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Marcelino Torrontegui posa en el hotel de Atlanta con Indurain y la medalla de oro de este en contrarreloj.
Marcelino Torrontegui, el ayudante de las estrellas

Marcelino Torrontegui, el ayudante de las estrellas

En las próximas semanas este masajista y podólogo asturiano, pero afincado desde hace años en Málaga, asistirá a sus sextos Juegos Olímpicos

Sergio Cortés

Jueves, 28 de julio 2016, 00:11

Ya es oficial: Marcelino Torrontegui (Torron, como es conocido en el mundo del deporte) acudirá a sus sextos Juegos Olímpicos consecutivos. Y serán los quintos como embajador del Málaga. «Desde luego, si voy a llegar a los sextos es por las facilidades que me ha dado siempre el club, desde los presidentes (Puche, Roldán, Fernando Sanz y el jeque) a los dirigentes, pasando por los entrenadores y mis propios compañeros del cuerpo médico», destaca este asturiano que ejerce de «muy malagueño» -ahí están sus dos hijos, Carlota y Samuel- y que siempre lleva una maleta más cargada de la cuenta. «Es que meto ropa del Málaga, porque allí me gusta trabajar y pasear con las camisetas nuestras. Así me ven más fácilmente...», bromea.

  • Marcelino Torrontegui es, sin ser futbolista o entrenador, una de las caras conocidas del fútbol español. «No eres nadie si tu teléfono no está en el móvil de Torron», solía decir Koke Contreras para valorar hasta qué punto es conocido en el mundo del deporte. Es malaguista por los cuatro costados

Torron puede presumir de haber sido de los pocos que en unos Juegos, precisamente en los de su estreno, no residió en la Villa Olímpica. «Los Juegos de Atlanta en 1996 fueron los más diferentes porque vivíamos fuera, en un hotel. Veníamos del Tour y entonces era una novedad que estuvieran los cracks del ciclismo. Además, en nuestro caso era como si se tratara del equipo de la NBA. Miguel (Indurain) y Abraham (Olano) eran los favoritos en la contrarreloj. Ganar era una obligación. Más que quién ganaba, el interés estaba en saber quién perdía. Y ganó Miguel...», apunta. El oro estaba tan cantado que, ni por asomo, vivió este éxito como el de su paisano Samuel Sánchez ediciones más tarde: «Bueno, aparte de que yo tratara más a Abraham, es que en la contrarreloj no se vive tanto como en la prueba en ruta o en pista. Ya sabes cómo va todo con los tiempos intermedios y no te pilla de sorpresa. Lo de Samuel fue distinto, porque no sólo fue en ruta, sino porque un año antes fuimos a un test y ya le dije: Puedes ganar el oro en las Olimpiadas».

De aquella primera experiencia malaguista Torrontegui recuerda con cariño un momento especial: «Fue al día siguiente del maratón que corrió Martín Fiz, que quedó cuarto cuando se esperaba medalla. Él estaba trabajando con el médico de Miguel Indurain (Sabino Padilla) y Martín vino a nuestro hotel para que lo tratara. Fue una imagen distinta, con él en la camilla y Miguel sentado animándolo. Es muy fácil estar con los cracks cuando va bien, cuando ganan, ya sea con Llaneras, con Samuel, con Miguel, con Tony (Rominger), con Olano... Gracias a Dios he vivido grandes momentos, pero ese postpartido negativo se recuerda mucho».

Fue en sus segundos Juegos Olímpicos cuando ya pudo disfrutar de la Villa Olímpica: «Los Juegos son otro mundo. Deberíamos ir todos los que amamos el deporte, deportistas o periodistas, porque es otra dimensión. Estar con los mejores 14.000 deportistas del mundo es lo máximo. En Atlanta fue como en un Mundial de ciclismo, estabas en tu circo, pero en los siguientes, dentro de la Villa, ya fue otra historia». Pero tiene una espinita clavada. Más allá de coleccionar sellos, tiene pocos recuerdos. No eran entonces tiempos de móviles de última generación o de selfies. «Una de las cosas que más anhelo es no haber traído plasmados los grandes momentos. Entonces no hacías una foto por no molestar. O también disfrutar más de los sitios, conocer más las ciudades. En Atlanta no pudimos hacer turismo por el atentado que hubo, pero en Pekín sí disfruté. Me levantaba a las cinco de la mañana, iba a ver cosas y a las 8 o las 9 ya estaba en la Villa como un campeón para trabajar. Eso lo aprendí con Gilabert (preparador físico con Joaquín Peiró) cuando jugamos la UEFA y aprovechamos para conocer las ciudades en las que estuvimos. Seguro que estos Juegos madrugo más que los demás».

En estos Juegos de Río no acude como miembro de la Federación Española de Ciclismo (como sucedía hasta ahora), sino del Comité Olímpico Español. «Ya soy muy veterano», bromea, aunque también ha influido que no solo va como masajista, sino también como podólogo después de haber concluido esta especialidad tras varios años de mucho sacrificio. «Ahora estoy haciendo un máster y luego habrá que hacer algo más. No se puede parar», recalca. Es decir, estará con representantes de varios deportes, algo que desde luego no supone una novedad para él. «Ya sabe que me enrollo con una farola y por eso me conoce todo el mundo. He tenido una buena relación con la gente del balonmano desde los tiempos de Garralda, Demetrio (Lozano) y Ortega; viví de cerca el éxito del boxeador cordobés, de Rafita; Frankie Fredericks me buscaba por la Villa para que lo tratara; he estado mucho con Chema Martínez...»

¿Y cómo serán estos Juegos de Río en la Villa Olímpica? «Solo con ver el comedor, que es como un campo de fútbol... Hay que ir a visitar obligatoriamente la zona de la comida africana o la asiática. Es una gozada. Lo único que echo de menos es la cerveza, pero por ejemplo, aunque no es Guadalmar, siempre tienes sitio para correr. Aquello es un búnker con unos gimnasios... Son como cuatro inacuas juntos y abiertos las 24 horas. Allí tienes de todo. Incluso esta vez dicen que hasta una playa privada, aunque ni la pisaré. Además, no es lo mismo sin espetos...» Torrontegui acude a sus sextos Juegos Olímpicos consecutivos «sobre todo a disfrutar». Atlanta, Sydney, Pekín, Atenas, Londres y ahora Río.

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