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Pilar R. Quirós
Domingo, 2 de octubre 2016, 01:14
Allí está ella. Impertérrita. Con mirada desafiante. Es la reina Isabel la Católica en su entrada triunfal a Málaga, una vez que habían vencido a los musulmanes que gobernaban la ciudad. La batalla de Málaga fue una de más sangrientas de la Reconquista. Lo que hicieron los Reyes Católicos fue cortar el suministro de víveres a la ciudad y así fueron minando a las tropas musulmanas, que acabaron doblegándose en una contienda muy cruenta. Cuentan los historiadores que la toma de Granada fue un paseo precisamente porque el reino nazarí no quería reproducir lo que había vivido antes la ciudad bañada por el mar. La toma de Málaga por los Reyes Católicos el 19 de agosto de 1487 fue tras un duro asedio que duró de cuatro a seis meses, según cuentan los cronistas que acompañaban a los reyes, que abundaron en todo lujo de detalles, incluidos datos topográficos de dónde se realizaban las batallas.
La reina Isabel la Católica domina la casa consistorial desde la ejecución de la misma por los arquitectos Fernando Guerrero Strachan y Manuel Rivera a principios del siglo XX. En 2010 finalmente se concluyó el expediente para declarar al edificio Bien de Interés Cultural (BIC) por la Junta Andalucía por el valor de su arquitectura, pinturas y vidrieras. Precisamente, las vidrieras suman un importante valor patrimonial al inmueble, y de hecho son bien admiradas por los visitantes, sobre todo la de los Reyes Católicos, que da la bienvenida a todo el que entra en el Consistorio, y se asoma a la escalinata estilo imperial, donde se hacen los concejales las fotos de la Corporación o el alcalde recibe a los invitados de honor.
Realizada por la famosa casa Maumejean, de París (de la que hay vidrieras en otros importantes monumentos de este país como las catedrales de Sevilla o Burgos), la vidriera principal del Ayuntamiento de Málaga, junto a otras que están en los laterales, están dedicadas a importantes episodios históricos de la ciudad. La ya mencionada toma de Málaga en 1487; la creación de la urbe por los fenicios; la entrada de Felipe IV en la ciudad así como el curioso episodio de la rebelión de la población y su ayuntamiento contra el Tribunal del Almirantazgo. Este episodio, que es realmente muy poco conocido por la población malagueña, se produjo en 1516, como cuenta Francisco Bejarano, en la revista española de historia, Hispania. La ciudad, con su Consistorio a la cabeza, se alzó contra los abusos del tribunal del Almirantazgo, en defensa de su fuero y libertades comunales consiguiendo, tras varios años, la desaparición del mismo. Las motivaciones, según explica Bejarano, no se explican en ninguna obra, ni las incidencias posteriores de aquel movimiento hasta la abolición del Almirantazgo de Granada por haber conseguido Málaga la abolición del oficio del Almirante cuando falleció Fadrique Enríquez de Cabrera, que lo ostentaba. Este hecho se produjo durante el periodo de la segunda regencia del cardenal Cisneros, tras la muerte de Fernando el Católico y la llegada de Carlos V de Alemania, y posteriormente I de España. Un episodio más que demuestra que en esta ciudad cuando hay que fajarse, nos fajamos, y que, puestos a sufrir envites, no nos andamos con chiquitas.
Por cierto, de la época de la conquista de los Reyes Católicos hay una curiosa leyenda que se cuenta de padres a hijos en Los Montes de Málaga, que versa sobre la reina Isabel, famosa popularmente por su poco cariño al agua, que se dio un pequeño lavado antes de llegar al asedio en el que su marido, Fernando el Católico, tenía sumida a Málaga. Chascarrillo más que hecho histórico probado, lo cierto es que este manantial pasaría a llamarse la Fuente de la Reina. Este dato, señores, no se ha podido contrastar tan científicamente, como que el alcalde de Málaga sólo necesitó 11 litrospara darse una ducha cronometrada. Cosas de la intrahistoria
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