos, en ese 1 por ciento que se ha quedado escaso. Hemos pasado de una desrregulación, de paradigma neoliberal que ha entrado en crisis porque los mercados no asignan bien los recursos, y ahora estamos en el neointervencionismo keynesiano. Leyes para bancos, para empresas que al final acaban por asfixiar la economía. No nos pasemos de rosca y nos pasemos al otro extremo, aunque el sistema financiero sea el que necesita más regulación porque es el sistema nervioso. ¿Por qué no insistimos más en los valores? Es en lo que menos se está trabajando. Fijamos códigos de buena conducta pero no los trabajamos. Ahí hay un campo amplio por parte de las universidades, de las escuelas de negocios. El fallo del sistema financiero fue un problema de valores. Había regulación, pero no se cumplió. Hacen falta valores y policía en el sentido de control.
El Papa se reunió hace poco con empresarios y les habló del 'estiércol del diablo' para referirse al dinero.
El Papa, como nosotros en nuestra reciente asamblea de San Telmo, mira a los valores. La solidaridad, el trabajo bien hecho, la responsabilidad, el impacto sobre los demás, el medio ambiente, la ética de los negocios. Si las finanzas van por un lado y la economía por otro, mal. Hay que educar en valores para un mundo global. Si el ser humano no vive mejor, mal vamos. Desde la empresa, desde la política es uno de los retos. Las empresas son más rentables y competitivas con valores, pero independientemente de que esto pueda valer para los que no sean tan trascendentes, yo los trabajaría aunque no fuera así. El ser bueno no es caro, pero tiene que estar por encima de resultados. La gran paradoja es que esto se plantee y suceda tras la victoria de alguien como Trump.
¿Qué opina del salario social? ¿Es un parche o puede ser un cambio para afrontar la exclusión?
Se refiere a la renta básica. Creo que es deseable. Está en el catálogo de temas necesarios para que la dignidad del hombre se mantenga. Toda persona que quiere trabajar debe tener una oportunidad. Tarde o temprano lo tendremos que hacer por un tema de dignidad humana. Debe haber un plan de rescate, de políticas activas para trabajadores que no se han podido adaptar para que la renta básica y que vaya ligada a algún tipo de tarea. No veo el mundo con una masa de gente pensando que no tiene opción. Eso es insostenible. ¿Cómo se puede llamar mayor a alguien de 45 años? Es de vergüenza. Las nuevas tecnologías los dejan cada vez más lejos. ¿Se puede hacer todo eso ahora? Probablemente no, con déficits tremendos, la urgencia de arreglar las pensiones...
El Estado de bienestar ya no va a ser el mismo que hemos conocido...
Es una tendencia a nivel mundial. La riqueza de los que menos tienen ha bajado pero la del 1 por ciento que tiene más ha aumentado. Eso ha puesto en crisis el Estado de bienestar, que es el mayor logro de la humanidad, y su máxima expresión en Europa. El objetivo no debe ser eliminarlo sino qué hacer para mantenerlo, qué tipo de ajuste en la sociedad y en las instituciones. Y ese ajuste es doble. Por el lado de la eficiencia no está bien gestionado. Es muy caro, porque no se gestiona como una empresa que compite. Hay que hacerlo con menores costes, como la Administración en general. Por otro lado, el Estado de bienestar universal que beneficia a todos sin distinción de rentas hay que revisarlo. Ese es el segundo lado del ajuste. En el sistema de pensiones, reformarlo a corto plazo. Habrá que alargar la edad de jubilación, fomentar la natalidad, necesitamos tratar la emigración de otra manera.
Alemania, en eso, está dando lecciones al resto de países europeos.
Claro, son inteligentes, sabe que los necesita. Tenemos una natalidad bajísima, y aunque se fomente se tardará una generación. Necesitamos a los inmigrantes, pero ahora giramos en sentido contrario. Hay que pensar que el Estado de bienestar se mantiene si hay empleo. No podemos seguir con planes de austeridad, sino avanzar en inversiones y aprovechamiento de nuevas tecnologías. Es lo que pretende Trump. Evidentemente hay un tema para el que no hemos encontrado respuesta y es esa llegada de tecnologías que eliminan mano de obra. Vamos a un mundo de tiendas y fábricas sin empleados. ¿Cómo crear más empleo del que las tecnologías destruyen? La respuesta no la veo. Desde la revolución industrial han aparecido nuevos sectores, nuevos servicios, pero ahora nos dicen que el 60 por ciento de profesiones del futuro no existen todavía.
En esto del avance tecnológico, como en el argot financiero, parece que resultados pasados no garantizan resultados futuros
Claro. Yo no me quedo tranquilo. Estamos ante una nueva era en todos los sentidos: político, social, laboral.... Cuando hay un cambio profundo, un choque de placas terrestres, ya no vale de nada proyectar el pasado sobre el futuro pues estamos desconcertados. No sabemos. ¿El nuevo mundo que está emergiendo va a crear ocupación productiva? Antes se descubrían continentes, mercados. Ahora sólo queda África y el planeta se acaba, y a África vamos a necesitarla. ¿Estamos dándoles a nuestros jóvenes a la formación y las habilidades adecuadas para este nuevo mundo más allá de conocimientos con gran peso del factor memoria? ¿En qué tendrían que estar mejorando? ¿Los preparamos para trabajar en cualquier parte del mundo? Es necesaria la innovación permanente para una economía de colaboración-competencia donde el trabajo es inseguro. Son cambios que no hemos percibido.
Los salarios en España pierden peso porcentual en el PIB, casi tres puntos mientras los beneficios aumentan uno. ¿Hay que plantearse otro esquema más equitativo?
Todo por leyes no se puede hacer. Se ha aumentado el número de trabajadores, pero en estos años la moderación o bajada de salarios ha creado más desigualdades en renta. Los grandes ejecutivos a veces tienen retribuciones impresentables y el directivo medio ha perdido un 20 o 30 por ciento. Esto no es bueno. Aquí también hay que meter el tema de los valores. Hay empresas a las que les ha ido bien, cada vez más, y que ahora pueden pagar más. No es un tema de ley. Las empresas que generan beneficios deben pagar más.
Y más ahora que la inflación crecerá...
La bajada de salarios ha sido soportable por el comportamiento de la inflación y de los tipos de interés. Pero los tipos y los precios subirán y nos acercaremos al 2 % en 2018. La evolución de los beneficios va por encima. Hay que apelar a la responsabilidad moral de los empresarios que pueden. Lo dice el Banco Central y el FMI que no son sospechosos de ser de izquierdas. La gente tiene ganas de consumir, y pierde el miedo, pero eso no se sostiene si no suben los salarios. Deben ir de acuerdo con la productividad, pero no se hace.
Bajos salarios, tasas de paro insoportables. ¿dónde queda el famoso cambio de modelo de productivo?
Ese es un falso paradigma de los economistas. Nadie es capaz de saber cuál es el modelo ideal. Al final lo importante es la distribución de sectores según las ventajas competitivas de cada territorio. España tiene mejor clima. Agricultura y turismo tienen que estar al última, invertir en ser los mejores. El cambio de modelo se ha producido en parte porque todos los sectores han mejorado sus procesos. Exportábamos el 25% y ahora el 35%. Ahora competimos con los mejores para vender fuera. Hagamos sectores más innovadores y de mejor capital humano y habrá cambio de modelo.
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