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Ángel Escalera
Sábado, 27 de septiembre 2014, 02:11
Su primer destino como jesuita en 1964 fue Málaga, ciudad a la que ha vuelto tras un largo paréntesis en el que ejerció su labor en el Puerto de Santa María, Sevilla y Granada. Durante medio siglo, Ignacio Bertrán (Granada, 1943), se ha dedicado a la formación de alumnos en los colegios de la Compañía de Jesús. La educación y el deporte han sido una labor que ha desarrollado con eficacia de la mano de su vocación religiosa. Esa tarea le ha permitido ganar un número ingente de amigos y ser un referente para infinidad de chavales. Ahora, a sus 71 años, retirado ya de la docencia, desempeña varias funciones. Además de ser el ministro de la comunidad jesuita de El Palo, coordina las actividades extraescolares y deportivas de 32 colegios de la Compañía de Jesús en Andalucía, Extremadura y Canarias. También es asistente regional de Andalucía y Canarias del Sector Sur de la Comunidad de Vida Cristiana.
¿Tuvo desde niño la vocación de ser religioso?
No fue algo que me extrañara. En mi familia no hay nadie que se llame Ignacio. Mi madre quería un hijo jesuita y me puso ese nombre. A lo mejor salí predestinado. Desde luego, no mostré ninguna objeción al deseo de mi madre. Ser jesuita es una vocación única. Unos se ordenan sacerdotes y otros, como es mi caso, no estamos ordenados. Es como un árbol que tiene dos ramas. Tanto los que son sacerdotes como los que no lo son tienen los mismos votos y las mismas obligaciones. La diferencia es que unos pueden administrar los sacramentos y otros se dedican a cuestiones más temporales, como hago yo, que no imparto misa ni ningún sacramento.
¿Es más compleja una tarea que otra dentro de que todos pertenecen a la Compañía de Jesús?
Depende de la vocación de cada uno. Todos los jesuitas tenemos alguna carrera universitaria. La obediencia a la orden es la misma. En tres años, yo llevo tres destinos distintos. Hay que estar disponible. De Granada viene a Málaga, de Málaga fui a Sevilla y ahora he vuelto a Málaga. Estoy en El Palo. Junto al colegio de San Estanislao hay una parte adosada destinada a enfermería de jesuitas mayores. En total, hay 26. Yo me encargo de gestionar esa labor. Soy ministro de la comunidad jesuita de El Palo.
¿Cuál fue su primer destino una vez que terminó su formación?
Me mandaron a Málaga en 1964, al colegio de San Estanislao en El Palo. Cuando llegué, empecé a impartir clases de matemáticas y de física tanto en San Estanislao como en el ICET. Como complemento, me encargaba de los deportes. Por ahí me fui metiendo en unas cosas y en otras. No soy una persona que diga que no a una propuesta que me hagan.
Otro de los caminos que siguió en su estancia en Málaga fue el de la cofradías. ¿Qué le hizo ir por la senda cofrade?
Pues verá: yo llevé la cruz guía de la Cofradía de los Estudiantes muchos años. A la vez, colaboré para reemplazar a los hombres de trono pagados por gente joven. Los chicos del colegio de El Palo empezaron a sacar el Cristo de Mena, porque el que entonces era hermano mayor de la congregación, José González Ramoso, tenía a sus hijos en San Estanislao. Él me pidió que le echara una mano y le buscara gente para el trono. Luego, a través de un paleño, me vinculé con la Expiración. Durante 35 años, menos uno que fallé, fui capataz del trono del Cristo. Cuando veía que todo iba bien, ocupaba el último lugar del varal A y metía el hombro, que lo tengo deformado del esfuerzo de portar el trono. Yo hacía un poco de timón en el caminar del trono. Tenía mis truquillos para que fuera bien.
O sea, que siempre le ha gustado el mundo de la Semana Santa.
