José Vicente Astorga
Viernes, 26 de septiembre 2014, 02:24
La batalla por Málaga, como los medios de toda España llamaron a aquella campaña de las municipales de 1995, resumía bien a las claras el codiciado objetivo de una de las pocas gran des alcaldías aún en manos del PSOE. Sin otro rodaje de representación antes de ser elegido alcalde en 1979 que el de presidente del comité de empresa de Carlos Haya, la ciudad iba a sentar, de la mano aquel joven médico Pedro Aparicio en los próximos 16 años las bases para su gran transformación del siglo XX. Sin estos pasos iniciados por Pedro Aparicio una ciudad con mejores servicios , más atractiva en lo tecnológico, turístico y cultural sería difícil que hubiera avanzado hacia ese entorno dinámico y de vanguardia cultural que hoy representa en Andalucía. Tras acceder a la Alcaldía gracias al pacto local del PSOE en Andalucía con comunistas y andalucistas, (para contrariedad suya estos últimos se hicieron con el área de Cultura), las urnas le darían la mayoría absoluta en las siguientes tres legislaturas. Al primer mandato, que asumió con 37 años, correspondió una cirugía de choque en obras de acerado y asfaltado para las barriadas y todo ello bajo una economía de guerra para un Ayuntamiento que recibiría tan endeudado que ni la policía local ni los bomberos tenían entonces crédito para echar gasolina a los vehículos. Los problemas económicos también serían, por cierto, el sino de sus últimos tiempos como alcalde, con el grifo de los bancos cerrado y la imposibilidad de hacer frente a gastos corrientes básicos.
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La primera Corporación democrática tenía ante sí una ciudad que había crecido sin apenas control en los años de desarrollismo y que arrastraba carencias tercermundistas en muchas zonas. La inversión en infraestructuras priorizó la periferia, algo que necesariamente aparcaba la atención a un deteriorado centro histórico, sobre el que la era Aparicio no dejaría una gran huella ni en rehabilitación ni peatonalización de calles. Por contra, la ciudad en su conjunto se beneficiaría de cambios de gran calado. Así, en el ámbito interno, el cobro de tributos municipales dejó de estar en manos privadas y diversos servicios locales, como la gestión del agua, la basura o la construcción y gestión del Parque Cementerio, darían lugar a empresas bajo control público. La creación de Emasa fue clave, en tal sentido, para acometer las primeras depuradoras de aguas residuales Guadalhorce y Peñón del Cuervo que entrarían en servicio a mediados de los 80, tras unas costosas inversiones que inexplicablemente habían pasado de largo para la sexta ciudad española. Fueron precisamente también históricos déficits en inversión en materia hidráulica, como la ausencia de canalización del arroyo de las Cañas, cuyo cauce llevaría tierra adentro la crecida del Guadalhorce hacia los polígonos, el detonante de los terribles efectos ocho personas muertas y cuantiosos daños de la gran riada del otoño de 1989. Estos aciagos días para Pedro Aparicio le sorprendían en un viaje institucional promocionando Málaga y el Parque Tecnológico en Japón, de donde regresaría anticipadamente. Aquel drama marcó un antes y un después en la inversión pública para dotar a la ciudad de seguridad ante lluvias torrenciales y de ahí arrancaron los compromisos y proyectos oficiales para la construcción de presas de regulación en la cuenca media y baja del Guadalhorce.
Estrategia
En las dos últimas legislaturas municipales, el acento municipal recayó en proyectos nacidos de apuestas personales del alcalde. No despertaron en general el entusiasmo colectivo pero que resultaron premonitorios y determinantes en la evolución hacia la Málaga actual. Así, a la estrategia de ampliar el equipamiento y oferta cultural y turística de la ciudad emprendida en los 80 con el éxito en la reivindicación activa de la figura de Picasso, la recuperación del Teatro Cervantes, la feria de agosto, el Jardín de La Concepción o la Orquesta Sinfónica y también con el fracaso en atraer capital para la recuperación del Hotel Miramar se unieron en la década siguiente el impulso para crear el Parque Tecnológico el alcalde se plantaría en plena Expo ante la Junta por los agravios fiscales para captar inversiones en Cartuja 93, en Sevilla, un entorno que ha resultado clave para la ciudad como polo de inversión tecnológica, con 15.000 trabajadores. El PTAreforzó la opción técnica de la UMA y sigue siendo el primer motor para atraer empleo de alta cualificación.
Las apuestas urbanísticas de alcance de la etapa de Aparicio, como el Plan General del 83 base del desarrollo posterior de Teatinos y litoral oeste, entre otras zonas tuvieron en el plan del puerto uno de sus grandes escollos. Su idea de dotar a Málaga de un recinto más urbano y atractivo para el turismo era una cruzada que entrañaba como requisito la eliminación de la descarga de petróleo en la bahía con destino a la refinería de Puertollano. Su frase lapidaria y pública en octubre de 1988 «Málaga debe dejar de ser el puerto petrolero de Puertollano» abrió la caja de los truenos, pero después de más de 30 años de choques con la Junta, el Palmeral de las Sorpresas, el Muelle Uno o el turismo de cruceros acreditan el acierto sin paliativos de aquel órdago de Aparicio, satanizado no obstante como enemigo por quienes defendían un puerto tradicional. Cerca de allí, la plaza de la Marina, con un criticado resultado final y los choques con la Junta a propósito de la integración de los restos de muralla aparecidos en la obra del parking marcaron otro de los momentos más ásperos de su gestión, en la que comenzaría una política de construcción de aparcamientos públicos seguida por las corporaciones del PP.
La ciudad viviría, a finales de los 80, un revés anunciado para su proyección turística: la segregacion de Torremolinos, autorizada por la Junta en 1988, algo que privaba a la capital su barriada entonces más dinámico y rentable fiscalmente. La segregación marcó uno de los momentos más duros en la gestión de Aparicio, pues la alternativa ofrecida por la Junta para contentarle la creación de un área metropolitana, como contrapartida no pasó de un proyecto que generó y genera abundantes proyectos, pero pobres resultados prácticos. Las comunicaciones razón primera de este objetivo metropolitano, experimentaron durante los mandatos de Aparicio un salto importante. La lenta construcción de las rondas de circunvalación, en las que la ciudad corrió con las costosas expropiaciones, deparó episodios como su ausencia de la inauguración de la ronda este, en la que dió plantón un solitario José Borrell por problemas de protocolo.
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