Manuel Alcántara y López Cohard, esta mañana en Parcemasa.

Emotivo adiós de Málaga a Pedro Aparicio

Representantes de la vida política, social y cultural destacan que «su legado siempre permanecerá»

Francisco Jiménez

Viernes, 26 de septiembre 2014, 14:11

Pedro Aparicio fue un reconocido cirujano, se formó en periodismo y ejerció de profesor en la Facultad de Medicina. También destacó por su faceta intelectual y por esa pasión por la lírica que le llevó incluso a dejar por escrito las cuatro piezas musicales que debían interpretarse en su funeral, entre ellas un emotivo Ave María de Giulio Caccini. Pero en lo que coincidían ayer todos los que se acercaron al cementerio que él mismo inauguró fue en realzar su papel de arquitecto, porque el que fuera el primer alcalde de la democracia también fue la persona que construyó los cimientos de la Málaga moderna. «Su legado siempre permanecerá», resaltaban los representantes de la vida política, cultural y social que ayer arroparon a familiares y amigos de Aparicio en un cálido adiós en el que todos alabaron su contribución al desarrollo de la ciudad, su calidad humana y su valor intelectual. Si algo ponderaron fue su alto concepto de la amistad, y sus amigos no le fallaron en esta última cita. Como Manuel Alcántara, que muy afectado recordaba con tristeza cómo el mismo jueves habían quedado para almorzar y cómo le aguardaban muchos proyectos por cumplir juntos. «La muerte de pronto no deja espacio para nuestros proyectos, todo se acaba», afirmaba el poeta y articulista, quien hizo referencia a un «terrible» refrán mexicano: «Si quieres hacer reír a Dios, haz proyectos porque los proyectos se quedan en nada».

Publicidad

Carismático y cercano

Pese a algún que otro golpe sobre la mesa que Aparicio dio en Sevilla para pedir inversiones para Málaga, también le definió como «un gran amigo y un gran caballero» el expresidente de la Junta, Manuel Chaves, quien resaltó su «carisma y cercanía con la gente» y cómo «fue el primero que se dio cuenta de la gran potencialidad que tenía Málaga». También acudieron otros políticos de la actual familia socialista como José Sánchez Maldonado, Miguel Ángel Heredia, Trinidad Jiménez, María Gámez, Francisco Conejo o José Luis Ruiz Espejo, pero también de los que integraron junto a él la primera corporación democrática, como Francisco Flores, José Asenjo, Francisco Oliva o Enrique Linde, quienes compartieron recuerdos con otros ediles de entonces como Rafael García Cervantes, Andrés García Maldonado y Francisco Bóveda Guerrero. Unos y otros, adversarios y compañeros, le definieron como «un verdadero líder capaz de unir a todos los partidos cuando se trataba de defender los intereses de Málaga». De ello dan fe quienes coincidieron con él incluso en la oposición. «Le apoyábamos en sus propuestas porque era una persona muy coherente y con sentido común», remarcaba el exportavoz del PP, Antonio Cordero.

«Nos deja un enorme vacío», apuntaba el alcalde, Francisco de la Torre, quien pidió que no se olvide el trabajo de «un gran hombre, una gran persona y un gran alcalde cuyo recuerdo debe servir de estímulo para seguir avanzando en esta ciudad tan maravillosa». Tampoco faltó quien sucedió a Aparicio en el sillón de la Casona: Celia Villalobos, quien rememoró la etapa que ambos compartieron como eurodiputados (1994 y parte de 1995): «Me invitaba a té y me daba sabios consejos sobre Málaga porque estaba convencido de que yo iba a ser alcaldesa de la ciudad». De hecho, reveló que uno de los últimos momentos que el socialista pasó en la Casona, en junio de 1995, fue con ella para comunicarle que iba a ser la próxima regidora ya que el PSOE se negó a entregarle la Alcaldía a IU. «Su salida esa mañana en medio de tanta hostilidad no se la merece nadie», resaltó.

Mala memoria

Una difícil situación a la que también se refirió su amigo Antonio Soler. «En su última etapa fue injustamente tratado, pero no sé si es un pecado nacional o universal de la mala memoria que todos tenemos en el ayer. Solo espero que cuando pase más tiempo se le recuerde, porque la cantidad de logros fue enorme», deseó el escritor. Un anhelo que también expresó el ex presidente de la Diputación Luis Vázquez Alfarache (1995-1999): «Sabemos que Málaga es un poco madrastra y seguro que ahora se agrandará su imagen, pero quienes lo hemos conocido personalmente no hemos necesitado que llegue este momento para admirarlo» declaró mientras subía la escalinata de una capilla rebosante de familiares y amigos del exregidor. Su féretro, custodiado en todo momento por cuatro policías locales, pasaba por delante de su esposa e hijos mientras el conjunto musical tocaba Meditation, de Thais J. Massenet, una de sus piezas favoritas. Una emoción que fue a más cuando un agente se acercó al altar para realizar la primera lectura de la misa. La ceremonia se celebró en un ambiente de enorme solemnidad, aunque el toque práctico lo aportó el párroco al cerrar la homilía: «Si alguien baja a Málaga, ¿puede llevarme?», dijo para sorpresa de los presentes.

Cumpliendo sus últimas voluntades, el cuerpo de Aparicio fue incinerado y sus restos viajarán a Madrid. Se marcha de Málaga, pero su nombre sí que perdurará, ya que el Ayuntamiento aprobó ayer por unanimidad dedicarle una calle, así como concederle la Medalla de la Ciudad a título póstumo. Además, en el hall de la Casona se ha colocado, junto a su retrato, el libro de condolencias para que todos los que lo deseen puedan expresar su pésame.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €

Publicidad