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eproducción del cuadro de Torrijos.
Los otros ilustres del Ayuntamiento de Málaga

Los otros ilustres del Ayuntamiento de Málaga

El maestro Manuel Alcántara ha sido el último en incorporarse a la galería de personajes históricos que recuerda la Casona en algunas de sus estancias

Ana Pérez-Bryan

Domingo, 6 de marzo 2016, 01:05

Cuando se encierra en su despacho en las maratonianas sesiones de trabajo que reproducen sus más estrechos colaboradores, el alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, se acompaña de la presencia discreta y silenciosa, esculpida en bronce, de un busto de Picasso. Allí, en una de las esquinas que terminan por enmarcar el ventanal de la estancia principal de la alcaldía, el genio de referencia del siglo XX que nació a un puñado de metros de la Casona contempla el devenir de la vida municipal desde hace años. Como si de un fresco se tratara, su presencia invita a realizar un recorrido, casi desconocido, por otros rincones del Ayuntamiento que dejan constancia de la aportación de otros ilustres de la ciudad. Quizás la mayoría no haya reparado en sus rostros, pero entre todos aportan las pinceladas imprescindibles para dibujar la historia de Málaga.

El último en incorporarse a esta gran familia de personalidades ha sido el maestro Manuel Alcántara, poeta y articulista de SUR que desde hace unos días suma con su busto otra presencia enorme. Su lugar está en el Salón de los Espejos, el epicentro del protocolo municipal y el más (re)conocido de todos por su valor artístico. No en vano, la parte superior de la sala está recubierta por veinte lunetos con otros tantos retratos realizados en óleo sobre lienzo de personalidades que tuvieron un peso específico en la historia local (aunque algunos no nacieron aquí): en una de las presidencias de la estancia, el político Antonio Cánovas del Castillo, el único malagueño que ha desempeñado funciones de Jefe del Estado español desde los últimos días de 1874 hasta la llegada de Alfonso XII, en los primeros meses de 1875. Su luneto está flanqueado por otros dos hijos ilustres de Málaga, el marqués de Salamanca político y financiero y José Carvajal y Hué, diputado a Cortes, Ministro de Hacienda y Ministro de Estado durante la Primera República.

Aunque los criterios para la incorporación de ilustres a esta galería fueron marcados por los responsables municipales de la época la sede del Ayuntamiento en el Parque se inauguró en 1919 siendo alcalde Manuel Romero Raggio y no están todos los que son, sí son todos los que están: es el caso de los obispos José Molina Lario y Lorenzo Armengual de la Mota, el jurista y político Francisco Benjamín García, el músico Eduardo Ocón y Rivas, el periodista Juan José Relosillas, el artista Francisco Javier Simonet, el navegante Ruy López de Villalobos o el pintor José Moreno Carbonero, entre otros.

Bajando a ras de suelo, y a escasos metros del nuevo busto de Alcántara, descansa desde 2012 otro del teólogo José María González Ruiz. Junto con el de Picasso, los tres bronces son los únicos que se exhiben en el Ayuntamiento, que en cambio tiene su punto fuerte en las pinturas. Las de la entrada al Salón de los Espejos, imponentes a pesar de que en el trasiego cotidiano sea difícil reparar en ellas, representan historia y leyenda. De un lado, el lienzo La religión comprende al genio, firmado por Ponce en 1887 y que muestra a Cristóbal Colón informando a la autoridad eclesiástica de la época de sus proyectos. De otro, una pintura curiosa por lo simbólico: en ella se inmortaliza a los amantes Tello y Tagzona, que dieron nombre a la peña de los Enamorados de Antequera, antes de dar el salto que los convertiría en leyenda.

La historia también se muestra en todo su esplendor y nunca mejor dicho si uno apenas se gira desde esa posición de entrada al Salón de los Espejos hacia la escalinata. En ese caso, la vidriera principal de las cinco que enmarcan la subida y que fueron fabricadas en la casa Maumejean de París inmortaliza uno de los episodios fundamentales para la historia de Málaga, y con ella a sus dos protagonistas: son los Reyes Católicos entrando a la ciudad en el año 1487. Ambos aparecen montados a caballo, aunque las crónicas de la época cuentan que Isabel entró descalza y a pie.

Sin salir de la primera planta, y entrando de nuevo en las dependencias de la alcaldía, otro personaje clave en la historia de Málaga, el general Torrijos, recuerda los acontecimientos que tuvieron como escenario la vecina playa de San Andrés el 11 de diciembre de 1831. Allí cayó fusilado el general y político liberal junto a otros 48 compañeros tras su intento frustrado de poner fin al absolutismo de Fernando VII. La enorme pintura es una reproducción del cuadro de Antonio Gisbert Pérez que conserva el Museo del Prado, pero tiene un peso propio entre los muros de la Casona por su valor simbólico. El mismo que el de la reproducción de la carta que el general le escribió a su esposa Luisa la noche antes de morir y que cuelga cerca del marco de la puerta que comunica la alcaldía con el Salón de Plenos.

La estancia donde se toman las decisiones más relevantes para la ciudad es otro templo para el recuerdo de sus personajes ilustres. A la derecha de la presidencia se homenajea de nuevo a Cánovas del Castillo en una placa de mármol que fue instalada en el año 2009 a pesar de que el acuerdo para su colocación data, nada menos, que de 1897. El celo municipal en el recuerdo de los suyos sí fue puntual en el caso de la placa en homenaje a Martín Larios y Herreros, el primer marqués de Larios, a quien la corporación municipal de la época agradecía «el prodigioso desarrollo en esta capital del comercio, la industria, la agricultura y las artes».

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