Sí, claro. Además de lo que le he contado de Málaga, durante mi infancia estuve en una cofradía en Granada; luego, en los once años que permanecí en Sevilla, me incardiné en la Hermandad del Calvario. Creo que la Iglesia, que es jerárquica, debe cuidar al personal de las cofradías, porque es un filón, un movimiento muy importante. A ese respecto, yo le decía a Ramón Buxarrais, en sus tiempos de obispo de Málaga, que había que meterse dentro de los temas para intentar arreglarlos, mejorarlos o cambiarlos, porque desde fuera no es posible hacerlo.
En sus primeros años al frente del Obispado de Málaga, Ramón Buxarrais tenía unos criterios poco afines a las cofradías, pero luego cambió e, incluso, autorizó la entrada de las hermandades en la Catedral.
Creo que es importante conocer bien las cosas. Y, para ello, lo mejor es meterse dentro. Lo de fuera es un escaparate; si quieres coger algo de lo que se muestra hay que entrar en la tienda.
¿Qué tipo de Semana Santa es la que le gusta: la más folclórica y alegre o la más recogida y austera?
No soy ni de un lado ni de otro. En la Expiración, antes de salir en la procesión, siempre reunía a los portadores del Cristo y les decía que íbamos a hacer una catequesis viviente; les explicaba que su comportamiento era el que contagiaría a la gente que les viera en las calles.
¿Comparte usted que a gente que se declara atea o agnóstica le guste la Semana Santa y participe en las procesiones como hombre de trono o nazareno?
Yo parto de la base de que no me creo que haya ningún agnóstico en este mundo. Creer se cree en algo, si no te mueres. Dios puede tocarte el alma en cualquier momento. Cuando eso ocurre ya hay un algo. Si gracias a la Semana Santa se consigue que Dios toque a una persona de alguna manera, bendito sea. Decía San Ignacio que hay que entrar con la suya para salir con la nuestra.
Es decir, que para usted es clave escuchar primero para después convencer.
San Ignacio decía, y perdone que lo cite otra vez, que hay que aprender a escuchar antes que a hablar. El que mucho habla, mucho yerra. Yo creo que escuchar a los demás siempre es conveniente.
Su labor en la Compañía de Jesús ha estado ligada a la educación. ¿Por qué esa actividad y no otra?
Como he dicho antes, me llama la atención poder hablar con la gente; el de la educación es un medio muy bueno para ello. Creo que nosotros tenemos que ayudar a formar a las personas. En el sistema educativo vas teniendo alumnos nuevos cada año a los que puedes ayudar a modificar algún criterio o a tener criterio de alguna forma.
¿En el medio siglo que lleva formando a estudiantes ha visto un cambio muy profundo?
La situación es muy distinta ahora a cuando empecé. El mundo se ha acelerado mucho. Hace cinco años no existía el whatsapp; ahora si no lo tienes parece que eres un marciano. Yo, por cierto, no tengo, porque de tener me freirían a mensajes. La televisión es, asimismo, un extraño que se ha metido en las casas nos guste o no nos guste. Yo me he dedicado también a las escuelas de padres. He tenido programas de radio y de televisión. Lo que hice en la televisión no valdría hoy. La gente se mueve y piensa de otra manera.
¿Es más complicado formar ahora a los chavales que antes? ¿Son más indisciplinados?
En la actualidad es mucho más difícil formar. Más que en el término disciplina hay que incidir en el orden y en las relaciones humanas. La disciplina era antes sí o sí; ahora hay que lograr que los chavales se manifiesten con los criterios que posean, que tienen que ser de educación, buena relación y saber estar en los sitios.
Por su vocación religiosa y por su actividad laboral, usted es una persona que ha tratado a mucha gente a lo largo de su vida. ¿Qué es lo que más le satisface de su trabajo?
