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Ana Pérez-Bryan
Domingo, 28 de agosto 2016, 00:01
El mundo del helado está repleto de etiquetas, sobre todo de ésas que lo vinculan a la tradición más arraigada: el helado clásico, el artesano, el de toda la vida... Ignacio Gil se encuentra cómodo, sin embargo, con el sello de «innovador» cuando habla de su heladería, Frágola, que después de 15 años se ha convertido en un lugar de referencia en Ciudad Jardín. En su caso, el gusto por el oficio también tiene vínculos familiares y a su establecimiento en la capital suma otro en Ceuta, que se llama Golosa. Y en ambas este empresario trata de adaptarse a los nuevos gustos del cliente (sobre todo el local), que cada vez consume más helados pero que aún no ha conseguido librarse del tópico de que sólo se toman en verano. Para derretir esa idea, Gil ofrece una carta que roza el medio centenar de sabores: los tradicionales tienen su espacio, pero también esos otros con los que Frágola abrió camino.
Las milhojas de turrón, el pionono o la tarta de queso son algunas de las novedades que incorporó hace años este negocio a su catálogo de sabores, en el que hay un hueco especial para el Drácula: «Fui el primero en hacerlo», celebra Ignacio, quien bebe de la tradición italiana a la hora de elaborar su producto y que tampoco falta a la Feria Internacional del Helado en Rimini para conocer las novedades de primera mano. «Ahí se aportan muchas ideas y luego nosotros sacamos nuestro producto», avanza Ignacio, convencido también de que la calidad de los ingredientes termina por marcar la diferencia: «Los que hacemos las cosas bien utilizamos productos naturales». Y además a diario, «porque eso se nota en la cremosidad del helado y se evita que cristalice».
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