Juan Cano
Miércoles, 23 de marzo 2016, 01:11
«¿Qué hago yo aquí?», preguntó Samuel Galán a una enfermera nada más despertarse de la operación. Aún no lo sabía, pero acababa de regatear a la muerte. Una de las dos puñaladas que recibió en el campo de fútbol de San Ignacio, al término del partido que enfrentó a su equipo, el filial del Alhaurín de la Torre, con El Palo B, le había rozado el corazón.
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Quiere creer que todo ha sido un sueño, pero una cicatriz que le recorre el pecho, ahora cubierta por un apósito, se encarga de recordarles a él y a su familia la cruda realidad. «No te preocupes, te haces ahí un tatuaje como el del costado y todo arreglado», bromea un amigo. Cualquiera podría pensar que las secuelas que no se ven, las que van por dentro, son las peores, pero en su caso no es así. «No tengo miedo, lo que quiero es volver cuanto antes», relata a SUR el joven agredido.
La recuperación de Samu ha sido milagrosa y habla por sí sola de la fortaleza física de un chaval de 24 años, el capitán del equipo, que quiere ser policía nacional, «como mi padre», confiesa en la cama del hospital. En 48 horas, ha pasado de ingresar en estado crítico en un quirófano, tras entrar dos veces en parada, a ocupar una habitación en el área de cardiología de Carlos Haya que, por momentos, parece el vestuario del Alhaurín.
Las visitas son constantes. Unas veces suben en parejas, otras en grupos de cuatro... «¿Podemos pasar un momento a ver a Samu?», preguntan a los padres, que no pueden reprimir las lágrimas cada vez que piensan lo cerca que han estado de perderlo. «Se despertó el lunes, el día que salió el Cautivo...», se derrumba la madre, que justo después consuela a su marido. Pero el lunes no existe en la cabeza de Samu. «Me acuerdo del domingo perfectamente, de todo lo que pasó, y también de lo de hoy (por ayer), pero del lunes... nada», cuenta a sus amigos. «Lo que no te mata, te hace más fuerte; ese sería el titular», añade.
«Por suerte, estabais allí»
Su cama la rodean varios de los compañeros que el domingo por la noche presenciaron sobre el césped la agresión a su capitán. «Por desgracia, estaba allí», responde uno de ellos al ser preguntado por lo que pasó. «Por desgracia no, por suerte», le replica Samu, «porque vosotros me ayudasteis». Otro compañero afirma: «Hemos estado diciendo entre nosotros que, si esto le pasa a otro, seguro que no la cuenta, pero Samu sí. Es el más fuerte del equipo».
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Aunque luce el dorsal número 4, reservado habitualmente para la defensa, es el delantero titular del conjunto de Alhaurín. «Esta temporada he tenido que jugar de central porque le hacía falta al equipo. Y sólo hemos recibido cinco golpes durante toda la primera vuelta», recuerda, orgulloso. «¡A ver si lo llama el Madrid!», bromea otro amigo durante la conversación.
Porque su fortaleza no es solo física. Cuando se le pregunta si alguna vez imaginó que le podía ocurrir algo así sobre un terreno de juego, el delantero afirma, seguro de sí mismo: «No, es algo que no te cabe en la cabeza. Pero sí sabía que, si me pasaba, iba a salir adelante». Samu quiso seguir con el equipo, en el que más que compañeros tiene amigos, pese que a mitad de temporada tuvo ofertas de clubes de la zona para jugar en Tercera (el Alhaurín B milita en Tercera Andaluza, la categoría más baja del fútbol sénior). Él las rechazó.
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¿Por qué?
Porque yo lo que empiezo, lo acabo. Pero volveré y jugaré en Tercera.
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