Pues que he podido conocer a muchas personas. Hace unos días entré en Club Mediterráneo y me saludó gente que hacía bastante tiempo que no veía. Un chaval me dijo que quién no conocía en Málaga a Ignacio Bertrán. Cuando me marché del Puerto de Santa María, tras haber estado allí cuatro años de director, un grupo de alumnos me regaló una bandejita en la que ponía: «Siempre dejas huella». En otra ocasión me dieron una máquin de juguete con la leyenda: «Siempre allanando el camino a los demás». Ahora, que ya estoy jubilado de la docencia directa, coordino todas las actividades extraescolares y deportivas de 32 colegios jesuitas de Andalucía, Extremadura y Canarias. También colaboro con las escuelas de padres.
¿Hay muchos jesuitas en Málaga?
Entre la casa de El Palo y la residencia del centro de Málaga hay cerca de cincuenta, pero la mayoría tiene unas edades muy avanzadas.
La orden de los jesuitas, a través de la historia, ha sido querida u odiada. ¿A qué se debe?
En el siglo XVIII, por influencia del rey Carlos III, fuimos eliminados de todo el mundo menos de Rusia. La causa fue que los ministros de Carlos III decían que los jesuitas teníamos mucho poder. Nosotros siempre llamamos al pan, pan y al vino, vino, y eso no gusta escucharlo a nadie.
¡Cómo ha dado la vuelta la tortilla! De ser expulsados de todas partes a que un jesuita sea Papa.
Es la primera vez en la historia que un jesuita llega a Papa. Vamos, es algo de lo que se habla más en la prensa y entre la gente en general que entre nosotros. Los jesuitas tenemos un cuarto voto de obediencia al Papa que otras órdenes no tienen.
Al menos en su imagen externa, el Papa Francisco está ganándose a la sociedad con gestos que lo hacen muy cercano a la gente, ¿no cree?
Desde luego. Está rompiendo moldes. Yo siempre he dicho que para mandar hay que ir delante. Si quiero que la gente haga algo tengo que ser el primero en meter el hombro. Es fundamental ser coherente con lo que se dice. Si hablo con un comunista acérrimo y es coherente, me descubro ante él.
¿Considera que hay una crisis de valores en la sociedad actual?
Hay una crisis económica y también de valores y de ideas, pero a pesar de ello no se puede generalizar, porque hay jóvenes que se sacrifican y ayudan a los demás en lo que pueden.
Por otro lado, una parte de la sociedad se ha apartado de la Iglesia. ¿Qué habría que hacer para recuperar a esas personas que se han retirado del mundo religioso?
Esa es la pregunta del millón. El camino es escuchar a todo el mundo. Resulta complicado dar una respuesta a lo que me plantea.
Usted se ha involucrado mucho en el mundo del deporte. ¿Por qué?
Porque a través del deporte se fomenta el grupo y se potencia una serie de comportamientos importantes. Por eso, una vez que se dejaron de celebrar los juegos escolares, fui de los impulsores de los juegos EMDE (Eusebio Millán Deporte Escolar). Eusebio Millán fue un escolapio que introdujo el baloncesto en España.
Aparte de promocionar la actividad física entre los alumnos, ¿usted ha practicado algún deporte?
Sí. Me he roto todos los huesos del cuerpo por haber jugado al balonmano. También he sido entrenador de balonmano, baloncesto, voleibol. He arbitrado partidos de baloncesto...
¿Lamentó irse de Málaga en 1983 cuando lo destinaron al Puerto de Santa María?
La obediencia es la obediencia, pero somos humanos. Irme de Málaga me sentó como tres patadas. Luego, sin embargo, en el Puerto me fue muy bien y me metí en otras actividades: música, teatro, zarzuela... Me integré en el Orfeón Portuesen. Ahora participo en un coro que se fundó en el colegio de El Palo. Si veo que puedo colaborar en algo, lo hago. Cuando estuve de director del Colegio Mayor Loyola de Granada les decía a los estudiantes esta frase: «Que el colegio pase por vosotros, no vosotros por el colegio». Eso me sirve para decir que yo he pasado por Málaga, pero Málaga también ha pasado por mí y me ha aportado muchas cosas.
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